CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS

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TRES DÍAS DESPUÉS DE LA BODA

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TRES DÍAS DESPUÉS DE LA BODA.

EN ALGÚN LUGAR DEL MUNDO.

¿Dónde estoy? ¿Qué paso?

Hay una oscuridad aterradora cubriéndome, mi cuerpo se siente tan pesado y adolorido, mis párpados se van abriendo y logró despertar, pero con una sensación de aturdimiento que me envuelve por completo.

Los tímpanos y la cabeza me retumban de dolor.

Al abrir por completo los ojos, distinguí la luz suave de una lámpara en el techo de la habitación, pero no logra disipar del todo la confusión en mi mente.

Todo a mi alrededor es solo confusión.

Finalmente, la bruma en mi cabeza empieza a despejarse, y el pánico comienza a asentarse en mi pecho.

Dios, ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Qué me paso?

Nevan.

¿Dónde estoy?

No reconozco el techo, blanco, con molduras y extraños patrones pintados es lo único que veo porque no puedo moverme, mi cuerpo está paralizado, hay un olor a antiséptico y alcohol flotando alrededor, quiero y trato de moverme, pero mis músculos se sienten muy pesados, como si hubieran estado dormidos durante días.

En ese segundo se escuchó una puerta abrirse y una voz femenina que no reconocí susurra algo ininteligible. Es en otro idioma.

—¿Dónde estoy?... —trate de articular, pero mi voz sonó más débil de lo que esperaba.

La figura se acercó, pero no puedo distinguir su rostro, entre sombras creo que es de piel morena y usa algún tipo uniforme. Se acercó más a la luz y por eso distingo que me gane una mirada de repulsión de su parte, apretó algo en la pared y las cortinas se abrieron, unos fuertes rayos de sol me nublaron la vista, escuche a lo lejos el graznido de aves, y el sonido de las olas del mar.

Estoy muy lejos de mi hogar.

La mujer mueve algo más en mi brazo, una intravenosa y cuando lo hace se aclaró la garganta —Haz estado sedada por tres días...tu cuerpo está débil casi te mueres... —sus palabras cayeron sobre mí como un balde de agua fría.

No puede ser.

Tres días.

Tres días de los cuales no tengo ningún recuerdo.

El miedo y la desesperación me cubren y un pitido de la máquina sonó por toda la habitación, mi ritmo cardíaco está muy alterado. Intenté mover mis manos y fue entonces cuando me di cuenta de que estoy esposada a la cama.

Maldita sea.

El frío metal de las esposas muerde mis muñecas, y cada movimiento envía una punzada de dolor por todas mis extremidades.

EL CONTRATO DEL PODER (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora