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Izuku es un Omega de dieciséis años el cual tiene cabello verde, ojos del mismo color y algunas pecas en su rostro.
Podría parecer un Omega normal, pero la verdad es que es muy diferente al promedio.
Izuku desde que era un pequeño niño se dió cuenta que le encantaban los números. Los comprendía, los podía manejar y en general se le hacían muy fáciles. Todos sus maestros le decían que tendría un futuro brillante, pero desgraciadamente muchas de las universidades más prestigiosas no aceptaban Omegas ya que no los creían capaces.
Gracias a su inteligencia logró terminar la escuela con dieciséis años. Su meta era ingresar en la universidad más prestigiosa de Japón, la Yūei.
Hizo el examen de cálculo y matemática avanzada rodeado de miles de Alfas que tenían el mismo propósito que él. No fue fácil conseguir hacer la prueba, pero con ayuda de las referencias que le daban sus maestros lo logró. Era el único Omega que había hecho ese examen.
Luego de un par de días le dieron el resultado. Era un 98 redondo, la mejor nota de todos los que habían hecho el mismo examen junto a él.
Así que aunque la universidad no lo aceptara, Izuku se había ganado un puesto en la carrera de Ingeniería y matemática avanzada.
Pero no todo era felicidad en la vida de Izuku. Ya que era un estudiante sin ayuda económica, no mantenía contacto con sus padres y tenía dos empleos para pagar sus gastos.
Vivía en un pequeño pueblo rural y la universidad quedaba a dos horas de allí, no sería capaz de hacer ese viaje dos veces al día.
Así que comenzó a buscar en Internet algún lugar donde le pudieran rentar una habitación. Había un problema, todas las casas compartidas tenían prohibido el acceso a Omegas.
Y las casas compartidas donde solo vivían los de su mismo género, tenían sus precios en las nubes.
Así que mientras se tomaba un descanso en el sofá pequeño, vió en su teléfono una publicación antigua sobre una casa, pero no decía nada sobre qué no admitían Omegas.
Llamó al dueño, un señor muy enérgico y amigable, y para suerte de Izuku, se mudaría la próxima semana.
Solo debía de convivir en la misma casa con cuatro Alfas dos años mayores que él. ¿Qué tan difícil podría ser?
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— Prometo que son buenos muchachos. — El señor rubio sacó un juego de llaves dispuesto a abrir la puerta, pero un chico pelirrojo se le adelantó.
— ¡Hola, soy Kirishima Eijirō! — Se presentó efusivamente con una sonrisa invadiendo su rostro.
— Soy Izuku. — El menor tomó su maleta pequeña dispuesto a entrar a la casa pero la rueda se había quedado enganchada en una grieta de la pequeña escalera.
