Cap.22

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Todo se volvió borroso, y lo siguiente que recuerdo es despertar en la habitación, con resaca y un dolor de cabeza punzante. Bajé en busca de los demás y, al asomarme por la ventana, descubrí que el clima ya no nos obsequiaba el hermoso día soleado de ayer; por el contrario, se vislumbraba la aproximación de una tormenta.

Sin encontrar a nadie, preparé un café y regresé a la habitación. Antes de entrar, una de las puertas cercanas se abrió de repente. Me detuve al instante: salió Hero, con una toalla ceñida a la cintura, el agua goteando por su cuerpo, envuelto en vapor.

El ambiente se cargó de una tensión silenciosa mientras lo observaba, la atmósfera eléctrica como preámbulo de la tormenta exterior.

- ¿Sabes dónde está Evelyn? - dije, rompiendo el silencio.

- Salió a caminar con Joel por la playa. Parece que estamos solos - respondió en tono bromeante, acercándose a mí.

Cerré la puerta con un golpe seco, sellando el umbral de la tentación. Su figura quedó del otro lado, pero su presencia impregnaba el aire, densa y embriagadora. Los hechizos de sus ojos, oscuros como la noche sin estrellas, me llamaban al abismo. Sus labios, húmedos, prometían una dulzura insospechada, una miel que me haría perderme nuevamente en el laberinto de su encanto.

No podía permitirme caer otra vez, no bajo el influjo de sus intenciones pérfidas. Era un demonio disfrazado de amante, susurrándome promesas de placer y perdición. La cercanía de su piel me haría sucumbir, su toque encendería una llama incontrolable en mí. Mis piernas, traicioneras, temblaban solo con imaginar su roce, y una corriente eléctrica recorría cada rincón de mi ser, despertando deseos prohibidos.

Sus manos, fuertes y cálidas, eran herramientas de seducción. Solo con sentirlas, anhelaba que exploraran cada centímetro de mi cuerpo, que desataran las sensaciones más profundas y ocultas. Era como si conociera cada punto vulnerable, cada rincón secreto, convirtiéndose en una droga imposible de resistir. Y yo, prisionera de su hechizo, había probado ese néctar prohibido. Mi cuerpo clamaba por más, por la adicción de su cercanía, por la tormenta de sensaciones que solo él sabía desatar.

Pero debía resistir. Aunque mis sentidos me traicionaran, aunque mi cuerpo pidiera rendirse, mi voluntad debía mantenerse firme. Cerré los ojos, respirando hondo, y traté de silenciar el eco de su voz en mi mente, el susurro de su toque en mi piel. Afuera, detrás de la puerta, él esperaba, un demonio disfrazado, listo para reclamarme una vez más.

Mi corazón aún latía en sintonía con el recuerdo de Marco. Cada día, mis dedos temblorosos revisaban el móvil, buscando desesperadamente una señal suya. Aquella jornada, vi que había recibido mis mensajes, pero aún no los había leído. Me quedé esperando, con un dolor agudo en el pecho, queriendo salir a buscarlo y deshacer la incertidumbre que me carcomía. Suspiré profundamente, intentando seguir con mi día, aunque la expectativa de una mínima señal me mantenía alerta.

La lluvia comenzó a caer con furia, y el viento golpeaba las ventanas con fuerza. Me apresuré a cerrar aquellas que estaban abiertas, evitando que el agua invadiera nuestro refugio. El cielo se oscureció, cubierto de nubes grises y relámpagos, y de repente, la luz se fue. Bajé, preocupada, dirigiendo mi mirada hacia la playa en busca de Evelyn y Joel. Detrás de mí, Hero descendía con la tenue luz de su móvil iluminando su rostro, que aunque solía ser inexpresivo, ahora mostraba una sombra de preocupación.

-Hablé con Evelyn. Estaban desayunando en una cafetería cuando la tormenta empezó. Se refugiarán ahí hasta que termine -dijo, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón y apoyándose en la pared al final de la escalera.

-Gracias por avisarme. Buscaré velas.

-¿Te da miedo la oscuridad? -preguntó, curioso.

-La verdad, no -respondí mientras encendía las velas encontradas en un cajón, sus llamas parpadeantes arrojando sombras danzantes en las paredes.

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