Nunca me he llevado bien con mis padres. Siempre me he sentido como una sombra en el fondo de sus vidas, un accesorio más que una prioridad. Mi padre, Hector Wagner, es un empresario exitoso, siempre ocupado, siempre ausente.Mi madre, Marta, es la encarnación de la elegancia y la discreción, siempre correcta, siempre preocupada por mantener las apariencias. Mientras ellos se sumergen en su mundo, yo quedo relegada a un segundo plano, ignorada, a veces invisible.
Esta sensación de estar al margen se hizo más palpable durante la cena de esa noche. El comedor, iluminado por la suave luz de la araña, parecía más grande y más frío de lo usual.
Mi madre, con su vestido impecable y su peinado perfecto, servía la comida con una sonrisa que nunca llegaba a sus ojos. Mi padre, como era costumbre últimamente, estaba ausente. Según mi madre, "trabajo de última hora". Siempre era lo mismo.
—Mamá, ¿dónde está papá esta vez? —pregunté, tratando de mantener la voz casual, aunque por dentro la frustración crecía.
—Ya sabes cómo es, querida. Negocios importantes —respondió sin levantar la vista de su plato. Sus manos, sin embargo, temblaban ligeramente al cortar la carne, un detalle que no se me escapó.
Había algo en su tono que me resultaba extraño, más evasivo de lo habitual. Llevaba semanas sintiendo que algo andaba mal, más allá del habitual desapego de mis padres. Susurros a media voz, miradas furtivas, reuniones canceladas. Todo apuntaba a que había un secreto que estaban ocultando, y ya no podía ignorarlo.
—Mamá, quiero saber la verdad —dije, con más firmeza de la que esperaba. No estaba segura de qué esperaba oír, pero sabía que no podía seguir en la oscuridad.
Mi madre dejó su tenedor y cuchillo, suspirando profundamente. Miró a su alrededor, como si buscara una salida. Finalmente, levantó la vista y me miró con una expresión que mezclaba tristeza y miedo.
—Daphne, hay cosas que es mejor no saber —comenzó, su voz apenas un susurro—. Tu padre está involucrado en asuntos complicados. Es... por nuestra seguridad. No quiero que te preocupes por esto.
—Pero ¿qué tipo de asuntos? —insistí, sintiendo un nudo en el estómago—. Mamá, ya no soy una niña.
Mi madre vaciló, sus ojos reflejaban una lucha interna. Finalmente, asintió lentamente.
—Tu padre ha hecho negocios con gente... peligrosa —admitió, su voz temblando—. No puedo decirte más, Daphne. Es demasiado peligroso para ti saberlo. Y para nosotros también, ahora come y sacas a tu perro.
El silencio que siguió fue pesado, lleno de preguntas no formuladas y respuestas que temía conocer. Me sentí impotente, atrapada en un juego de secretos y mentiras que no entendía del todo. Sin embargo, algo dentro de mí se negó a aceptar esa respuesta. No podía simplemente ignorarlo, la curiosidad era una de mis no virtudes.
Esa noche, después de que mi madre se retiró a su habitación, me quedé en el comedor. La frustración y la curiosidad me carcomían por dentro. Subí a mi habitación y encendí mi computadora. Si no me iban a decir la verdad, la encontraría yo misma.
Comencé buscando información sobre mi padre y sus negocios en internet. Leía artículos, noticias, y comentarios en foros. A medida que investigaba, una imagen preocupante empezó a formarse. Había rumores de conexiones con mafias, negocios turbios y tratos sospechosos. Nada estaba confirmado, pero los indicios estaban ahí, suficientes para preocupar a cualquiera.
Entonces, encontré un sitio web que parecía prometer más respuestas. Necesitaba una contraseña para acceder, pero tras varios intentos, usando términos y nombres que recordaba de conversaciones que había oído en casa, logré entrar.
Dejándome completamente congelada.Había documentos y correos electrónicos que mencionaban a mi padre en relación con personas y organizaciones criminales. Fotos de reuniones secretas, transacciones financieras dudosas. Era una red profunda y peligrosa, y mi padre estaba en el centro de ella. Mis manos comenzaron a temblar mientras navegaba por los archivos, y justo cuando estaba absorbiendo la magnitud de lo que había descubierto, la pantalla parpadeó y apareció un mensaje: "Ubicación comprometida. Alerta de seguridad activada".
Sentí un frío en el estómago. Cerré el navegador rápidamente y apagué la computadora.
Me levanté, temblando de pies a cabeza, y salí de mi habitación. Bajé las escaleras corriendo, buscando desesperadamente a mi padre.
Lo encontré en su despacho, revisando documentos. Entré sin tocar, alarmando a mi padre.
—Papá, creo que la he cagado. —dije, con la voz quebrada por el pánico—. Necesitaba saber que pasaba, que era lo que ocultabais.
Mi padre levantó la vista, su rostro pasando de la preocupación a la alarma en un instante.
—¿Qué pasa, Daphne? —preguntó, su tono grave y urgente.
—Investigué sobre tus negocios... Vi todo eso de las mafias de los transmites de el dinero perdón yo solo quería ayudaros y creo que alguien nos rastreó. Vi un mensaje diciendo que nuestra ubicación estaba comprometida —confesé, sintiendo una mezcla de culpa y miedo con lágrimas saliendo de mis ojos —
Su rostro se endureció, y rápidamente cogió el teléfono llamando a alguien para alertarlo de la situación.
—Cerrad todo, saben dónde estamos.