La oficina estaba cargada de tensión. El cliente, un comerciante de armas que había estado incumpliendo sus pagos, había llegado al límite de mi paciencia. Su voz temblaba mientras intentaba justificarse, pero mis oídos ya no querían escuchar excusas. La conversación, que había comenzado de manera cordial, se había convertido en una serie de gritos. La situación se estaba descontrolando y, con cada palabra, sentía mi control desvanecerse.
Finalmente, harto de sus mentiras, saqué mi arma y, sin dudarlo, le disparé en la sien. El sonido del disparo resonó en la habitación, seguido por el silencio absoluto. Observé por un segundo cómo su cuerpo inerte se desplomaba en la silla, y luego me dirigí rápidamente hacia la puerta.
—Felix, limpia esto —ordené sin mirarlo. El trabajo sucio era parte de su función, y él sabía exactamente qué hacer.
Justo cuando me disponía a salir, mi secretaria, María, se me acercó con una expresión seria en su rostro. Aunque estaba acostumbrado a manejar problemas a diario, su mirada me detuvo.
—Señor, lamento interrumpir, pero tengo algo importante que decirle —comenzó, sin titubear.
—Ahora no estoy de humor, María —respondí bruscamente, todavía alterado por la confrontación.
—Lo entiendo, señor, pero esto no puede esperar. Hemos recibido una notificación sobre la dirección IP de los Wagner intentando acceder a nuestro sitio web, usando una contraseña incorrecta. El sistema nos notificó de inmediato que el intento provino de un ordenador registrado a nombre de Wagner.
Me detuve en seco, asimilando lo que acababa de escuchar. Una sonrisa cínica se formó en mis labios mientras giraba sobre mis talones. Le quité la tablet de las manos a María, revisando los detalles de la alerta. Esto era interesante, muy interesante.
—No es lo único —continuó María, visiblemente preocupada—. También hay una chica que ha enviado un informe ofreciéndose a unirse a una de las mafias alemanas. Dice tener habilidades en puntería y combate. Suena como un currículum hecho a medida para nuestra organización.
Asentí lentamente, procesando la información. Esto podía ser una jugada de los Wagner o, quizás, alguien desesperado intentando escapar de algo. En cualquier caso, era una oportunidad que no podía dejar pasar.
—Envíame todo lo que tengas al respecto a mi despacho. Lo revisaré y te diré qué hacer a continuación. De momento, no hables de esto con nadie. Cuanto menos sepa la gente, mejor.
María asintió, comprendiendo la seriedad de la situación. Me dirigí hacia la salida, sacando un cigarro del bolsillo. Lo encendí, inhalando profundamente mientras caminaba hacia mi coche, un vehículo caro que era tanto un símbolo de poder como una herramienta práctica. Me dirigí a un bar, donde había quedado con Marcos, uno de mis socios más antiguos y de confianza en la mafia.
El bar estaba medio vacío, perfecto para una conversación privada. Marcos estaba sentado en una mesa del fondo, bebiendo whisky. Me uní a él, tomando asiento y encendiendo otro cigarro.
—¿Alguna novedad? —preguntó, alzando una ceja al notar mi expresión pensativa.
—Algo curioso —respondí, exhalando una bocanada de humo—. La familia Wagner intentó acceder a nuestra red. Parece que no lo hicieron ellos directamente, sino que alguien usó su equipo. También hay una chica que quiere unirse a nosotros. Dice ser buena en puntería y combate.
Marcos se rió suavemente, un sonido sin humor. —Suena como un señuelo. O una trampa.
—Podría ser. O podría ser alguien que busca desesperadamente salir de su situación. De cualquier forma, es una oportunidad para nosotros —respondí, pensativo—. Tengo a María investigando.
Nos quedamos un rato más, discutiendo las posibles implicaciones de estos nuevos desarrollos. Finalmente, cuando sentí que había hecho todo lo posible por el momento, me despedí de Marcos y regresé a la oficina.
Al llegar, noté que el suelo del despacho ya estaba limpio, y un aroma a desinfectante llenaba el aire. Los informes sobre el intento de acceso y el perfil de la chica estaban cuidadosamente organizados en mi escritorio. Me senté y empecé a revisar los documentos con atención, buscando cualquier pista o detalle que pudiera revelar las verdaderas intenciones detrás de estos eventos.
Mientras leía, una calma se asentó sobre mí. La adrenalina del incidente anterior se desvanecía, dejándome enfocado y listo para planear el próximo movimiento. La situación era delicada, pero estaba acostumbrado a manejar el peligro. Y si los Wagner pensaban que podían jugar con nosotros, estaban a punto de recibir una lección muy dolorosa.
— María, dile a esa chica que la quiero en esta empresa mañana a las 10:00. Respecto a lo de Wagner todavía no hagas nada. —sonreí echándome hacia atrás en la silla.