Cap. 13

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Después de un fin de semana de ensueño con Marco, volví a la realidad de mi hogar, lista para enfrentar las responsabilidades que traía conmigo la mayoría de edad. Marco me dejó en casa, y mientras su auto se alejaba, vi acercarse otro vehículo. El corazón me dio un vuelco cuando reconocí el auto de la madre de Evelyn. Me quedé esperando, pensando que podría ser Evelyn, pero cuando la ventanilla se bajó, me encontré con los ojos negros de Hero.

A pesar de mi enojo persistente por su actitud en la fiesta, no pude evitar notar lo hermoso que se veía. Su cabello oscuro enmarcaba su rostro, y sus ojos, tan profundos como la noche, me miraban con una intensidad que me resultaba dolorosa. La rabia y la decepción seguían latentes en mi interior, pero había algo en su expresión que me hizo dudar.

Él salió del auto y se acercó a mí, sus pasos lentos y cautelosos. No dijo nada al principio, solo se quedó allí, dejándome observar cada detalle de su rostro. La tensión entre nosotros era palpable.

—Selena, por favor, necesito hablar contigo —insistió, su voz un susurro cargado de súplica.

Quise negarme, pero algo en sus ojos me detuvo. Asentí lentamente y subí al auto. Condujo en silencio durante unos minutos, buscando un lugar tranquilo para conversar. Finalmente, llegamos a un lago sereno, donde el reflejo de la luna se deslizaba sobre el agua, creando un ambiente de calma inquietante. Se detuvo y rompió el silencio.

—Lo siento tanto por lo que pasó en la fiesta —empezó, su voz quebrada por la angustia—. Nunca quise hacerte daño.

La tristeza en su rostro rompía el silencio de la habitación, y por un momento, olvidé mi enojo. Sus palabras, aunque dolorosas, eran sinceras. Quería que entendiera cuánto me había lastimado, pero también quería encontrar una manera de sanar.

—Selena, no puedo perderte —susurró, sus ojos buscando los míos—. Por favor, dame la oportunidad de explicarme, de arreglar las cosas.

La confusión y el dolor se mezclaban en mi pecho. Lo observé en silencio, contemplando sus palabras. Sus ojos negros reflejaban una sinceridad que me conmovió, pero aún sentía el peso de su traición.

—Me duele tanto, Hero —dije finalmente, mi voz temblando—. No sé si puedo olvidar lo que pasó. No se a que estas jugando y se que nunca fuimos nada, pero lo que pasó entre nosotros en tu casa para mi significó mucho y verte besando a otra persona me dolió muchísimo.

—No te pido que lo olvides —respondió, apretando suavemente mis manos—. Solo te pido que me perdones, me arrepentí al instante de mi estupidez. No se como hacer las cosas bien, no se que debo hacer.

La intensidad de su mirada me desarmó. No estaba segura de si podía perdonarlo, pero una parte de mí quería intentarlo, quería creer en su arrepentimiento. Su rostro reflejaba una tristeza profunda y sus ojos negros eran como abismos que me seducían a saltar y perderme en ellos. Quedé petrificada ante su acercamiento, sin saber qué decir. El hielo que había cubierto mi corazón empezaba a derretirse con el calor de sus manos acariciando mis mejillas. Se inclinó para besarme y pensamientos de culpa me invadieron. Giré mi rostro, evitando sus labios, pero él besó mi mejilla y respiró profundamente el aroma de mi perfume.

Volví mi vista y me perdí en sus ojos. Con fuerza, me obligué a endurecer mi corazón y exclamé:

—Por favor, vete.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y, a pesar de mi determinación, no pude contener la necesidad de abrazarlo. Lo hice con tanta fuerza que el sonido de nuestros corazones creaba una melodía perfecta. En ese instante, el aire se llenó de melancolía y conflicto, las emociones crudas que ambos sentíamos se entrelazaban, dejando un espacio incierto entre el pasado y el presente.

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