Estaba tumbada en la cama en la casa de Jayden, intentando conciliar el sueño, pero mi mente no dejaba de divagar. Me levanté y me acerqué al gran ventanal, mirando las luces de Nueva York parpadeando en la distancia. La ciudad parecía nunca dormir, siempre vibrante, siempre viva.
Jayden no estaba; seguía trabajando hasta tarde. Me sentía sola en este enorme apartamento.
Decidí levantarme y buscar algo para relajarme. Fui a la cocina y me serví una copa de vino, disfrutando del suave roce del líquido al deslizarse por mi garganta.
Subí las escaleras, sintiendo la curiosidad de explorar el lugar que Jayden llamaba hogar. Al abrir una puerta que daba a una terraza, me sorprendió encontrar un jardín. Nunca antes había visto un jardín en un piso, y menos uno tan grande y bien cuidado.
El espacio era diferente. Una piscina azulada brillaba con las luces reflejadas, y un jacuzzi climatizado burbujeaba suavemente a un lado. Un árbol con luces colgantes y un columpio se alzaban en medio de un césped perfectamente cortado. Había una fogata rodeada de cómodos asientos y varias plantas exóticas que daban al lugar un aire de tranquilidad y lujo.
Me acerqué al jacuzzi, y sin pensarlo mucho, metí los pies en el agua caliente. El contraste con la fresca brisa nocturna era delicioso. Con la copa de vino en una mano, me quité la camiseta y me sumergí en el agua en ropa interior.
Moje mi pelo, dejando que el agua caliente me relajara los músculos tensos. Me senté mirando hacia el cielo, donde las estrellas brillaban con una claridad sorprendente, algo poco común en la ciudad. Aquí arriba, lejos del bullicio y la contaminación, el cielo nocturno se veía tan claro y vasto.
De repente, escuché la puerta del apartamento cerrarse y a Jayden llamando mi nombre. Me quedé quieta, disfrutando del último sorbo de vino, mientras él subía las escaleras.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con una mezcla de sorpresa y curiosidad en su voz, mientras se quitaba la corbata y desabrochaba los primeros botones de su camisa.
—No podía dormir —respondí, escurriéndome el agua del pelo.
Salí del jacuzzi, terminando mi copa de vino y caminando hacia él. El contraste entre el frío del aire y el calor del jacuzzi me hizo estremecerme.
—¿Quieres que te traiga una toalla?
—No —murmuré— Estoy bien.
Él tragó saliva, su mano instintivamente alcanzando mi cintura, pero se detuvo a medio camino, como dudando si debía seguir adelante.
Aproveché su vacilación para acercarme más, presionando mi cuerpo mojado contra él. El contraste del frío en mi piel con el calor de su cuerpo era electrizante.
—¿Estás segura de que no quieres una toalla? —su voz era un susurro, sus manos finalmente encontrando mi cintura, sosteniéndome firmemente.
—Estoy segura —dije, mirándolo a los ojos con una sonrisa coqueta. Mis dedos juguetearon con el borde de su camisa, deslizándose debajo de la tela para acariciar la piel cálida de su pecho. Podía sentir su corazón acelerándose bajo mis dedos, y esa sensación me dio un extraño poder.
—Podrías resfriarte —intentó argumentar, pero su voz estaba teñida de deseo.
—O podrías calentarme —respondí, mis labios curvándose en una sonrisa mientras levantaba la mirada hacia él.
Jayden se inclinó, sus labios apenas rozando los míos, y luego más firmemente, como si la duda se disipara de repente. Sentí su aliento cálido, y con un movimiento rápido, envolví mis brazos alrededor de su cuello, profundizando el beso.
Jayden me levantó con facilidad y, sin romper el beso, caminó hacia la hamaca que colgaba cerca del árbol. Me dejó caer suavemente sobre ella, el balanceo lento acompañando el movimiento de su cuerpo mientras se inclinaba sobre mí. La tela de la hamaca era fresca contra mi piel húmeda, un contraste con el calor que se acumulaba entre nosotros.
Me miró con una mezcla de deseo y ternura, sus ojos oscuros reflejando las luces del jardín. Sus manos recorrieron mi cuerpo con una suavidad que me hizo estremecer.
Jayden se inclinó y nos besamos de nuevo, esta vez más apasionadamente. Sentí sus manos deslizarse por mi espalda, desabrochando el cierre de mi sujetador con una destreza que me hizo sonreír contra sus labios. Me liberó de la prenda y la dejó caer al suelo, sus manos volviendo rápidamente a explorar mi cuerpo.
El aire fresco de la noche acarició mi piel desnuda, pero el calor de sus caricias pronto me hizo olvidarlo. Jayden bajó su boca por mi cuello, dejando un rastro de besos mientras sus manos recorrían cada curva de mi cuerpo.
Mi respiración se hizo más rápida, mis manos se aferraron a sus hombros, sintiendo la tensión de sus músculos bajo la piel.
—¿Tomas la píldora?—murmuró, sus labios rozando el hueco de mi clavícula.
—¿Preguntas de haber estado días follando sin condon? —sonrió —
Con un movimiento suave, deslizó mi ropa interior por mis piernas, dejándome completamente desnuda ante él. Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de anticipación y deseo.
Él se deshizo rápidamente de su camisa, revelando su torso firme y esculpido, antes de quitarse los pantalones. Se colocó entre mis piernas, y sentí su calor acercándose más, su respiración agitada reflejando la mía.
Con una lentitud deliberada, se inclinó hacia adelante metiendo su miembro de una estocada dentro de mi.
Mis manos se aferraron a su espalda, mis uñas arañando suavemente su piel mientras me perdía en la sensación.
Jayden aceleró sus estocadas hubdiendo su cabeza en mi cuello aún humedo.
—Ah —ahogue un gemido retorciendo las piernas como pude —
—Amor. Abre las piernas o te las ato. —me reí — no subestimes mis capacidades, te trato con mimo pero puedo ser todo lo sadomasoquista que se pueda.