Capitulo 34; Llamada

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Desperté en la hamaca, el suave balanceo me recordó la noche anterior. Me incorporé con cuidado, mis sentidos alertas al escuchar el sonido del agua.

Me puse el sostén, que ya estaba seco, y ajusté mi tanga descolocado. Al levantarme, vi a Jayden nadando en la piscina, cruzando de lado a lado con un ritmo constante y tranquilo.

Me quedé observándolo desde la distancia, disfrutando de la vista de su cuerpo esculpido moviéndose con gracia en el agua. Había algo hipnótico en la forma en que se desplazaba, y me encontré sonriendo sin querer. Finalmente, Jayden se detuvo y se sentó en el borde de la piscina, respirando profundamente.

—¿No entras? —me invitó, sonriendo con esa chispa traviesa en sus ojos.

Negué con la cabeza, todavía un poco adormilada. Jayden volvió a deslizarse en el agua, pero esta vez nadó hacia mí.

Me senté en el borde, sumergiendo los pies en el agua fresca. Jayden se acercó y se apoyó en mis piernas, colocando su cabeza sobre mis muslos. Sentí un escalofrío al contacto de su piel mojada con la mía, pero era una sensación agradable. Por suerte, me había hecho el láser, porque últimamente parecía que pasábamos más tiempo en situaciones íntimas que en cualquier otra cosa.

Jayden levantó la cabeza y miró hacia mí, con esa expresión juguetona que ya conocía bien. Con sus manos, separó suavemente mis piernas.

—Jayden, no me dejas mantenerme con el tanga puesto ni dos horas —protesté, aunque mi tono carecía de verdadera convicción.

—Pues te lo rompo y así directamente no te lo pones —replicó, y sus manos se movieron hacia mi tanga.

Le agarré las muñecas, tratando de mantener una apariencia de resistencia. —Ayer quisiste tú, me debes una.

—Es de día, nos va a ver todo el mundo —intenté objetar, mirando nerviosa hacia los otros edificios.

—Estamos en uno de los edificios más altos, y esto es el ático. No me pongas excusas —respondió, con una seguridad que solo él podía tener.

Me levanté para ayudarle a quitarme el tanga. Jayden hundió su cabeza entre mis piernas, y la sensación de su lengua fue inmediata e intensa. Me estremecí, inclinándome hacia atrás mientras arqueaba la espalda.

Mi cuerpo reaccionó de inmediato, mis músculos tensándose en anticipación. Cuando el orgasmo llegó, fue como una explosión de sensaciones que me dejó temblando y sin aliento.

—Y ya, hoy no te dejo más —dije, tratando de sonar firme, pero con una risa escapando de mis labios.

—Si en verdad te encanta. Vas a extrañarme cuando me vaya —respondió Jayden, con esa mezcla de picardía y ternura.

—A ti no, al sexo —le respondí juguetonamente, antes de recibir un suave golpe en el muslo de su parte. —Es broma, es broma —añadí rápidamente, besando su cabeza y luego deslizándome en el agua para unirme a él.

Mientras nadábamos juntos, la conversación derivó hacia temas más ligeros. —¿Sabías que yo antes pensaba que los orgasmos eran mentira? —dije, riéndome al recordar.

—¿Qué? —respondió Jayden, levantando una ceja con incredulidad.

—La primera vez que lo hice, no sentí nada. Y la segunda tampoco, así que pensé que o tenía un problema o no existían —confesé, un poco avergonzada pero también divertida por la memoria.

—Y la respuesta es que nadie lo hace mejor que yo —dijo Jayden con su típica confianza.

—Eres un egocéntrico —respondí, dándole un empujón juguetón.

—Uno de los siete pecados capitales —rió él —

El sonido del teléfono rompió la calma. Lo cogí, un poco sorprendida, y me lo llevé a la oreja. La voz urgente de mi padre resonó al otro lado.

—¿Dónde estás? Vuelve inmediatamente a casa.

—¿Qué pasa? ¿Tres días ya es mucho? Lo siento, pero no vuelvo hasta que mamá entre en razón —respondí, sintiendo la molestia subir por mi pecho. Estaba cansada de sus controladores hábitos y la constante tensión en casa.

—Mamá no va a entrar en razón porque la acaban de disparar los putos italianos. No vas a estar en ningún lugar segura como lo vas a estar en casa —su voz se quebró un poco, algo que rara vez ocurría.

Jayden, que había estado nadando, salió de la piscina de inmediato al ver mi expresión y escuchar la conversación. Me quedé completamente quieta, procesando la información. La gravedad de la situación me golpeó

—Daphne, por favor vuelve ya, antes de que te disparen a ti también.

Colgué rápidamente, sintiendo cómo el pánico se apoderaba de mí. Jayden se acercó, sus ojos llenos de preocupación.

—No salgas de casa. Voy a la empresa, vuelvo enseguida —dijo, con una seriedad que rara vez mostraba. Asentí con la cabeza, sin poder decir nada.

—Si necesitas algo, la primera habitación de aquí está llena de armas —añadió antes de entrar rápidamente en la casa, ya con el teléfono en la oreja, probablemente coordinando con su equipo.

Me quedé un momento más en el jardín, tratando de asimilar lo que acababa de escuchar. Me envolví en una toalla, sintiendo el peso de la situación caer sobre mis hombros. Bajé las escaleras y me dirigí a la ducha, necesitando desesperadamente calmar mis nervios.

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