Cap. 20

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*Hero y Marco estaban allí, en una habitación donde la luz apenas iluminaba nuestros cuerpos y yo en medio de ellos. Mientras ambos me besaban, sentía el toque de sus manos en mi piel, como si me prendiera fuego a medida que me acariciaban y deslizaban sus manos por mi cuerpo, debajo de las sábanas. Lo que me causaban era adictivo; deseaba sentir aún más, desesperadamente, y me entregaba completamente a la vorágine de sensaciones.

Me encontraba atrapada entre ellos, sintiendo la dulzura y la pasión simultáneamente. Era una combinación tan poderosa que cada beso y cada caricia me llevaba al límite, dejándome al borde de la locura. El éxtasis del momento era tan abrumador que el miedo y la duda parecían desvanecerse. La conexión entre los tres era palpable, una sinfonía de emociones que me hacía sentir completa.*

De repente, la habitación comenzó a desvanecerse, y la sensación de sus caricias se esfumó. Abrí los ojos de golpe, mi corazón latiendo frenéticamente. La realidad se impuso, y me encontré en mi cama, el recuerdo del sueño aún fresco y palpable. Faltaba para que sonara la alarma, pero no podía continuar durmiendo después de un sueño así. Decidí desayunar y prepararme para ir a la escuela.

Comencé mi recorrido habitual más temprano. El cielo gris y nublado aún no dejaba ver la luz del día, y el viento era fresco y suave, como una caricia en mi rostro. Al entrar al aula, vi que Marco ya estaba allí sentado. Quedó sorprendido al verme mientras me dirigía a mi asiento. Se levantó, apoyado en el pupitre frente a mí, y rompió el silencio.

—Acostumbro a venir más temprano últimamente. No he logrado descansar bien desde que mi padre enfermó y vengo aquí cuando me cuesta continuar durmiendo —dijo, con las mangas de su camiseta arremangadas y las manos en los bolsillos de su pantalón negro.

—Lo lamento. ¿Qué sucede con él? Si quieres hablar de ello — esbocé con preocupación.

—Cáncer. Se lo detectaron hace unos meses y al parecer ha empeorado. Mi madre me oculta la verdad, pero es imposible no darme cuenta.

Sentí un nudo en el estómago al escuchar sus palabras. No sabía qué decir para consolarlo, pero su dolor era palpable, y quería estar allí para él.

—Debe ser muy difícil para ti —dije suavemente—. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte?

Marco me miró con una mezcla de tristeza y gratitud.

—Tú me ayudas más de lo que imaginas. —respondió, y pude ver un atisbo de alivio en sus ojos.

En ese momento, el timbre del colegio sonó, rompiendo el silencio de nuestra conversación. Marco se marchó a su asiento, mientras yo trataba de procesar todo lo que acababa de escuchar. La jornada escolar estaba a punto de comenzar, pero mi mente seguía con Marco y el peso que llevaba sobre sus hombros.

—¡Ey! ¡Hola! Llegaste más temprano que yo hoy —la voz de Evelyn me sacó de mis pensamientos.

—Sí, me levanté más temprano y decidí venir —respondí, tratando de sonar casual.

—¿Después de clases comemos juntas en tu casa? —preguntó con entusiasmo.

—Esta bien —dije dudosa, tratando de no sonar evasiva.

Planeaba visitar a Marco por la tarde, al menos en plan de amistad. Sé que está pasando por un momento difícil y él ha sido muy bueno conmigo como para no estar a su lado cuando tal vez un poco de compañía le haría bien.

Después de clases, me dirigí a mi hogar. En la puerta, Jamón me esperaba y, como siempre que me veía llegar, se volcaba de pancita en busca de unas caricias a las que no podía resistirme. Acaricié su vientre y sentí su ronroneo vibrar bajo mis dedos, un pequeño consuelo en medio de la turbulencia emocional del día. Luego llegó Evelyn. No viajábamos de regreso juntas ya que ella volvía con Hero en el auto, y yo evitaba cruzarme con él.

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