Cap.6

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La noche concluyó en un susurro tranquilo, con Evelyn y yo acurrucadas viendo una película de época hasta que el sueño nos venció. Desperté con la voz suave de su madre llamándola dulcemente para el desayuno. 

Nos dirigimos a la cocina, donde el aroma a café recién hecho y pan tostado impregnaba el aire. La melancolía me invadió al recordar los desayunos con mis padres, tan llenos de amor y calidez. Ese aroma, tan familiar, me transportó a aquellos días, haciéndome sentir su presencia una vez más.

—Ya es un poco tarde, debemos apresurarnos —me dijo Evelyn con un tono preocupado, apurándose a tomar su café.

—Lo sé, y ya sabes cómo se pone la profesora de literatura cuando nos ve llegar tarde —respondí, tratando de hacerla reír.

De camino a la institución, los primeros rayos de luz se filtraban por la ventana, creando un juego de luces en el vidrio empañado por el frío de la mañana. Tenía dos pensamientos que ocupaban mi mente: esperaba que mi abuela no se hubiera enterado de mi escapada, y revivía lo sucedido la noche anterior en el baño. ¿Había sido real o solo un sueño? La imagen de Hero, su cercanía, su respiración mezclándose con la mía, se sentía tan vívida que me costaba discernir la realidad de la fantasía. ¿Cómo le explicaría esto a Evelyn? ¿Cómo le contaría que mi corazón quedó hechizado desde que vi a su primo por primera vez? La incertidumbre de su reacción me hacía temer perder su amistad, una amistad que había crecido enormemente en tan poco tiempo.

Afortunadamente, las clases pasaron rápidamente y volví a casa. Para mi alivio, mi abuela no había notado mi ausencia. Me dirigí a mi cuarto, y recostada en mi cama, las sensaciones de la noche anterior recorrían mi cuerpo. Hero había despertado en mí fantasías que ocupaban todos mis pensamientos, sensaciones que antes, jamas había sentido ni sabría explicarlas, pero me negaba a soñar despierta sin señales claras de reciprocidad de su parte.

Estábamos preparando una exposición y, junto a mis compañeros, nos organizamos en grupos. Evelyn y yo elegimos hablar sobre el cuidado del medio ambiente y la importancia del reciclaje. Debido a que la institución tenía un horario doble, por la mañana y por la tarde, y la exposición se realizaría entre ambos turnos. Después de preparar nuestra sección, me puse a recorrer los puestos con maquetas y carteles de diversos temas como biología, economía e historia. Uno de los puestos que llamó mi atención fue el de arte, con hermosas pinturas de paisajes al atardecer y escenas primaverales.

—¿Te gusta lo que ves? —una voz a mi lado me hizo girar. Un chico de cabello rubio y rostro angelical me miraba con sus ojos azules, tan profundos como el cielo en las pinturas.

—Sí, son pinturas muy hermosas. Admito que este es mi puesto favorito —respondí amablemente, intrigada—. ¿Son tuyas?

—Me gusta pintar en mi tiempo libre... y como puedes ver, tengo mucho tiempo libre —dijo en tono gracioso señalando la gran variedad de pinturas colgadas, tratando de aligerar la conversación—. No me presenté, soy Marco, del turno tarde.

—Y yo, Selene, turno mañana —respondí, notando su dulce perfume y su buen gusto al vestir, con una campera negra y las manos en los bolsillos.

—¿Puedo mostrarte mi puesto favorito? —preguntó ansioso, esperando mi respuesta.

Asentí y lo acompañé. Me llevó a una exposición en el patio, donde el día estaba increíblemente hermoso, algo poco común en Shade. Mientras lo seguía, él me miraba constantemente, como si temiera que escapara.

—Aquí es —señaló sonriendo hacia un sector donde vendían helados—. Amo el helado, ¿te invito uno?

—Está bien —respondí riendo, cautivada por su picardía.

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