Rhaenys Targaryen y Corlys Velaryon

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La luna se alzaba sobre la bahía de Blackwater, derramando su luz plateada sobre las aguas que rompían suavemente contra las rocas. Rhaenys Targaryen se encontraba en la terraza del castillo de Driftmark, su mirada perdida en el horizonte nocturno mientras el viento jugaba con su cabello negro. Sentía la familiar urgencia en su interior, ese anhelo de libertad que solo encontraba en los cielos, montada sobre su dragona, Meleys.

De pronto, una voz familiar rompió el silencio de la noche.

—Siempre que te busco, te encuentro con esa misma mirada —dijo Corlys Velaryon, acercándose desde las sombras—. Como si el cielo te llamara.

Rhaenys giró la cabeza, una sonrisa juguetona curvando sus labios.

—¿Y acaso no es así? —respondió, con un brillo travieso en los ojos—. El mar es tu dominio, Corlys, pero el cielo es mío. Me pregunto si alguna vez podrás seguirme allí.

Corlys sonrió, deteniéndose a su lado, su capa ondeando con la brisa.

—Podemos volver juntos a los confines de la tierra —sugirió, su tono suave pero cargado de significado—. Aunque admito que llegarás antes... volando.

Rhaenys soltó una carcajada ligera, pero llena de calidez.

—Así es —dijo, acercándose a él—, porque nada se compara con la libertad de los cielos. Meleys me lleva más rápido de lo que cualquier barco podría.

Corlys la miró con admiración, su rostro iluminado por la luz de la luna.

—Entonces, ¿debo esperar a que regreses de tus vuelos para tenerte a mi lado?

—No —contestó ella con firmeza, pero con una ternura que ablandaba su respuesta—. No esperes, Corlys. Tú navegas por los mares, y yo surco los cielos. Pero siempre, al final del día, regresamos el uno al otro.

Corlys extendió una mano, tomándola por la cintura y acercándola a él.

—Siempre —murmuró, sus ojos profundos buscándola, como si tratara de leer los secretos que guardaba su corazón.

—Pero esta noche —continuó Rhaenys, susurrando cerca de su oído—, quédate conmigo bajo las estrellas. Dejemos que el mar y el cielo sean solo espectadores de nuestro amor.

—¿Y qué es lo que deseas, princesa? —preguntó Corlys, sus labios curvándose en una sonrisa seductora.

—Quiero que esta noche olvidemos todo lo demás —respondió ella, con una mirada intensa—, y recordemos lo que significa ser libres. Como en nuestros días más jóvenes.

Corlys asintió, acercándose aún más, sintiendo el calor de su piel contra la suya.

—Entonces volaremos juntos —prometió—, aunque tú me lleves por los cielos y yo te guíe por los mares.

Sus labios se encontraron en un beso que sabía a sal marina y viento, lleno de amor y de promesas que se extendían más allá de cualquier horizonte. Bajo las estrellas, mientras el viento jugaba entre ellos y el mar susurraba historias de aventuras, Rhaenys y Corlys encontraron en ese momento una eternidad que pertenecía solo a ellos.






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Alguien me habia hecho este pedido, pero no encuentro su usuario.

Espero les guste.

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