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Las semanas pasaron rápidamente, entre exámenes, tareas y ensayos para el proyecto del maestro Chaz. 

La relación entre Poppy y Ramón crecía con el pasar de los días, ambos eran buenos amigos. Constantemente Ramón acompañaba a la rosada a su hogar, lo cual a ella le agradaba, sin embargo, pensaba que lo hacía por simple amabilidad. Poppy podía ser muy ingenua para descifrar las pequeñas señales que el pelinegro le mostraba. La rosada quería a Ramón como un amigo, incluso como un mejor amigo, tenía un gran aprecio y cariño hacia él, pero era bastante torpe como para darse cuenta de sus propios sentimientos. 

Había pasado un mes desde el incidente de John, Ramón se quedaba en la noche y durante la mañana junto a su padre en el hospital. Sus ojos anteriormente azules, se tornaron rojos y débiles, pues permanecía despierto en las madrugadas. 

El estado de John era normal, sin embargo, no había mejora. Aún no sabían la causa del por qué estaba así, las marcas de agresión eran evidentes, pero desconocían a las personas que lo habían lastimado. 

Su abuela se quedaba en casa, su edad no le permitía moverse demasiado, pero ayudaba a Ramón a mantenerse tranquilo y positivo, algo que le resultaba difícil, pues su angustia a veces pesaba más.

Rosiepuff había insistido en qué debía dormir esa noche en su hogar, pues en el hospital, se quedaba sentado en un sillón, lo cual provocaba intensos dolores en su espalda. 

El pelinegro accedió. 

Era viernes por la noche, todo estaba en silencio en su habitación. La luz proveniente de una pequeña lámpara era lo único que alumbraba el espacio, ahí se encontraba él, el sueño pesaba en sus ojos, sin embargo, se empeñaba por terminar su pequeño regalo. 

Colocaba cuidadosamente las diminutas piezas de vidrio, dándoles forma. Su manos temblaban al hacerlo. Medía sus movimientos, pues un ligero descuido y el accesorio se rompería. 

Estaba tan ocupado, que no notó cuando su abuela entró en la habitación.  

–¿Qué haces, mi niño? –preguntó de repente. Llevaba puesta una mascarilla y un antifaz para dormir en su cabello. 

Ramón gritó al verla, pues la oscuridad de la habitación daba una perspectiva tenebrosa del aspecto de Rosi. 

–¡Abuela! ¿Podrías tocar la próxima vez? –habló mientras el color volvía a su pálido rostro. 

–¿Tocar? –respondió incrédula. –Se supone que deberías estar dormido jovencito. Son las 4 de la mañana.

Ramón abrió los ojos con sorpresa, miró hacia el reloj, comprobando la hora.

–Lo siento, perdí la noción del tiempo– mencionó frotándose un ojo. –Espera– miró de nuevo a la mayor. –¿Tú qué haces despierta?

Rosiepuff rió ante su pregunta.

–El cuidado de la piel es importante cariño– respondió mientras tocaba la mascarilla delicadamente. 

El pelinegro negó con una sonrisa.

–Solo limpio esto y me voy a dormir– habló mientras colocaba el pequeño objeto en una cajita. 

–¿Un regalo? –preguntó Rosi con curiosidad. 

–Amm… sí– respondió guardándolo rápidamente.

–Y, se puede saber ¿Para quién es? 

Ramón la miró dudoso. Suspiró sonoramente sentándose en su cama. 

–Hoy es el cumpleaños de Poppy– soltó en voz baja, sin tantos rodeos. –Me invitó hace tiempo, pero, no estoy seguro de ir– se encogió de hombros mirándola con angustia. 

Tenías que ser túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora