Mi debilidad

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Ramón 

Ha pasado una semana desde mi encuentro con el bombón rosa y no he podido dormir desde entonces.

Veo sus ojos al cerrar los míos, su intensa mirada, desafiandome, con esos destellos rosas que me causan un revuelo en el estómago. 

Mi vida cambió al verla de nuevo, mis sentimientos por ella, aquellos que me empeñaba en enterrar, han vuelto. 

Mi mente está en constante conflicto, pienso en Guinevere y en los años que he compartido a su lado, realmente ha sido un apoyo para mi y una chica que estimo demasiado, pero mi cariño hacia ella jamás podrá compararse con el amor que siento hacia Poppy. 

Ella fue mi primer amor, ella conoce todo de mí, incluso más que yo y eso me resulta escalofriante. 

Se lo que tengo que hacer, lo que es correcto, estar con Guinevere y respetarla por que es ella con quien estoy ahora, tengo que dejar el pasado a un lado y concentrarme en ella, en la atención que se merece y el afecto que le tengo. 

El día de hoy volveré a la empresa, comenzaré mi trabajo como presidente, no será oficial hasta que Juliette lance su nueva colección, lo cual será pronto y debo estar listo, sin embargo, tengo miedo de ir y no verla ahí, miedo de que mi amenaza pudiera alejarla. 

El simple hecho de pensar que puedo perderla de nuevo me arrebata el sueño, me destroza y me siento débil ante la idea de estar lejos de ella. 

Otra vez. 

Pero ella no me quiere cerca, me lo dijo aquel día en el fuego que crecía en su mirada, en su tono de voz al hablarme y dejar muy en claro que no soy nadie para ella, cuando ella lo es todo para mí. 

Al verla creí que tal vez las cosas serían como antes, pero ahora no hay más que odio en sus acciones, en sus labios que me resultan difíciles de evitar, de no ceder ante lo tentativos que son. 

–¿Amor, me estás escuchando? –La voz de Guinevere me atrae de vuelta y me recuerda donde estoy. 

–Lo siento mucho cariño– le sonrió con nerviosismo e intento concentrarme de nuevo en ella. 

–Te decía que si este te gusta– da una vuelta y el vestido se mueve junto a ella, la tela es color hueso y resalta sobre su piel bronceada, tiene plumas qué le rodean los hombros y la tela se ajusta a su cuerpo, hasta caer al suelo con una pequeña abertura al costado. 

–Sí, en definitiva deberías llevar ese– sonrió y ella parece satisfecha con mi comentario. 

–Sí te gusta lo llevaré– me guiña un ojo y desaparece hacia el probador. 

Es costumbre que acompañe a Guinevere a probarse los atuendos para eventos importantes, le encanta que la adule y le recuerde lo hermosa que se ve, y yo, me alegro de hacerla feliz. 

Sale del probador con siete vestidos en la mano y se dirige directo a la caja, yo ruedo los ojos y la sigo, los coloca en el mostrador y acto seguido saco mi tarjeta para pagarlos. 

Me gusta comprar cosas para ella, pero a veces es un poco excesiva, sobre todo cuando se trata de ropa. 

Me besa la mejilla y suelta un chillido de emoción cuando le han entregado las bolsas con sus compras dentro. 

De camino a su casa conversamos sobre lo bien que le quedaba cada prenda y me recuerda que nos veremos después en la empresa. 

 
Una vez llegamos me besa en los labios y me aseguro de que entre a su hogar, para después conducir al mio. 

Tenías que ser túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora