#1 (parte dos)

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Ramón había llegado 30 minutos antes para recorrer la escuela, caminó por los pasillos llenos de alumnos, el bullicio era tal que le molestaba, no era que no le agradaran las personas pero prefería el silencio y la tranquilidad.

Al cabo de un rato se detuvo en la biblioteca, el olor a madera y tinta de impresión se apoderó de él cuando entró, los rayos del sol entraban con intensidad bañando la habitación de una resplandeciente luz dorada. Se acomodó en una silla que crujió al momento de apoyarse, parecería que nunca las hubiesen usado, como si estuvieran abandonadas y desgastadas por el paso del tiempo, a su lado se alzaba un mueble con libros de todo tamaño, desde enciclopedias hasta libros pequeños, se tomó un tiempo para leer los títulos, hasta que el azote de la puerta llamó su atención, provocando un sobresalto.

–Uff, estuvo cerca– se escuchó desde el otro lado de la habitación.

Ramón giró en dirección de aquella voz, su mirada se encontró con un chico que estaba recargado en la puerta, llevaba una sudadera gris, pantalones de mezclilla y unos tenis blancos, su cabello era blanco y platinado, un rasgo poco común y muy peculiar.

–Oh vaya, creí que estaría solo aquí– dijo el extraño.

Ramón no dijo nada, los últimos 2 años se relacionaba solo con amigos de su padre, gente mayor de la cual aprendió mucho. Nunca fue sociable con los de su edad, prefería mantenerse lejos y evitar una conversación.

–¿Eres nuevo?, ¿Qué edad tienes amigo? – le preguntó en desconocido mientras caminaba hacia él.

–Si, t-tengo 18– respondió sintiendo la lengua enredada, seguro se debía a los nervios del momento.

–Igual que yo amigo– el platinado se sentó frente a él y continuó hablando. –¿No deberías estar terminando la escuela? Digo, alguien de tu edad ya estaría graduado.

Un atisbo de sonrisa se asomó en los labios de Ramón.

–Mi padre maneja un empresa y durante 2 años fui su aprendiz, luego decidió que debía retomar mis estudios.

–Vaya– asintió el contrario desviando la mirada a su alrededor, el lugar silencio era palpable, incluso se podía escuchar el sonido de una mosca al volar. –¿Por qué estás aquí? 

–¿A qué te refieres? –frunció el ceño.

–Bueno, por lo general nadie viene a la biblioteca en su primer día, es muy... aburrido– arrastró las palabras mientras de relajaba su cuerpo sobre la silla.

–Solo recorría el lugar– se encogió de hombros y pasó las manos por debajo de la mesa, crujía sus dedos igual que su padre lo hacía cuando estaba nervioso.

–¿En qué salón estás? –preguntó el extraño al cabo de unos segundos.

–Creo que es el C15– dijo mirando hacía él papel que le habían entregado, lo mostró al platinado y enseguida éste sonrió.

–Que afortunado, estamos en el mismo.

–Creí que eras mayor– Ramón lo miró confundido pues había dicho que tenía la misma edad que él, lo que debía suponer que estaba por terminar la escuela.

–¡Na! Reprobé los dos últimos años, digamos que… la escuela no es lo mío.

Ramón asintió, bajó la vista hacia su reloj y notó que faltaban 5 minutos para que las clases comenzaran.

–Oye creo que aún no se tu nombre.

–Soy Ramón– extendió su mano en forma de saludo, con una sonrisa poco visible.

Tenías que ser túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora