Poppy
Me desperté con el sonido de la alarma bajo mi oreja, la insoportable música consiguió que me levantara de golpe.
Desde que mi mamá se enfermó ya no viene a despertarme y darme los buenos días, así que ahora tengo que ignorar la idea de azotar el celular contra el suelo.
No es raro que mi cabello este desordenado, al parecer le gusta jugar a enredarse mientras duermo, suspiro resignada por tener que salir de las suaves cobijas qué me piden a gritos que me vuelva a envolver.
Voy directo al baño para lavarme la cara y despertarme por completo, o al menos eso me digo mientras mojo mi cara con el agua helada. La temperatura ha bajado como si estuviéramos en el polo norte, falta poco para que salgan cubos de hielo en lugar del agua que ahora gotea de mi rostro.
Hoy debe ser un buen día, necesito un trabajo, mi padre ha estado trabajando turnos dobles e incluso extras para pagar los medicamentos de mamá, su enfermedad es muy rara, los doctores dicen que hay pocos casos como el suyo, así que debemos atenderla cuando lo necesite.
Me miro en el espejo y soy consciente de lo mucho que mi cuerpo ha cambiado, mi cabello es más largo y en general ya no soy tan flacucha, por lo menos ahora sé dónde empieza y termina mi cintura.
Sonrió al ver mi aspecto “formal”, una palabra que para nada va conmigo, mi vida no está hecha para la elegancia, y ahora estoy aquí, parada con un conjunto azul que me hace ver más grande de lo que soy.
Acomodó mi cabello por enésima vez en esta mañana, los molestos mechones salen de la improvisada coleta qué logre hacerme, bien sabe mi mamá que nunca tuve talento para la peluquería.
Bajo por las escaleras mientras los recuerdos de mi infancia en esta casa se pasean por mi mente, la casa en la que he vivido desde que tengo memoria y la que ahora no es más que un hogar a punto de derrumbarse por el paso de los años.
–Buenos días princesa– el apodo hace que los ojos se me nublen, el hombre con el que aprendí a bailar, luchar y tener seguridad sobre mí misma, está sentado en su sillón favorito, bebiendo café como cuando era solo una niña.
–Buenos días papá– sonrió y me acerco para darle un beso en la mejilla, pero mi mano se escabulle en el plato con galletas qué están a su lado y logra hurtar una.
–Te ves tan pequeña que no me creo que tengas 23 años– el simple hecho de escuchar mi edad me provoca ahogarme con la galleta. Es vergonzoso que a estas alturas siga viviendo con mi padres.
–¿Y mamá? –pregunto incapaz de seguir la conversación.
–Está en la cama, ¿podrías llevarle sus medicamentos? Tengo que ir a trabajar
–Por supuesto, yo me encargo.
–¿Qué haríamos sin ti? –su tono cálido y el beso en mi mejilla me provoca un cosquilleo, me dirijo a la cocina para dar con la interminable lista de medicamentos que mi madre debe tomar a diario, la negatividad quiere golpearme pero no se lo permito, mamá estará bien.
<<Sí, mamá estará bien>>
Cuando por fin tengo entre las manos las 8 cápsulas me encamino por el pasillo hasta dar con su habitación, es un recorrido que conozco y realizo siempre en la mañana.
–Mi linda amapola– su voz es débil y me provoca un temblor en las piernas. –Mira lo bonita que estás
–Gracias mamá, te traje esto– señalo las pastillas y un vaso con agua que, por lo regular, siempre tiene a un lado.
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Tenías que ser tú
RomancePoppy Kendrick de 16 años, una joven alegre y optimista. Ramón Timberlake de 18 años, un chico inteligente y decidido. Ambos se conocen en la preparatoria y se enamoran uno del otro, pero por cosas del destino sus caminos se separaran. Años más tard...