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Segunda cita 

La luz suave ilumina los relatos qué se cuentan sobre el lienzo, la imaginación vuela en el aire, los cuadros marcan historias olvidadas. A cada paso un mundo nuevo se abre ante ellos, los colores resaltan sobre las paredes blancas y el silencio del lugar. 

Las personas se movían en la sala con pasos lentos y silenciosos, admirando la belleza artística qué los rodea, el museo cubierto de blanco, las columnas se alzan en una belleza arquitectónica, y la frialdad del lugar abraza los pensamientos que guarda la mente. 

Los ojos de Poppy brillan ante las obras que resaltan de las paredes, las pinceladas del lienzo remarcan el tiempo dedicado, el realismo en la obra es inexplicable, como si el retrato saliera del cuadro para apreciar cada centímetro de piel. 

Su corazón se encoge y se retuerce ante el rostro que tiene al frente, el terror en el rostro arrugado de una mujer es alarmante, sus manos huesudas se tuerce ante la desesperación, su cabello, castaño y desordenado se funde con las lágrimas que caen de sus ojos. Una obra desgarradora, el sentimiento es tan fuerte que casi se puede sentir el grito de aquella mujer. 

Su mirada se aparta de la obra cruel y busca encontrarse con el azul de sus ojos, con la paz que transmite su mirada. 

Ahí está, sus ojos fijos en un cuadro implícito, en las manchas rojas que salpican el lienzo. Los ojos de Ramón enmarcan un sentimiento profundo, parece comprender la obra que está frente a él. 

Sin necesidad de palabras, la rosada toma con sutileza la mano del pelinegro, se disponen a recorrer en silencio los pasillos qué susurran a través de los colores. 

Se detienen para admirar el resultado del esfuerzo de los artistas que les rodean con sus obras, sus miradas se encuentran de vez en cuando, compartiendo el amor por la cultura artística y el cariño que se guardan en sosiego. 

La luz resplandeciente los golpea al salir del museo, sus ojos se adaptan a la sensación luminosa qué los envuelve. 

–¿Qué te pareció? –la voz ronca de Ramón le hace girar la cabeza. 

–Lo ame, es el museo más grande que he visitado

–Sí, casi te pierdo entre la gente, cuando menos lo esperaba estabas en otro lugar– se rió al recordar el pánico que lo abrumaba. 

–Es que había tantas obras que no podía ver sólo una 

Ramón asintió con una sonrisa y entrelazó sus dedos con los de ella. 

El día estaba lejos de acabarse, el sol alumbraba con intensidad, la visita al museo había sido corta pero agradable. 

–¿Y ahora que somos novios… qué hacemos? –preguntó Poppy balanceándose hacía adelante y hacía atrás. 

Ramón pensó un momento antes de contestar: 

–¿Quieres ir al mercado a quejarnos del precio del limón? –sonrió satisfecho con su respuesta. 

–Es la mejor cita que me han propuesto 

Quinta cita 

El sol se ocultaba entre los colores anaranjados de los últimos destellos. Las nubes rosadas se mezclaban entre un cielo cálido, la brisa fresca les acariciaba la piel, el mar se movía con serenidad frente a ellos, las olas golpeaban la orilla provocando un sonido relajante. 

La manta tendida en la arena amenazaba con viajar por el aire, el frío de la tarde era apenas una brisa refrescante en su piel. 

Poppy estaba sentada en la manta blanca, su cabeza descansaba en el hombro descubierto de Ramón, en sus ojos de reflejaba el hermoso atardecer qué se apreciaba frente a ellos. 

Tenías que ser túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora