Mientras buscaba entre las cajas que guardaban el pasado, llenas de polvo y olvido, no pude evitar detenerme a apreciar las fotografías que allí se encontraban. Me había negado a verlas porque sentía que revivía recuerdos que, por muy lindos que fueran, solo abrían más mis heridas. La angustia me invadía al ver las imágenes donde la felicidad parecía haberse quedado impresa en el papel y detenida en el tiempo. Extrañaba todo lo que alguna vez fue: a mis padres, sus voces, sus abrazos.
Entre los recuerdos, encontré documentos del lugar donde vivía con mis padres. Busqué la dirección y descubrí que era en el pueblo al sur de Shade. No recordaba haber vivido allí; mis recuerdos eran escasos y, a medida que pasaba el tiempo, olvidaba más detalles. Entre los papeles, estaba el número de alguien anotado como abogado, a quien decidí llamar. Me atendió una secretaria y prometió que él me llamaría en cuanto terminara una audiencia.
Me detuve en una foto donde, de niña, estaba sentada en el regazo de mi madre. Llevaba puesta una corona de flores que ella misma había hecho. Tenía una habilidad especial con sus manos para crear maravillas. La sonrisa de ella, cómo olvidarla. El sonido de su risa resonaba en mi mente. Volví al presente con los ojos humedecidos, prometiéndome no volver a olvidar nunca esos momentos preciosos.
Entre los recuerdos, buscaba desesperadamente algún indicio que pudiera revelar la existencia de más familiares. Anhelaba descubrir cuántos parientes podría tener del lado de mi padre, ya que apenas recordaba a alguien más allá de él. Sin embargo, entre las fotografías familiares no encontré ni el más mínimo rastro que pudiera proporcionarme alguna pista. Parecía como si solo existiéramos nosotros dos en el mundo.
De repente, el sonido de mi móvil me desconcertó, interrumpiendo mis cavilaciones.
— Hola, gracias por llamarme, quería... —comencé a decir.
—Señorita Kisser, me alegra saber de usted. La he estado buscando pero no tuve novedades. ¿Podemos reunirnos en mi despacho hoy? —me interrumpió una voz firme al otro lado de la línea.
— Claro... —respondí, sintiendo curiosidad por el motivo de su búsqueda.
— Te enviaré mi dirección, te espero —concluyó.
Invadida por la incertidumbre sobre por qué me había estado buscando, me dirigí a la dirección que me había enviado. Tal vez conocía a mis padres y podría ofrecerme más información de la que disponía. Nerviosa pero con una sensación de alivio, tomé mi bicicleta y me cubrí con un piloto, ya que empezaban a caer algunas gotas de lo que parecía una inminente tormenta. El día estaba oscuro a pesar de ser temprano, y se podían ver relámpagos a lo lejos, tras los árboles. Con el viento que me golpeaba como única compañía, llegué a mi destino.
La secretaria me recibió amablemente en una oficina que, aunque formal, emanaba un aire acogedor. Un cuadro en la pared mostraba una escena de justicia antigua, donde figuras imponentes llevaban togas como capas de héroes clásicos. El escritorio, meticulosamente organizado, sostenía un portalápices de madera oscura que parecía un refugio seguro para las herramientas del oficio. Un candelabro de bronce, aunque sin velas encendidas, añadía un toque de solemnidad al ambiente.
— ¿Te preparo un café mientras esperas? —preguntó amablemente la secretaria.
— Sí, muchas gracias —respondí.
Curiosa, me acerqué a una estantería repleta de libros enormes y antiguos, con páginas amarillentas. Detuve mi atención en los lomos de los libros, que parecían ser de leyes.
— Selene? Disculpa por la demora —entró al despacho un hombre con un atuendo formal, sus canas reflejaban experiencia. —Tal vez no me recuerdes, pero fui amigo de tu padre y me encargué de algunos asuntos legales antes de su fallecimiento. Soy Rodolfo — me extendió la mano con cortesía.
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Shade
RomanceEn la perpetua penumbra de Shade, donde el cielo siempre es gris, Selene ha aprendido a vivir entre sombras y susurros. Jamás imagino que, después de tanto sufrimiento, se encontraría acorralada por el amor y el deseo, atrapada en una red de emocio...