El sonido ensordecedor de la alarma me arrancó de mis pensamientos, y las luces rojas parpadeantes llenaron la oficina con una sensación de urgencia y peligro inminente.
Me levanté de un salto, el corazón latiendo aceleradamente en mi pecho, y corrí hacia las escaleras. Los ecos de mis pasos resonaban en el pasillo mientras bajaba rápidamente.
Al llegar al vestíbulo, la escena que se desplegó ante mis ojos me dejó helada: dos hombres yacían muertos en la entrada, y un pesado metal blindado cerraba la empresa como una fortaleza impenetrable.
—¿Qué está pasando? —pregunté, tratando de mantener la calma mientras mi mente se llenaba de preguntas y temores.
Marcos, uno de los hombres de confianza de Jayden, se acercó rápidamente, con el rostro pálido y la respiración agitada.
—Los de Boston han venido —respondió, la tensión palpable en su voz—. ¿Qué vamos a hacer? ¿Nos vamos a quedar aquí dentro?
Jayden apareció entonces, su semblante más oscuro de lo habitual. Estaba claro que la situación era crítica, y cada segundo contaba. Se pasó una mano por el cabello, visiblemente frustrado pero manteniendo la compostura.
—No nos vamos a quedar aquí encerrados —declaró con firmeza—. Algunos de nosotros saldremos para enfrentar la situación. Tomad las armas y preparad a las escoltas. Yo saldré después para asegurarme de que todo esté bajo control.
Mientras se organizaban, mi mente no podía dejar de pensar en mi padre. ¿Estaba involucrado en esto? La mera posibilidad me llenó de pánico. Jayden y su equipo comenzaron a moverse, tomando posiciones y preparándose para lo peor. En cuestión de minutos, varios de los hombres salieron, y el sonido de disparos llenó el aire.
—¿Y Jayden? —pregunté con ansiedad a uno de los hombres que acababa de regresar, cubierto de sangre.
—Sigue afuera. Está furioso y no quiere entrar hasta asegurarse de que no quede ningún enemigo. —El hombre hablaba con rapidez, claramente afectado por la tensión de la situación.
La espera fue agonizante. Miraba a la puerta, esperando ver a Jayden aparecer en cualquier momento. Entonces, uno de los hombres entró y gritó algo sobre una bomba.
Mi corazón se detuvo por un instante. Vi cómo cerraban la puerta blindada, asegurando el edificio. La adrenalina se mezclaba con el miedo, creando una tormenta de emociones que apenas podía controlar.
—¡No podéis cerrarla! —grité desesperada—. ¿Y Jayden?
—Estará bien. Ahora entra —respondió Marcos, intentando sonar convincente pero sin poder ocultar la preocupación en su voz.
Cuando el metal estaba a punto de cerrarse por completo, vi a Jayden deslizarse por debajo con una agilidad que me sorprendió.
Apenas un segundo después, una explosión sacudió el edificio, haciendo que el suelo temblara bajo mis pies. El ruido fue ensordecedor, y el miedo se apoderó de mí completamente. Salí corriendo hacia los pisos superiores, buscando un lugar seguro donde esconderme.
Los recuerdos me asaltaron, recuerdos de otras explosiones, de otros momentos en los que mi vida había estado en peligro. Me refugié en el baño, cerrando la puerta detrás de mí y apoyándome contra la pared.
Me dejé caer al suelo, sintiendo que el mundo se desmoronaba a mi alrededor. Las lágrimas rodaron por mis mejillas mientras trataba de procesar lo que estaba ocurriendo. Me lavé la cara con agua fría, tratando de aclarar mis pensamientos y calmar mi respiración acelerada.
La puerta se abrió de golpe, y Jayden entró. Llevaba una expresión seria, pero en sus ojos había una chispa de preocupación que rara vez mostraba. Se quitó la camiseta para revisar una herida en su hombro, dejándome ver las manchas de sangre en su piel.
—¿Estás bien? —preguntó, su voz más suave de lo que esperaba.
—Sí, estoy bien —mentí, tratando de sonar convincente mientras asentía con la cabeza—. Tú... ¿Estás bien?