–Hola muchacho– la voz imponente de Peppy lo hizo levantar la mirada.
–Buenas noches señor– un atisbo de sonrisa se formó en su rostro, trataba de mantener un perfil serio.
–Ahora viene Poppy– mencionó el enorme hombre, mirando con atención al chico que tenía al frente. –Así que, cenaran en tu casa, ¿no?
–Así es señor, mi familia estará con nosotros– remarcó las últimas palabras, mirándolo directo a los ojos. “Adelante, ponme a prueba” pensaba el pelinegro mientras veía al papá de Poppy, sus palabras eran seguras, su postura erguida y un perfil elegante.
–Es bueno saber… – en ese momento apareció Poppy detrás de su padre, la seriedad de Peppy se derrumbó al ver a su pequeña. –Te ves hermosa princesa
–Gracias papá– su voz era suave y tranquila, enseguida, un aroma conocido envolvió el aire, miró en dirección a la puerta, entonces su corazón se aceleró al ver al pelinegro, sus ojos azules, profundos, su cabello desordenado se movía con el aire frío de la noche, sus labios, con una sonrisa que provocaba un escalofrío en su cuerpo.
–¿Nos vamos? –preguntó el pelinegro.
Poppy asintió y se despidió de su padre, antes de cruzar la puerta los llamó a ambos.
–Te espero aquí a las 11 Poppy, no más– ordenó Peppy, fijó su mirada hacia Ramón. –A las 11– repitió firme.
–Por supuesto señor– asintió con la cabeza y enseguida se escuchó el golpe de la puerta al cerrarse.
Una vez solos, Ramón se tomó un tiempo para admirar a la chica, su cabello estaba atado en una coleta, con algunos mechones a los costados qué caían sobre sus hombros. Llevaba una falda tinta de terciopelo, una blusa negra que cubría sus brazos pero dejaba a la vista sus hombros, las medias negras se escondían bajo unas botas negras, las cuales la levantaban apenas unos pocos centímetros.
Al terminar el recorrido fijó la vista en sus ojos, el brillo rosado se oscurecía bajo la luna, sus labios estaban ligeramente apretados debido a los nervios, lo que provocó una sonrisa por parte de Ramón.
–Estás preciosa– su voz ronca le izo sentir un escalofrío agradable.
Poppy sonrió con vergüenza, desvió la mirada hacia donde estaba el vehículo del pelinegro y su rostro cambió por uno de pánico.
Ramón notó su reacción, sin querer desviar la mirada de aquella chica, se volvió en dirección a Gary, soltó una risa al ver el motivo de su angustia.
–Me pareció un buen momento para que por fin conozcas a Gary– la rosada lo miró, sus ojos estaban llenos de miedo. –Oye– habló Ramón en un tono dulce, tranquilizante. –No te va a pasar nada, ¿de acuerdo? –recogió con delicadeza un mechón rosa detrás de su oreja, bajó su mano, haciendo un camino desde su mejilla hasta llegar a su mentón. –¿Confías en mí?
El miedo se disipó al escuchar sus palabras, se concentró en el contacto de su mano, la cercanía que mantenían y el aroma a pino que envolvía sus sentidos.
Asintió muy despacio, el calor en su barbilla se esfumó, pero no por mucho, Ramón la tomó de la mano, guiándola hacia el vehículo.
Poppy observaba como el pelinegro se acomodaba, de pronto abrió los ojos al darse cuenta de que su ropa no era muy apropiada, no para subir a una moto.
–Ah, Ramón– la inseguridad en su voz era evidente.
–¿Sí? –levantó la mirada hacia ella, pero no hubo respuesta. Poppy pasó sus manos sobre su falda, esperando que entendiera su movimiento. –¡Ouu! –mencionó comprendiendo su inquietud. Pensó unos segundos antes de que una sonrisa se dibujara en sus labios. – Entiendo, ven, tengo una idea– extendió su mano y la atrajo con cuidado hacia él.
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Tenías que ser tú
RomancePoppy Kendrick de 16 años, una joven alegre y optimista. Ramón Timberlake de 18 años, un chico inteligente y decidido. Ambos se conocen en la preparatoria y se enamoran uno del otro, pero por cosas del destino sus caminos se separaran. Años más tard...