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En un lugar apartado de la ciudad se encontraba Ethan Gray, mejor conocido como "Scarface", líder de la mafia.

La oficina estaba decorada con lujo, las grandes ventanas alumbraban el espacio, el escritorio estaba hecho de madera de caoba al igual que los muebles. Se apreciaban tonalidades grises, negras y ligeros toques de oro en la habitación.

Hace un año el señor Gray prestó a John Timberlake 5 millones de pesos, John parecía ser un hombre confiable, pero desafortunadamente no cumplió  con los pagos.

–Señor, aquí está el expediente– habló uno de sus hombres. 

–Dejenme solo– ordenó con voz grave.

–Por supuesto señor.

Ante él se encontraba el expediente de John y su familia, con detenimiento comenzó a leer, en la primera página se encontraba su esposa, una hermosa mujer que vivió poco. Al dar vuelta se encontraba una foto de la señora Rosiepuff, madre de John, no había mucho sobre ella, una simple anciana que vivía bajo el cuidado de su hijo, pero lo que llamó su atención fue quien se encontraba en la última página. 

–Ramón Timberlake Brown– leyó en voz alta. –18 años, autodidacta, receptivo, leal, resolutivo… –continuó leyendo las cualidades que se destacaban en su expediente, le pareció interesante para su corta edad, tal vez podría sacar provecho de sus habilidades. 

–Ya veo por qué lo cuidas tanto John– río mientras una idea cruzaba por su mente. –El muchacho tiene potencial– sonrió para sí mismo de manera siniestra, continuó leyendo más sobre el mencionado. Tenía grandes ideas en mente, solo debía esperar a que todo saliera como lo había planeado. 

(…)

La habitación estaba oscura, pequeños rayos de luz se filtraban a través de la cortina. Ahí se encontraba Poppy, sus ojos ardían debido al maquillaje en ellos, su vestido estaba arrugado y su cabello enredado.

El silencio de la habitación se quebró debido a unos golpes en la puerta. 

–¿Poppy?, cariño voy a pasar– se escuchó del otro lado. 

Al entrar, la preocupación de Ana creció al verla envuelta entre cobijas, con sus brazos abrazando sus piernas, el movimiento de las sábanas indicando su respiración era lo único que observaba. 

–¿Poppy? –la llamó de nuevo, hacercandose a ella. 

–Por favor mamá, no quiero hablar– expresó con dificultad, pues su voz era quebradiza. 

–Mi pequeña amapola, ven aquí– descubrió su rostro y tomó sus manos atrayendo la hacia ella.

Poppy no opuso resistencia, necesitaba el cariño maternal, comenzó a llorara en los brazos de Ana, sus últimas lágrimas se derramaron por minutos, la paz que transmitía su madre era inexplicable, quería permanecer así durante horas, más las voz de Ana la llamó de nuevo. 

–¿Qué pasó anoche? –preguntó. 

La rosada se separó un poco limpiando sus ojos.

Le contó con dificultad y a detalle lo que había ocurrido con Arroyin, su madre la escuchaba con atención, experimentaba su primera desilusión amorosa. Después de unos minutos Poppy finalizó. 

–Oh cariño– dijo mientras acariciaba su cabello. –Aún eres un capullo mi pequeña amapola, se que hay alguien que te querrá y cuidara como mereces– expresó con ternura. 

Ambas se abrazaron por unos instantes, la menor sentía cómo el hueco de su corazón se llenaba mientras Ana repartía caricias desde su cabello hasta su espalda. 

Tenías que ser túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora