Ramón
Voy tarde al trabajo.
El aire me golpea en el rostro mientras conduzco, me pica en los ojos y siento pesadez cuando parpadeo para quitarme la sensación ardorosa.
El olor a café que mana del vaso se instala en el vehículo, el vapor sube y viaja por el interior hasta envolverme en un ambiente cálido.
La luz roja del semáforo hace que me detenga, conteniendo un gruñido exasperado, el tiempo parece estar en mi contra, como si quisiera retrasarme más.
A mi alrededor se observa un manto de colores vivos, la primavera ha llegado con los primeros brotes de flores y armonía, el calor se siente como el café de todas las mañanas, y la brisa viaja con una fragancia apasible.
A mi lado se extienden las ramas de un árbol de ciruelas, son delgadas, llenas de florecillas blancas y rosas. El aroma a miel me empalaga y me recuerda a la dulzura del bombón, los pétalos son como su cabello, suaves y rosados, y sus ojos, tan vivos y brillantes como la estación de primavera.
Un suspiro sale de mis labios al pensar en ella y en la conversación que he tenido con mamá la noche anterior, al visitarla en el cementerio y contarle sobre Poppy, tras desvelarme hablándole durante horas y decirle lo mucho que me enloquece el hecho de no tenerla, de no ser la razón de su sonrisa o la causa de su alegría.
En cambio soy todo lo contrario.
Cuando estoy cerca puedo ver la incomodidad en sus acciones, la lejanía en sus palabras y el desinterés en sus preciosos ojos.
De pronto el claxon de un auto me sobresalta, obligándome a avanzar.
Una vez que llego a la empresa me siento cegado por la luz incandescente que se asoma incluso en los rincones más oscuros del Style Empire, intento parpadear pero un nuevo destello me encandila cuando veo a Amanda, con una sonrisa tan luminosa como un anillo bajo el sol.
–¿Qué te ha pasado?, parece que no pegaste ojo en toda la noche– me pregunta en tono burlón.
Un atisbo de sonrisa se curva en mis labios y respondo: –Fue una noche larga, pero sabes que no me gusta dormir demasiado.
–¿Demasiado? –repite, levantando una ceja con los brazos cruzados. –Me pregunto cuánto es demasiado para tí, tal vez ¿3, o 4 horas?
–Con dos me basta– veo que abre los ojos y me apresuro a mover los pies, no escucho sus regaños cuando ya he desaparecido por el ascensor.
Amanda es como una hermana para mi, aunque a veces se comporte como mi abuela.
Una oleada de tranquilidad me envuelve al subir al último piso y notar que la oficina del bombón está vacía.
Siento la madera bajo la yema de los dedos cuando me paseo por su escritorio y admiro la impecable organización que tiene en él, algo que no es muy usual, pues es torpe y a veces descuidada.
Saco la florecilla que ha caído dentro de mi auto y la coloco sobre sus libros, acarició los pétalos aterciopelados antes de alejarme y entro a regañadientes a la oficina.
Me deshago del saco negro y arremango la camisa, mientras me ajusto la corbata siento algo bajo mis manos, que se presiona sobre mi pecho.
<<El anillo de Poppy>>
Un recuerdo de años atrás, el objeto de una promesa, una que no cumplí.
Aquel día, cuando nos separamos me lo obsequió, lo he puesto en una cadena y lo llevo, sin falta, todos los días bajo la camisa.
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Tenías que ser tú
Lãng mạnPoppy Kendrick de 16 años, una joven alegre y optimista. Ramón Timberlake de 18 años, un chico inteligente y decidido. Ambos se conocen en la preparatoria y se enamoran uno del otro, pero por cosas del destino sus caminos se separaran. Años más tard...