Cap. 12

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Había llegado el día de mi cumpleaños y, como de costumbre, no había nada planeado. Me confortaba el dulce regalo de la amistad que tenía con Evelyn y la posibilidad de un amor con Marco. No pedía más que eso. Sin embargo, todos me daban ideas de cómo festejarlo, ya que les parecía importante celebrar mis 18 años.

Mi abuela nunca me había saludado ni celebrado mis cumpleaños, aquel día se asomó a la puerta de mi habitación y me miró seriamente hasta romper el silencio:

—Ya eres mayor. Puedes irte, quedarte, hacer lo que quieras, pero ya no dependes de mí.

Me quedé en silencio, con el peso de sus palabras. Trataba de entender qué significaban. Había creído que no había nada nuevo que pudiera decirme para herirme, pero siempre encontraba la forma. Permanecí acostada, mirando el techo y replanteándome qué hacer a partir de ahora. Quisiera aliviar su infelicidad causada por mi presencia e irme lejos, como siempre había planeado, pero ahora mi corazón estaba en Shade y, hasta no terminar la escuela, me sería imposible irme.

En mi ventana se asomaba Marco con un gesto contento.

—Feliz cumpleaños, hermosa. Te tengo una sorpresa —me dijo desbordado de emoción—. Baja, debemos irnos.

—Dame un momento —respondí.

—Te traje esto, Evelyn me ayudó a elegirlo —dijo Marco, entregándome su regalo con una gran sonrisa—. Te espero en el auto.

Al abrirlo, me encontré con un hermoso vestido negro que se ajustaba a mi figura, con mangas holgadas que caían elegantemente. Me apresuré a prepararme mientras la curiosidad me invadía.

—Ya estoy lista —dije, agitada por apurarme, mientras subía al auto—. ¿Cuál es la sorpresa?

—Debes esperar a que lleguemos —respondió, sonriéndome—. Por cierto, estás más hermosa que nunca.—sonreí sonrojada ante su halago.

De camino a nuestro destino, escuchábamos música y, como de costumbre, su gracia y facilidad para hacerme reír alegraban mis días. Viajamos durante una hora a las afueras de Shade, y el clima me regalaba un hermoso día cálido y soleado, como rara vez sucedía. Por momentos, sin decir palabras, Marco me observaba con ternura, acariciando mi mano suavemente. Antes de bajar del auto, me cubrió los ojos con sus manos y guió mis pasos, inundándome de risas con sus ingeniosas picardías.

—¿A dónde me llevas?

—Tranquila, ¿no confías en mí?

Quitó la venda que cubría mis ojos, y vi un hermoso jardín con una piscina, lleno de globos de colores por doquier. Recibí el abrazo de los cómplices de esta sorpresa: Evelyn, sus padres, compañeros de la escuela y, por último, Hero, quien no se acercó a saludarme. Solté un suspiro y me enfoqué en aquella tarde rodeada de personas maravillosas que me hacían sentir parte de sus vidas, y por un momento, mi corazón sintió el alivio de no estar sola contra el mundo.

El Señor Hope, preparaba carne asada en la parrilla, y Martha, su esposa, estaba a lo lejos, terminando de decorar el pastel.

—¿Te gusta la decoración? —me preguntó emocionada Evelyn—. Esta mañana estuvimos preparando todo con mamá.

—Me encanta, te estoy muy agradecida —la abracé fuertemente—. Voy por algo de beber, ya vuelvo.

Mientras me servía, Hero se acercó a mí.

—Feliz cumpleaños —dijo suavemente, con una expresión de tristeza.

Decidí ignorarlo y no responder mientras bebía un sorbo.

—Necesito que hablemos...

—¿Está todo bien? —interrumpió Marco.

Hero lo fulminó con la mirada y se apartó de allí.

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