Cap. 19

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En los días siguientes, me cruzaba con ambos en clases. Esta vez, ignorarlos me resultaba natural ya que no quería volver a meterme en problemas. Quedaba poco para terminar las clases y deseaba que todo fuese lo más pacífico posible. Este sería mi último recuerdo de la preparatoria, así que seguí el consejo de Evelyn de enfocarme más en mí y en los exámenes que se aproximaban.

La culpa era evidente en el rostro de Hero, quien ni siquiera levantaba la vista para verme. Los ojos de Marco se clavaban en mí siempre que podía, pero aparentemente respetaba el espacio que necesitaba. Su mirada reflejaba la necesidad de una mínima señal de esperanza que le diera permiso para animarse a hablarme.

Tal vez la creencia que hay en Shade sobre que el amor no es algo digno de sus habitantes empieza a ser cada vez más sospechosamente creíble. Son pocas las familias que conservan sus matrimonios. ¿Cuál será el secreto de su éxito? O quizá el mero hecho de creer en esa absurda historia me condena a que rompan mi corazón y yo a romper el de otro, como un círculo interminable de dolor.

Quisiera dejar de creer en cuentos para niños, pero empiezo a darme cuenta de que, a medida que crecemos, aumenta la desesperanza y lo que parecían ser historias infantiles cada vez cobran más sentido. ¿Quién soy yo para juzgar el miedo que Hero tiene al amor, si su vida ha estado marcada por la pérdida que un amor causó? Tal vez amar tiene un precio, y siempre uno o ambos salen heridos. Nunca sabremos la magnitud de las consecuencias hasta que suceda. He visto cómo el dolor puede transformar a las personas, cómo puede dejar cicatrices profundas que nunca desaparecen del todo.

Hero ha construido murallas alrededor de su corazón, tratando de protegerse de un dolor que teme volver a sentir. Y no lo culpo. El amor, con toda su belleza y promesas, también puede ser devastador. A veces, parece que es una apuesta en la que las probabilidades están en nuestra contra.

Me pregunto si realmente vale la pena. Si el gozo y la conexión que el amor trae pueden compensar el sufrimiento potencial. Quizás es una cuestión de perspectiva, de cómo cada uno maneja el inevitable dolor que acompaña al amor. Porque, al final, ¿qué es el amor sin la posibilidad de perderlo?

Tal vez eso es lo que más me aterra: la incertidumbre, la incapacidad de controlar el resultado. Amar a alguien es darle el poder de destruirte, y confiar en que no lo hará. Pero esa confianza, esa vulnerabilidad, es lo que hace que el amor sea tan profundo y transformador.

No puedo culpar a Hero por querer evitar ese riesgo. Su vida, marcada por la pérdida y el dolor, le ha enseñado a ser cauteloso. Pero también veo su soledad, su anhelo silencioso de conexión. Y me pregunto si algún día encontrará la valentía para abrir su corazón nuevamente, o si el miedo seguirá siendo su guardián.

Quizás, al final, todos estamos en la misma búsqueda: tratando de encontrar un equilibrio entre el amor y el miedo, entre la esperanza y la desesperanza. Y en ese viaje, tal vez la verdadera fortaleza radica en aceptar que el amor siempre tendrá un precio, pero también tiene el poder de sanarnos y darnos una razón para seguir adelante.

Algo innegable es que la combinación del amor y el deseo resulta ser atrapante. Una mezcla de sensaciones tan fuertes que hacen que el miedo huya. Había experimentado ambas al mismo tiempo y con la misma persona.

El amor, en su forma más pura, es cálido y envolvente, ofreciendo una sensación de seguridad y pertenencia. Pero cuando se mezcla con el deseo, se convierte en algo incendiario y casi adictivo. El deseo añade una intensidad cruda, una urgencia física que es imposible de ignorar. Esa urgencia puede hacer que el mundo exterior desaparezca, dejando solo a dos personas en un universo hecho de miradas y caricias.

Es como si el amor y el deseo juntos formaran una droga poderosa. El corazón late más rápido, la piel se vuelve más sensible al más ligero toque, y cada beso se siente como una chispa eléctrica. La mente se nubla, y los pensamientos racionales son reemplazados por una vorágine de emociones y sensaciones. Es una embriaguez que uno anhela una y otra vez, a pesar de saber que puede consumirlo por completo.

El amor aporta la dulzura y la conexión emocional, mientras que el deseo aporta la pasión y el fuego. Juntos, crean un vínculo tan profundo que parece irrompible, pero también tan volátil que puede explotar en cualquier momento. Es un equilibrio precario, pero cuando funciona, es sublime.

Sentir el amor y el deseo simultáneamente es como estar en una montaña rusa emocional. Hay altos que te hacen sentir en la cima del mundo y bajos que pueden hacer que te preguntes si podrás sobrevivir. Pero es esa montaña rusa la que puede hacer que cada momento juntos se sienta más vívido, más real.

Recordaba cómo sus miradas se encontraban con la mía y el mundo parecía detenerse. Cómo un simple roce de manos podía enviar una descarga de electricidad a través de mi cuerpo. Era una sensación que iba más allá de lo físico; era espiritual, como si nuestras almas se estuvieran tocando.

El deseo, con su fuego y urgencia, tenía el poder de hacer que el amor se sintiera aún más profundo y significativo. Y aunque sabía que esa combinación podía ser peligrosa, también sabía que era adictiva. Una vez que lo experimentas, siempre buscas volver a sentir esa intensidad, esa conexión que te hace sentir vivo.

¿Cómo podría cuestionarme el haber sentido adicción por ambas sensaciones cuando tanto Marco como Hero son inevitablemente irresistibles? Ninguno se parece al otro; son como el agua y el aceite, como un ángel y un demonio. Uno puede llevarte al paraíso, y el otro al infierno.

Marco, con su gentileza y dulzura, es como un refugio seguro. Su amor es cálido y reconfortante, como un rayo de sol en un día frío. Estar con él es como flotar en una nube, donde todo es suave y sin esfuerzo. Su presencia calma mis miedos y me hace sentir protegida. Marco es el ángel que ilumina mi camino, el faro en medio de la tormenta. Su toque es delicado, sus palabras son caricias para el alma. Con él, el amor es una melodía suave que resuena en mi corazón.

Por otro lado, Hero es el fuego que arde con una intensidad feroz. Su pasión es cruda y desbordante, capaz de consumir todo a su paso. Estar con él es como estar en una montaña rusa de emociones, donde cada momento está cargado de una energía eléctrica. Hero es el demonio tentador que despierta mis deseos más profundos. Su mirada penetrante, su voz grave, todo en él es una invitación a la perdición. Con él, el deseo es una tormenta imparable, un torbellino de sensaciones que me arrastra sin control.

La combinación del amor y el deseo resulta ser atrapante, como una droga que te envuelve y te consume. Con Marco, el amor es sereno y apacible, una conexión profunda y espiritual que nutre el alma. Con Hero, el deseo es ardiente y explosivo, una fuerza imparable que enciende cada fibra de mi ser. Ambos son tan diferentes, pero cada uno aporta algo único y adictivo.

Es esa dualidad la que me mantiene en vilo desde hace un tiempo, atrapada entre el paraíso y el infierno. No puedo evitar continuar sintiéndome atraída por ambos, como si mi corazón estuviera dividido entre la calma y la tormenta. El amor y el deseo, en su máxima expresión, son como un baile entre la luz y la oscuridad. Y aunque sé que esta adicción puede llevarme a lugares peligrosos, no puedo renunciar a la intensidad de sentirme viva, de experimentar cada emoción en su máxima potencia.

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