EPÍLOGO

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2 AÑOS DESPUÉS

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2 AÑOS DESPUÉS.

—¿Habrá reelección señor presidente? —la pregunta del periodista fue contunde

—No. —pero la respuesta del presidente fue todavía más tajante

<<Todo ciclo tiene un inicio y también un fin.>>

Vaya que el tiempo se los había demostrado.

—Esta aventura llega a su fin —agregó y la mirada del presidente fue severa y sincera

Para el presidente y la primera dama la vida había cambiado de una manera que nunca hubieran imaginado.

—¿Podría la nación saber porque no habrá reelección?

—Mi familia es mi prioridad, en eso se resume todo.

La Casa Blanca, que una vez fue escenario de reuniones diplomáticas y decisiones políticas trascendentales, ahora también vibraba con las risas y juegos de dos niños pequeños que corrían por sus pasillos. Nami y Aslan, de dos años, habían traído un nuevo sentido de vida a ese lugar que antes parecía tan lúgubre a veces.

El presidente, había encontrado un nuevo equilibrio entre sus responsabilidades como líder y su rol como padre. Las madrugadas revisando informes y en reuniones con jefes de Estado ahora estaban acompañadas por momentos en los que acunaba a sus hijos para que durmieran, o en los que se sentaba en el suelo con ellos para jugar.

<<Estar con ellos era la mejor aparte de su día.>>

Aunque su vida seguía siendo un torbellino de decisiones, las pequeñas manos de sus hijos alrededor de su cuello o las risas de su pequeño ángel como solía decirle a su hija cuando él le hacía cosquillas le recordaban lo que verdaderamente importaba.

La primera dama por su parte había abrazado con todo su ser su papel de madre.

Si bien su rol seguía siendo fundamental, ahora dedicaba gran parte de su día a sus hijos, a cuidarlos y ver que estuvieran bien.

Ambos mellizos podían venir del mismo vientre, pero como el agua y el aceite, similares para muchas cosas, pero en otros completos polos opuestos.

La niña, unos segundos más grandes que su hermano con carácter firme y autoritario. La copia idílica de su padre.

El niño por el contrario tenía una energía inagotable y su sonrisa traviesa, llenaba sus días de aventuras. Siempre haciendo una travesura, eso sí demasiado calculador para su edad. Sabía cómo colmar la paciencia.

A sus abuelos cuando eran bebés les costaba diferenciarlos, ambos idénticos, ambos compartían el mismo tono de cabello, un rubio encandilador y atrayente.

La niña heredó el color de los ojos verdes como su padre.

El niño de un azul hipnotizante como el de su madre.

Aria amaba llevarlos de la mano mientras jugaban en los jardines, a las escondidas entre los salones o simplemente se acurrucaban juntos leyendo cuentos antes de dormir.

El día a día de la familia era un vaivén entre lo público y lo privado.

Pero en algo jamás cedían.

Una cosa era que ellos como pareja presidencial tuvieran que hacer apariciones públicas pero sus hijos no.

Cuidarán por cielo, mar y tierra siempre por su privacidad, ya tendrán mucho tiempo cuando se vuelvan adultos para salir al mundo.

Hasta entonces, el mundo sabía que habían nacido, pero nadie que no fuera del círculo más cerrado de la familia les había visto la cara.

Ellos jamás aparecían en actos públicos. Ni siquiera el cuatro de Julio o Navidad.

Aunque el peso de la presidencia seguía sobre sus hombros, estaban a unos meses de las próximas elecciones.

La casa blanca siempre será la cuna donde su amor nació, donde floreció, y donde vivieron su historia.

Siempre tendrá un lugar en sus corazones.

Pero el monto de avanzar llegó.

Ya hay planes para el siguiente movimiento.

Y algo tienen seguro, saben que, con su familia unida, no hay desafío que no puedan enfrentar.

Habían aprendido a equilibrar el peso del poder con el peso del amor, y en ese delicado balance habían encontrado su fuerza.

El presidente y la primera dama deben despedirse. 

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EL CONTRATO DEL PODER (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora