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Izuku era un príncipe que vivía en el palacio de U.A. Su padre Yagi era el emperador aunque ya estaba por retirarse al ya tener buenos años.
El pecoso era un Omega de dieciséis años el cual era bastante apegado a su difunta madre la cual había fallecido hacía seis años.
Por alguna razón, su padre a los dos meses se había vuelto a enamorar. De una doncella la cual tenía treinta y ocho años y su padre cincuenta y seis.
La chica se llamaba Nemuri Kayama. No era mala, pero simplemente su corazón no olvidaba a su madre y ver como ella usaba todas sus cosas le revolvía el estómago.
El chico realmente estaba desanimado. Su vida dentro del castillo era monótona y repetitiva. Y de a poco su brillo se iba apagando.
— Príncipe, no a salido de su recámara en dos días.. ¿No le apetece dar un paseo por el pueblo? — Preguntó su guardia personal, Iida Tenya. Unos de los pocos amigos reales que había obtenido durante los años.
— ¿Kayama está en la biblioteca? — Cuestionó el Omega con una ligera molestia.
Esa biblioteca la había mandado a construir su madre específicamente para él, la ocupaba todos los días y que su madrastra la ocupara sin su permiso le irritaba.
— Según mis conocimientos fue en la mañana, príncipe. — Izuku frunció el ceño.
— ¿Me acompañarías a dar una vuelta al pueblo más tarde? — Tenya asintió. — Bien. Pero antes tengo que hacer algo. — Aseguró aún molesto.
Con rapidez caminó hasta el comedor donde su padre comía con su mujer. Fue hasta ellos y colocó su mano en la mesa llamando la atención de ambos adultos.
— Kayama. — La mujer lo miró. — ¿Utilizaste la biblioteca? — Preguntó el Omega.
— Sí, en la mañana fui a leer algunos libros sobre recetas. ¿Hay algún problema, Izuku? — El Omega frunció más el ceño.
— Príncipe, no te equivoques. — Corrigió a la mayor. — La biblioteca es mía y nadie puede entrar a menos que yo lo autorice, y que recuerde tu no me pediste permiso. — Dijo el peliverde con enojo.
— Izuku, no es un gran problema, podrías dejarlo pasar. — Sugirió su padre, el pecoso lo miró ignorando su petición.
— No creí que fuera un gran problema, a mi también me gusta leer. — Cada palabra que salía de la boca de la Beta enfurecía más al Omega.
— Te lo repito. Esa biblioteca la construyó mi madre para mí y si yo no quiero que nadie entre nadie entrará a menos que me pidan permiso. Y si vuelves a entrar sin mi autorización, me aseguraré de colocar un candado para que no vuelvas a entrar. — Izuku notó la molestia en la cara de la Beta.
— Bueno, bueno. ¿Me das permiso de utilizar la biblioteca? — Preguntó con un tono forzado.
— No. — Dijo secamente. — No vuelvas a entrar. — Ordenó yéndose a su habitación con satisfacción fluyendo en su cuerpo.
