Tic tac

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El sonido de un rayo me asusta. Bueno, a mí y a todos.

Inmediatamente llevo la vista hacia Finnick, quien se mantiene con los ojos abiertos hacia un gran árbol al que le caen cientos de rayos encima, mientras gritos fuertes y escalofriantes de tributos que seguramente se encuentren allí llegan a nosotros. Me tenso ante esto, escuchando segundos después dos cañonazos que nos indican su muerte.

- Doce. - murmuramos Peeta y yo a la vez.

- ¿Qué creéis que significa? - pronuncia Finnick, mirándonos.

- No lo sé. ¿Tal vez la hora? ¿El número de los tributos muertos? - digo, encogiéndome de hombros.

- Los tributos ya los dieron tiempo atrás. - se une a la conversación Peeta, quien tiene los ojos entrecerrados.

Nadie dice nada. Sólo reina el silencio por un tiempo. Nos miramos entre nosotros, como intentando encontrar una respuesta en los ojos del otro, pero no hay nada más que preguntas. Y yo creo que estoy más que servida con las mías propias como para tener que escuchar las del resto.

- Será mejor que sigamos durmiendo. - comento, volviendo a tumbarme. - Sea lo que sea, podemos ocuparnos mañana.

Parece que están a mi favor, porque Peeta vuelve a apoyar su cabeza en el tronco del árbol y Finnick vuelve a poner toda su atención a nuestro alrededor, girando entre sus manos el tridente que parece hecho para él.

Ahora que me doy cuenta, todo está hecho para nosotros. Miro mi arco y las flechas, y cuando me percato del mismo plata del anterior con el que luché, no puedo impedir temblar y sentir mis músculos tensarse. Es el mismo arma, hecho especialmente para mí, y seguramente al resto le pase lo mismo.

- ¿No vas a dormir? - susurra Peeta, al darse cuenta de que sigo con los ojos abiertos.

- No tengo sueño.

Escucho un suspiro de su parte. Se mueve entre el suelo para poder verme mejor, haciendo una línea recta con los labios apretados.

- Por mucho que te quedes despierta, no va a cambiar nada.

- Puedo tal vez impedir que alguien intente asesinarnos. - rebato, y tengo que admitir que no quería decirlo.

Salió, así sin más.

- Finnick se está ocupando de eso, amor. Ahora descansa un poco.

- No confío.

Una de sus manos camina hacia mi mejilla, y comienza a acariciarla con lentitud y delicadeza. Cierro los ojos para centrarme solamente en la sensación de su piel contra la mía. De la tranquilidad y calma que me ofrece.

Peeta suelta una carcajada leve, casi inteligible, pero que yo escucho de inmediato. Abro los ojos con lentitud para encontrarme directamente con su mirada clavada en la mía.

- Nunca pensé que fueras una persona tan desconfiada.

- La vida ha hecho que lo sea. - admito, rompiendo el contacto visual. - No me gusta, pero Snow ha conseguido que dude de todo el mundo.

El rubio sonríe con tristeza, dejando que su mano caiga hacia mi espalda baja. Por instinto, apoyo mi cabeza en su pecho, pero aún así mi mirada sigue observando a Finnick.

No me gusta desconfiar de la gente, lo digo en serio.

- Lo sé. - murmura Peeta, tan bajo que parece un susurro del viento.

- ¿Y tú? ¿Cómo puedes confiar con tanta facilidad?

Se encoge de hombros, llevando su mirada también al tributo rubio que se mantiene sentado, observando nuestro alrededor. A continuación, mira a Maggs, y yo hago lo mismo.

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⏰ Última actualización: Nov 06 ⏰

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