La semana de recuperación de John había pasado, su cerebro se recuperó al cien por ciento, se encontraba de vuelta en su hogar, mas ya no era el mismo de siempre, vivía con miedo de volver a ser lastimado.
Un fresco lunes por la mañana, el olor a café inundaba la cocina, preparar aquella bebida caliente, le provocaba paz, una sensación que constantemente necesitaba.
El sonido de la guitarra proveniente del piso de arriba no encajaba con su atmósfera de relajación, pues al parecer su hijo estaba teniendo problemas.
Decidió subir para averiguar qué sucedía allá arriba.
Al entrar en la habitación, escuchó con más claridad, tal vez su guitarra no estaba del todo afinada, o quizás los acordes no encajaban con la melodía, era evidente, algo estaba mal.
Ramón estaba frustrado, a punto de explotar en uno de sus arranques de ira cuando escuchó la voz serena de su padre.
–Estas tocando en otro tono– le indicó.
Ramón dirigió su mirada hacia John.
–Lo sé– afirmó en voz baja.
–Déjame ayudarte– se acercó hacia el menor, tomó las partituras y las analizó por unos minutos, sus ojos se desviaron hacia las letras grandes y negritas, en las que se leía el nombre de la canción. Enseguida, una sonrisa burlona se dibujó en sus labios. –¿Una canción de amor, eh? –se burló mientras veía a su hijo.
El pelinegro abrió los ojos con vergüenza.
–No es lo que crees– se excusó, sus mejillas estaban rojas.
–¡Vaya campeón! Parece que no perdiste el tiempo mientras yo estaba en el hospital, ¿no es así? –mencionó golpeado su hombro.
–Por favor papá, no sigas– expresó muy avergonzado con las manos cubriendo su cara.
Al ver a Ramón en ese estado John comenzó a reír, provocando qué el pelinegro se incomodara más.
–Lo siento campeón– habló tratando de recuperar el aire. –Mejor dime, ¿Cómo se llama mi futura nuera?
Al escuchar eso, el pelinegro rodó los ojos, no podía soportar las burlas de su padre, aunque fueran inocentes y sin intención de hacerlo sentir mal.
–Tranquilo no te molestare más– mencionó con una sonrisa, tomó una silla qué estaba cerca y se sentó a un lado de él. –Ahora… sobre la canción, no está mal pero tienes que–
–Poppy– le interrumpió Ramón.
–¿Qué? –cuestionó John frunciendo el ceño.
–Se llama Poppy– mencionó rápidamente y sin mirarlo.
John sonrió al sentir la confianza de su hijo.
–Lindo nombre– mencionó en un tono más relajado. –Me gustaría conocerla, ¿por qué no la invitas a cenar mañana?
Ramón soltó una pequeña risa.
–Todavía nos estamos conociendo papá, no quiero asustarla
–¿Asustarla? ¡Qué tontería!... – expresó negando con la cabeza. –Tienes que ser directo hijo, a las mujeres no les gustan los hombres inseguros, además,
eso no fue lo que yo te enseñe
–Ya lo sé. La cosa es que… las palabras no me salen cuando estoy con ella, es por eso que intenté escribirle una canción
ESTÁS LEYENDO
Tenías que ser tú
RomancePoppy Kendrick de 16 años, una joven alegre y optimista. Ramón Timberlake de 18 años, un chico inteligente y decidido. Ambos se conocen en la preparatoria y se enamoran uno del otro, pero por cosas del destino sus caminos se separaran. Años más tard...