Capitulo 6; Pruebas II

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Después del combate, sentía el dolor irradiando desde mi muñeca y hasta el brazo

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Después del combate, sentía el dolor irradiando desde mi muñeca y hasta el brazo. No estaba acostumbrada a peleas tan intensas y mi cuerpo lo resentía, pero no podía mostrar debilidad.

Articulé un poco la muñeca, tratando de aliviar el malestar, mientras seguía a la mujer que me había guiado hasta ahora. Ella no se detuvo ni un momento, caminando con determinación hasta llegar a un muro alto.

—Deberás saltar —dijo con indiferencia, señalando el obstáculo frente a nosotros—. Es una distancia de dos metros. Solo quienes son realmente hábiles logran hacerlo sin romperse un tobillo. En tu currículum mencionaste que no tenías problemas con la agilidad.

—Por suerte, no —respondí con una confianza calculada—. He hecho patinaje durante mucho tiempo, sé cómo caer correctamente si es necesario.

La mujer asintió sin mostrar ningún tipo de reacción. Para mí, este reto no parecía tan complicado. Había aprendido a controlar las caídas y a manejar mi cuerpo en el aire.

Me acerqué al muro, subí con facilidad y, una vez en lo alto, respiré hondo. Miré hacia adelante, visualicé la caída y salté, flexionando las rodillas al aterrizar para amortiguar el impacto. Fue una ejecución limpia, sin problemas.

Al girarme, me dirigí a la mujer con una leve sonrisa.

—Me encantaría saber cuántas pruebas quedan, por favor.

—Tres más —respondió ella, mirándome con un interés renovado—. Vamos a la siguiente. Dirígete hacia allí, yo voy a hacer una llamada.

Asentí y me dirigí al siguiente destino, notando cómo la mujer se alejaba para hablar por teléfono. La siguiente prueba estaba situada en una sala que parecía una oficina improvisada. En el centro, una computadora estaba encendida, esperando.

—La siguiente prueba es un hackeo de ordenador —explicó la mujer, que había vuelto a unirse a mí—. ¿Se te da bien?

Me encogí de hombros, intentando parecer despreocupada, aunque la verdad era que no era precisamente mi fuerte. Me acerqué al ordenador, observando la pantalla. La tarea consistía en acceder a una página web específica y burlar su seguridad.

Reconocí el sitio: era el mismo donde me había registrado anteriormente, aquel que me había dado la ubicación para esta prueba. ¿Era esto una trampa? ¿O simplemente una coincidencia inquietante?

—Si logras acceder, pasas. Si no, tendrás que hacer dos pruebas adicionales para compensarlo —añadió la mujer, con los brazos cruzados y una mirada escrutadora.

Respiré hondo y empecé a trabajar. Mis conocimientos de informática eran básicos, pero sabía lo suficiente para moverme por la red sin levantar sospechas.

Abrí varias pestañas, investigando y tratando de encontrar una brecha en la seguridad del sitio. Sin embargo, me sentía perdida entre líneas de código y protocolos desconocidos. Cada vez me sentía más frustrada y nerviosa. No podía fallar aquí, no después de llegar tan lejos.

En un momento de desesperación, saqué mi teléfono y llamé a Ezequiel, un amigo experto en tecnología y seguridad informática. Mientras el teléfono sonaba, miraba con nerviosismo a la puerta, esperando que la mujer no regresara de su llamada.

—Ezequiel, necesito tu ayuda —dije en cuanto él contestó, manteniendo mi voz baja—. Estoy atrapada en una prueba de hackeo y no tengo ni idea de cómo proceder.

Él no perdió tiempo y comenzó a guiarme, explicando los pasos necesarios para eludir la seguridad del sitio. Pero antes de que pudiera terminar de explicarme, escuché pasos acercándose.

La mujer estaba volviendo. Rápidamente, corté la llamada y guardé el teléfono, intentando no parecer sospechosa. Tomé una respiración profunda y seguí las últimas instrucciones que recordaba, dejando que mi instinto guiara mis dedos sobre el teclado.

El tiempo parecía ralentizarse mientras esperaba a ver si había hecho lo correcto. Finalmente, una pantalla de confirmación apareció, indicando que había logrado entrar.

Sentí un alivio increíble, mezclado con una buena dosis de incredulidad. Había logrado superar una prueba que consideraba fuera de mi alcance, gracias a Ezequiel y un poco de suerte.

La mujer entró en la sala, observando la pantalla. Asintió, aparentemente satisfecha.

—Parece que has pasado —dijo, con una leve sonrisa que apenas movió las comisuras de sus labios—. Prepárate para la siguiente prueba. Has demostrado ser más capaz de lo que esperaba. Vamos a ver si puedes mantener ese nivel hasta el final.

Cogió el teléfono y contacto con alguien

—No parece ser ella, ha entrado sin ningún problema, no ha llegado ningún rastreo —me di la vuelta escuchando atentamente — si, vamos a por las dos siguientes, cuando estemos en la última te aviso para que vengas.

La adrenalina seguía corriendo por mis venas, pero sabía que no podía permitirme relajarme. La próxima prueba podría ser aún más desafiante, y no tenía margen para cometer errores. Respiré hondo, me enderecé y me preparé para lo que fuera que viniera a continuación. Había llegado demasiado lejos para retroceder ahora.

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