CAPÍTULO TREINTA Y UNO

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DÍAS ATRÁS

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DÍAS ATRÁS.

—Sus hijos ya están aquí señora... —asiento y Mica sale de mi habitación, me pongo un poco de perfume

El sonido de mis tacones va llenando el eco de la casa, por las escaleras de mármol varios de los ayudantes ya llevan cargando las maletas. En el recibidor está Hermes esperando, tiene una mueca seria. Entrelazo mi brazo al suyo y él lleva mi mano a sus labios donde en la palma deja un cálido beso. Mi esposo es muy considerado.

Dos camionetas suburban negras paran y el primero que baja es Mark con su esplendorosa sonrisa y el carisma que desde niño ha tenido, es como un torbellino, arrasa con todo a su paso.

Completamente distinto a su hermano, Nevan siempre ha sido más reservado, serio, calculador, sacó la vena paternal en ese sentido. Eso sí es una copia mía, en cabello, ojos y algo de carácter porque no solemos sonreír con facilidad. Tampoco suelo ser del todo paciente ni efusiva en muestras de afecto.

Mark sube de un salto la escalinata y saluda a Hermes, con toda la confianza de un padre a su hijo, él le golpea las mejillas con carisma, cuando me mira salen a relucir sus preciosos hoyuelos —Mi hermosa madre... —besa mis mejillas y me da un fuerte abrazo

Nevan hace lo mismo, pero muchísimo menos expresivo.

Solo que hay algo más, no sé qué sea, pero lo percibo en su mirada. Nevan está afligido. 

Conozco a mis hijos como la palma de mi mano.

Suben a sus respectivas habitaciones, descansan un rato y nos reunimos todos para la hora de la cena.

Por Soren su asistente personal que habló conmigo hace unos tres días, supe que vendrían hoy, ellos dos, sin Aria. Me resulta algo extraño, pero respeto sus decisiones.

Nos sirven la cena, Hermes toma su lugar a la cabeza, yo del lado derecho, Mark junto a mí y al frente Nevan. Por un buen rato ninguno dice nada hasta que el parlanchín de Mark sale a relucir y comienza a preguntarle cosas de la empresa a su padre, Nevan sin embargo sigue sumido en sus ideas. Ajeno a todos. 

Hace mucho que mis hijos se volvieron completamente independientes a mi control, algo que tarde o temprano pasaría, pero eso no quita el hecho de que aun sienta preocupación por ellos. Como su madre siempre querré estar atenta a ellos. 

—Nevan... —cuando lo llamo me mira —Apenas si has tocado la comida, ¿está todo bien hijo?

Asiente, pero solo juega con el tenedor y con una voz tan bajita casi forzada responde —Todo bien madre

No quiero verme insistente, pero esto me confirma que si está pasando algo. Ya no pregunto y terminamos de cenar en silencio a excepción por la charla de Mark con su padre. Cuando nos traen el postre Nevan no quiere, se levanta, da las gracias y sale a prisa del comedor.

—Esos dos me van a volver loco... estoy a un pelito de rana calva de encerrarlos en el armario...—Mark bebe de su copa, Hermes y yo compartimos una mirada

EL CONTRATO DEL PODER (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora