Primogénita -Maegor Targaryen.

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Había una vez en los Siete Reinos, en la época de los dragones y los reinos enfrentados, un poderoso linaje conocido como los Targaryen. Entre ellos se encontraba Maegor Targaryen, un hombre de semblante fiero y determinado, que llevaba en su sangre la ferocidad y el fuego de los dragones.

Maegor era el tercer hijo del rey Aegon el Conquistador y primer hijo de su hermana-esposa, Visenya Targaryen. Desde temprana edad, Maegor demostró ser un guerrero valiente y habilidoso, así como un estratega nato. Su presencia imponente y su habilidad en el combate le ganaron el apodo de "Maegor el Cruel".

Sin embargo, a pesar de su reputación de hombre duro y despiadado en el campo de batalla, Maegor guardaba un secreto en su corazón. Desde que era un niño, se había enamorado de su hermanastra Viserra Targaryen, la primogénita de Aegon y Rhaenys. Viserra, a diferencia de Maegor, era de una belleza suave y cautivadora, con cabellos plateados y ojos violetas, típicos de su linaje.

Viserra creció sin el amor y la guía de su madre, quien había sido asesinada hace años por los habitantes de Dorne. A medida que se acercaba a la edad adulta, las dudas comenzaron a aflorar en su mente. La tradición de los Targaryen establecía que la Casa era regida por el primogénito, sin importar el género. Viserra estaba destinada a convertirse en la heredera del Trono de Hierro, pero también estaba comprometida en matrimonio con su medio hermano, Maegor.

Haber crecido sin una figura maternal, porque por más que Visenya ama a Viserra -quien fue llamada así en honor al amor que su madre sentía por su tía- no es una mujer maternal, no la especie de figura materna que la joven necesito.

—Lo mejor de mi matrimonio con tú padre siempre ha sido luchar juntos, amaras luchar junto a Maegor.

Pero no sería así, o no al principio, pues la princesa odia lo que es el derramamiento de sangre, incluso esa es una de las razones por las que se casara con Maegor y no con Aenys.

La puerta de los aposentos se abre y ambas mujeres Targaryen pueden ver como Maegor camina hacia su prometida. Su cuerpo estaba cubierto por una leve capa de sudor tras haber estado entrenando desde que amaneció, preparándose para cuando llegara el momento de una batalla y de reclamar un dragón.

—Madre. Prometida.

—Los dejo —se despide Visenya con un asentimiento.

Las sirvientas por orden del Rey no podían dejar a los príncipes solos, pues ya habían intentado consumar su matrimonio antes de tiempo, pero los alcanzaron a pillar.

Maegor agarra de las mejillas a Viserra y presiona sus labios contra los de ellas en un beso duro y brusco. Empieza a bajar sus manos hacia la cintura de la joven manoseándola en el camino. Viserra se separa con una sonrisa y un gran sonrojo sobre sus mejillas, por más que le gustará sabía que luego se molestaría por no poder hacer mucho más.

—Nos casamos en unas horas, espera unas horas.

—Son una eternidad, te deseo ahora...—intenta besarla, pero ella se aleja.

Maegor nota como su cuerpo está cubierto por un suave vestido blanco, de esos típicos que las damas usan por debajo de la ropa. Su cabello esta mojado y con leves ondulaciones. Puede notar el aroma exótico que tiene, producto de las esencias de baño que adquiere de las Ciudades Libres.

—Ve a bañarte, y empieza a alistarte para la boda. Balerion, Vaghar, Azogue y Ivnyr estarán presenciando nuestra unión, dos dragones conquistadores y dos dragones jóvenes, ¿no es algo asombroso?

—Asombroso será cuando nos casemos y ponga a mis hijos en tú vientre, tendremos un ejército de dragones.

—Vete a alistarte —insiste Viserra bastante acalorada —Ve.

Maegor asiente con una sonrisa divertida para darle un corto beso a su prometida y salir del lugar.

Las sirvientas comparten un par de miradas con los guardias, pero se detienen tras una mirada amenazadora del príncipe, sabía que luego empezarían a rumorear.

Viserra, la heredera de la Casa Targaryen, esperaba ansiosa mientras le presentaban su atuendo valyrio. El vestido, hecho de seda blanca pura, estaba adornado con pequeños detalles en negro y rojo, evocando los colores distintivos de su linaje.

Las telas fluían elegantemente alrededor de su figura, realzando su belleza radiante. Delicados bordados de hilos negros y rojos dibujaban antiguos símbolos valyrios a lo largo del escote y los puños. Un cinturón de cuero negro con una hebilla plateada se ajustaba perfectamente a su cintura, acentuando su gracia natural.

Cuando Viserra se miró en el espejo, se quedó sin aliento. Vestida con el blanco impecable, los detalles oscuros y los toques de rojo, se veía como una verdadera reina valyria. Era una visión de elegancia y poder, lista para asumir su destino como heredera del Trono de Hierro y defender la grandeza de su Casa.

Con cada paso, el vestido blanco se movía en armonía, dejando una estela de belleza y majestuosidad a su paso. Viserra se sentía imbuida de la esencia misma de la antigua fe Valyria, una reina orgullosa y feroz que estaba lista para conquistar cualquier desafío que se le presentara.

Pero no era así, no es una reina todavía ni una conquistadora. Suspira nerviosa al ver la salida del castillo de Rocadragón. Un septo había venido para legalizar la unión valyria a la fe de los siete, en un momento se negaron, pero tras sentir el calor que emanaba un bostezo de Vaghar corrieron a un barco para zarpar hacia Rocadragón.

Camina hacia el lugar donde se realizaría la ceremonia encontrándose con Maegor y el señor que los casaría. Los invitados ya llegaron, por lo que la ceremonia inicio.

Viserra miraba a Maegor con ojos llenos de amor y una leve inquietud. Sabía que Maegor llevaba consigo una reputación feroz, pero en el fondo de su ser, confiaba en que había encontrado en él a alguien que podría protegerla y amarla.

Maegor, con su mirada intensa y su espíritu audaz, también sentía la intranquilidad que acechaba en su interior. Sabía que era conocido por su crueldad, pero la presencia de Viserra en su vida había suavizado las asperezas de su corazón. Por primera vez, experimentaba un amor profundo y sincero.

El ritual valyrio comenzó con el corte en sus labios inferiores, un acto que simbolizaba la unión de sus palabras y promesas. La sangre brotaba como un recordatorio tangible de su compromiso el uno hacia el otro. Luego, posaron sus dedos ensangrentados sobre sus frentes, marcando simbólicamente sus almas entrelazadas.

El siguiente paso fue cortar las palmas de sus manos, dejando caer el líquido carmesí en una copa dorada. En ese momento, sus heridas se convirtieron en un tributo al vínculo que estaban forjando. Sus manos cortadas se unieron, envueltas en una venda blanca con detalles negros y rojos, una representación tangible de su unión.

Mientras sostenían la copa en sus manos libres, sus miradas se encontraron en un momento de complicidad y confianza. Bebieron juntos del cáliz, permitiendo que su sangre se mezclara, sellando así su unión eterna. En ese instante, en medio de aquel antiguo ritual, los temores y dudas se disiparon, dejando paso a una conexión profunda y sagrada.

Concluida la ceremonia, el beso final selló su compromiso ante los ojos de todos. En ese gesto, Maegor demostró que el amor también podía encontrar su camino en un corazón que había sido marcado por la crueldad. Viserra sintió la ternura en aquel beso, un destello de esperanza que iluminó su existencia.

Le sorprendió el hecho de que no fuera un beso demandante como los otros, sino uno dulce y quizás hasta inocente.

La boda valyria de Maegor y Viserra fue un testimonio de que, a pesar de las apariencias y las etiquetas impuestas, los corazones pueden encontrar el amor y la redención en los lugares más inesperados. En un mundo lleno de oscuridad y violencia, el vínculo entre ellos floreció con fuerza, desafiando las expectativas y cimentando un amor duradero que trascendería el tiempo y las pruebas que aún estaban por venir.

One shots de ASOIAF (Pedidos abiertos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora