La semana comenzó. El sol salía, iluminando todo su alrededor, se escuchaba el agradable sonido del aire recorriendo las calles de la ciudad. El día era perfecto y…
–¿Es enserio?
Autora: ¿Qué?
–¡Ni que fuera sábado!
Autora: ¿Y?
–Es lunes. Los lunes no suenan así
Autora: *suspira pesadamente* Bien Diamantino, vamos de nuevo *se aclara la garganta e inicia otra vez*
La semana comenzó. Las nubes se juntaban entre sí escondiendo el sol, evitando los cálidos rayos de este. La lluvia caía con suavidad. En las aulas, los alumnos se encontraban aburridos, las ventanas empañadas opacaban el espacio, el sonido de la lluvia era más interesante que la clase, excepto, para uno de los estudiantes.
Ramón, quien permanecía en su asiento, atento a las palabras de la señorita Hargreeves. La clase de matemáticas era de sus favoritas, la mayoría pensaría que es aburrida, pero no para él.
De pronto, los golpes en la puerta hicieron que la señorita Hargreeves se detuviera.
–Buen día jóvenes estudiantes– se trataba de una de las secretarias de las escuela. –Lamento interrumpir su clase, vengo para informarles que las inscripciones a los talleres ya están abiertas. La lista estará en el patio central, pueden inscribirse durante su horario de receso. Gracias y compermiso profesora– finalizó para retirarse del salón.
Todos asintieron y la clase continuó.
–¡Ps!... Bro ¿Ya sabes a qué taller te vas a inscribir? –susurró Diamantino.
–No lo sé– respondió el pelinegro sin mucho interés.
–Creo que iré al taller de yoga, o tal vez al de artes. Aunque el de literatura también me interesa. – continuó hablando sin prestar atención a la expresión de Ramón, el cual comenzaba a molestarse, pues no podía escuchar con claridad la clase. –Dicen que hay muchas chicas lindas… – miró al contrario con una sonrisa coqueta, pero su expresión se borró al ver a Ramón, quien sostenía un lápiz entre sus manos, lo apuntó hacia él y lo partió en dos. –Esta bien, ya entendí.
Dicho esto guardó silencio por el resto de la clase. Las horas transcurrieron con normalidad, era momento del receso, ambos fueron hacia el patio central, donde había una gran fila, casi rodeando el enorme patio.
–¿Por qué mejor no nos inscribimos mañana? –se quejó Edwards.
–Si lo hacemos, no habrá talleres disponibles– respondió con obviedad, integrándose a la fila.
–¡Agh! Tú ganas– suspiro resignado mientras se ponía detrás de él.
Pasaron alrededor de 30 minutos, su turno había llegado. Ramón miraba con asombro la cantidad de talleres que ofrecía la escuela. Danza, teatro, artes, yoga, robótica, poesía, tecnologías, protección civil, ajedrez y fotografía, eran algunos de los talleres que se leían en la hoja. Pero uno en particular llamó su atención, el cupo estaba casi lleno, se podían leer los nombres de los desconocidos que asistirían al taller. Al leer con detenimiento, pudo reconocer a una persona, sin pensarlo dos veces se inscribió al curso y espero a que Diamantino eligiera.
El mencionado no dudó ni un segundo y apuntó su nombre debajo del pelinegro, sin importar qué taller fuera.
Ambos caminaron de regreso al salón, los talleres comenzarían el mismo día, a la última hora.
(…)
–¿¡Qué hizo que!?
–¡Shh! Por favor Suki, baja la voz.
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Tenías que ser tú
RomancePoppy Kendrick de 16 años, una joven alegre y optimista. Ramón Timberlake de 18 años, un chico inteligente y decidido. Ambos se conocen en la preparatoria y se enamoran uno del otro, pero por cosas del destino sus caminos se separaran. Años más tard...