Cap.23

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Dulces besos en mis mejillas me despertaron. Al abrir mis ojos aún somnolientos, vi a Hero sentado junto a mí, con una expresión tranquila y una taza de café humeante en la mano. El aroma rico y acogedor del café llenaba la habitación, envolviéndonos en una sensación de calidez y confort. La luz suave del día se filtraba por las cortinas, iluminando su rostro con un resplandor dorado, haciendo que el momento pareciera aún más íntimo y especial.

-Buenos días -dijo, besando mis labios-, o mejor dicho, buenas tardes -bromeó-. ¿Desayunamos?

-Buen día -respondí, frotándome los ojos-. ¿Evelyn y Joel ya están levantados?

-Sí, están abajo, nos esperan para desayunar.

Luego de decirle que me esperara abajo porque enseguida iría, se despidió con más besos por todo mi rostro, dejándome una sensación de calidez y ternura. Me dirigí al tocador para lavarme la cara y peinarme; el alboroto de mi cabello delataba la noche que había pasado. La imagen en el espejo me devolvió un reflejo de ojos aún somnolientos, pero llenos de recuerdos recientes. Decidí darme una ducha rápida, dejando que el agua caliente relajara mis músculos y despejara cualquier rastro de sueño restante.

Al bajar, todos estaban sentados en la mesa, y Evelyn tenía una expresión de anticipación en el rostro, como si estuviera a punto de lanzar una serie de preguntas. Su mirada curiosa y entusiasta parecía aguardar ansiosamente el momento en que pudiera comenzar a indagar sobre cómo había sido mi noche y todo lo que había ocurrido desde el último encuentro.

-¡Buenos días! ¿Cómo has dormido? -preguntó riéndose.

Miré a Hero con complicidad y respondí:

-Bien, muy bien -dije mientras me sentaba.

-El día está precioso. Podríamos recorrer un poco. Joel me contaba que hay unos acantilados cerca; deberíamos pasar allí la tarde.

Asentí, sonriendo ante la idea de una pequeña aventura. La atmósfera en la cabaña estaba cargada de una mezcla de emoción y tranquilidad, una combinación perfecta para un día de exploración. Mientras saboreaba el desayuno, no podía evitar sentirme afortunada de estar rodeada de amigos y momentos tan simples pero significativos.

Después de desayunar, nos preparamos para nuestra excursión a los acantilados. Joel estaba entusiasmado, compartiendo historias sobre el lugar, mientras Evelyn y Hero intercambiaban sonrisas y miradas cómplices. Era un día que prometía ser inolvidable, lleno de paisajes impresionantes y la compañía de quienes más apreciaba.

La caminata hacia los acantilados fue relajante, con el sol brillando y el sonido de las olas rompiendo en la distancia. Al llegar, la vista era impresionante; el océano se extendía hasta donde alcanzaba la vista, y el aire salado llenaba nuestros pulmones. Nos sentamos en la orilla, disfrutando del momento, hablando y riendo, sintiendo la conexión que solo estos lugares mágicos podían inspirar.

Finalmente, el día empezó a desvanecerse en un hermoso atardecer, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosas. Mientras regresábamos a la cabaña, supe que estos momentos quedaría grabados en mi memoria, un recordatorio constante de la belleza de la vida y la importancia de quienes compartían estos instantes conmigo.

La semana transcurrió, dudosa en su perfección, como un sueño delicado que se resiste a desvanecerse. Cada día, me maravillaba más con los gestos sutiles de Hero, esos detalles que hablaban en silencio y me recordaban cuán profundamente me amaba. Cada palabra, cada mirada, estaba impregnada de un cariño que me hacía sentir especial, como si estuviera envuelta en una burbuja de afecto que me aislaba del mundo exterior.

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