Capitulo 37

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Después de haber comido el platillo principal, Theo pidió un postre realmente delicioso. Lo comimos entre risas y miradas coquetas que nos contestábamos cada que podíamos. Cuando comíamos el postre, Theo le pidió al camarero que nadie pasara a donde nosotros estábamos en lo que terminábamos el postre y él mismo lo llamaría para pagar la cuenta. El mesero aceptó y simplemente nos dejó a solas.

– Ven aquí – dijo mientras se levantaba de la silla y me ofrecía su mano.

Me levanté y acomodé el vestido mientras me acercaba a él y tomaba su mano.

– ¿A dónde vamos? – le pregunté cuando noté que nos estábamos acercando a un cuarto.

– Estuve preparando esto hace mucho, pensaba decirte que te quería de esta manera, pero te me adelantaste – hizo un puchero y besó mis labios.

– ¿Yo me adelanté? Tú fuiste quien decidió confesarse, cariño.

– Admitámoslo, no podías sacarme de tu mente – guiñó un ojo. Solté su mano y crucé mis brazos en mi pecho con gesto de indignación. – Ven, vamos, no te enojes, ya verás lo que tengo preparado – dijo mientras me daba un cariñito en el mentón y me tomaba de la cintura.

– ¿Vas a secuestrarme James? – empecé a actuar.

– Sí. Quiero robarte y hacerte cosas que jamás se han inventado.

– ¿Cómo qué? – mientras íbamos avanzando, Theo se alejaba un poco de mí.

– ¿No te imaginas ni un poco?

Cerré los ojos y sentí como el peso del cuerpo de Theo me hizo quedar de espaldas pegada a una superficie plana y dura. Abrí los ojos y el brazo de Theo estaba recargado sobre de mí en la pared, impidiendo que me alejara de él.

– Te daré pistas: te quiero hacer mía en este restaurante una vez más.

Mi corazón se puso a latir a mil por hora mientras sentía que mis piernas flaqueaban y temblaban. Tomé una bocanada de aire e intenté que no se notara mi nerviosismo.

– ¿No te enojas si te digo algo?

– ¿Qué? – dijo algo desconcertado.

– Mañana empieza mi regla y no quiero sorpresas. Me gustaría que usaras condón solo por hoy – le pedí.

– ¿Crees que eso me enoja? – preguntó algo ofendido. – Acepto que me gusta hacerlo contigo y sin condón, es una sensación nueva y realmente satisfactoria al final, pero también entiendo que quieras cuidarte; tengo 25 años.

– Perdón – bajé la mirada.

– No, no te disculpes, ahora eres mi niña y no puedes pedir disculpas cada que sientas que hiciste algo mal.

Asentí con la cabeza. Le sonreí y me acerqué a él para besar sus labios nuevamente. Su beso junto con sus caricias me hizo caer rápidamente en el juego que acababa de arrancar. Tomó mi pelo en su mano y me besó el cuello bajando a través de mi escote y haciendo que sintiera como mi feminidad se iba mojando poco a poco.

Solté un gemido y dejé que Theo hiciera lo que tenía que hacer.

– ¿Crees que tu madre me odie si te llevo muy lejos de aquí? – preguntó aún con los labios pegados a mi cuello.

– Tengo dieciocho. No necesito pedirle permiso a mi madre de nada.

Besé su cuello y vi cómo se estremeció discretamente.

– Entonces adelántate si quieres al auto. Yo me quedo a pagar. Te llevaré tan lejos como pueda. Quiero hacer algo diferente contigo – le dio un toquecito a mi mentón para luego hacer que mi cabeza subiera un poco y besarme suavemente los labios.

– Te espero en el auto – dije mientras me acercaba a la mesa donde habíamos comido y tomaba mi bolso.

Salí de la zona reservada para Theo y para mí y me enfrenté a una enorme multitud. Miré el reloj de mi celular. Marcaba las 5 de la tarde a penas. Me quedé perpleja. Bajé las escaleras del restaurante para llegar al piso principal. Mientras caminaba, tropecé con el pie de alguien. Me di la vuelta para pedir disculpas.

– Oh, cómo lo lamento.

– Ah, no te preocupes, fue mi cul... - interrumpió la oración al mismo tiempo que yo abrí los ojos como platos y me quedé mirándolo sorprendida.

– ¿______?

– Joseph, ¿cierto? – adiviné. – No sabes cómo lamento que cada que nos encontremos tenga que ser por culpa de mi torpeza.

– Ah, qué va, la verdad es que agradezco ser golpeado siempre por una mujer tan guapa cómo tú – guiñó un ojo. Sentí como el color subía por mis mejillas.

– ¿Qué haces aquí? – le pregunté amable.

– Junta de trabajo – hizo una mueca. – ¡Cuidado! – exclamó.

Su mano viajó a mi cintura y me jaló hacia él evitando que una charola llena de comida me cayera encima.

– Gracias – le agradecí alejándome de su incómodo agarre. Era incómodo porque me había causado un cosquilleo en el estómago.

– No hay de qué – bajó la mirada a su traje acomodando lo que estuviera fuera de lugar. – Tengo que irme, ojalá y otro día podamos convivir sin necesidad de golpes – rio. – Nos vemos luego – dijo alejándose.

Me despedí de Joseph y salí disparada al parking para pedir el Audi plata de Theo.

El carro flamante había llamado la atención de muchos cuando lo habían traído al lugar de entrega.

Un chico me dio las llaves y me abrió la puerta del conductor para que entrara. Lo hice y manejé hacia adelante para después acomodarme en un espacio vacío enfrente de un callejón. A lo lejos pude ver a Theo saludando a varias personas (la mayoría mujeres) pero señalando su auto a lo lejos. Tal vez les haya dicho que su novia lo estaba esperando.

– ¿Manejas tú o manejo yo? – me sorprendió.

– Mejor maneja tú.

– Déjame pasar, nena.

Me bajé del lugar del piloto y el cuerpo de Theo me acorraló. Me sonrió pícaramente y me dio un beso suave y breve antes de que me acompañara al otro lado del auto para abrirme la puerta y que subiera al asiento del copiloto.

– Por favor – dijo abriendo la puerta.

Hice una reverencia y me metí al auto. Seguido de eso, Theo hizo lo mismo.

– ¿A dónde me llevarás? – le pregunté curiosa.

– Ya verás.

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En multimedia: Joseph


Sex Instructor. [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora