Después de que conseguí el DNI falso, con el nombre de Dafne Wilson, me sentí como si estuviera al borde de un precipicio. Sabía que estaba a punto de entrar en un territorio muy peligroso, pero no había marcha atrás. Necesitaba respuestas sobre la mafia alemana, los enemigos de mi padre, y esta era mi única forma de obtenerlas.
Encendí la computadora y comencé mi investigación. Navegué por varios sitios oscuros, pasando por foros y páginas escondidas en la red. Finalmente, encontré un portal que parecía ser un punto de encuentro para aquellos que estaban dentro o querían entrar en ese mundo.
Sin dudarlo, rellené el formulario con mis datos falsos: "Dafne Wilson, experta en puntería". Era una verdad a medias; había practicado tiro al blanco por años, pero nunca con la intención de usar esas habilidades en algo real.
Una vez que envié el formulario, cerré la computadora y bajé a cenar. El ambiente en casa estaba más tenso de lo habitual. Mis padres, sentados a la mesa, parecían sumidos en sus propios pensamientos, casi como si no estuviera allí.
—¿Y si nos vamos al extranjero? —sugirió mi madre en un susurro, mirando a mi padre con preocupación.
—No podemos simplemente desaparecer —replicó él, con una nota de frustración en su voz—. Tenemos obligaciones aquí, y desaparecer levantaría sospechas. Además, ¿dónde estaríamos realmente a salvo?
Ellos continuaron hablando de planes y contactos, discutiendo opciones como si yo no estuviera en la misma habitación. Era como si fuera invisible, un fantasma en mi propia casa.
Decidí que no había sentido en intentar participar en la conversación; claramente, mis opiniones no importaban. Así que me quedé en silencio, empujando la comida en mi plato sin mucho interés.
Después de cenar, saqué al perro, un labrador viejo y leal que había sido mi compañero durante años. El aire fresco de la noche era un alivio para mis nervios, pero mi mente seguía girando en torno a lo que había hecho. ¿Había sido un error enviar esos datos? ¿Estaba exponiéndome y exponiendo a mi familia a más peligro?
Al regresar, noté una luz parpadeando en mi computadora. El corazón me dio un vuelco. Me acerqué, casi temiendo lo que podría encontrar. Al abrir la pantalla, vi un mensaje en la página web que había visitado. El texto era breve y directo: "Aceptada. Presentarse mañana a las 10:00 en la dirección adjunta."
Mi respiración se volvió errática. ¿De verdad estaba dispuesta a ir tan lejos? Sabía que una vez que cruzara esa línea, no habría vuelta atrás. Cerré la computadora y bajé al salón, donde mis padres seguían discutiendo.
—¿Qué vamos a hacer si todo sale mal? —preguntó mi madre, su voz llena de una preocupación palpable.
—Tenemos que mantener la calma y ser inteligentes —respondió mi padre, aunque su tono reflejaba más dudas que certezas—. No podemos dejarnos llevar por el pánico.
Decidí no decir nada. Sabía que se enojarían, que probablemente intentarían detenerme. Así que simplemente dije:
—Voy a sacar al perro otra vez. Necesito aire fresco.
Salí de la casa, llevando a nuestro labrador, quien movía la cola, ajeno a la tormenta que se gestaba en mi mente. Caminamos por el vecindario, cada paso me ayudaba a ordenar mis pensamientos.
Llegue a la casa de Berta, le envié un mensaje para que bajase con Ezequiel y así lo hizo.
—¿Te ha servido el DNI? —asentí con la cabeza
—Mañana por la mañana me voy. Necesito que en clase digáis que tengo algo raro, mononucleosis o lo primero que se te pase por la cabeza, no se cuanto va a durar. Tan si quiera se si saldrá bien
—¿Pero que es lo que vas a hacer? —preguntó Eze
—Demostrar a mis padres que si puedo ayudar. Y que no soy un puto bulto en la familia.
De regreso a casa, noté una extraña calma en el ambiente. Todo estaba en silencio, y mis padres habían dejado de discutir. Entré y me dirigí directamente a mi habitación, intentando no hacer ruido.
De pronto, la computadora volvió a alumbrarse. Me levanté rápidamente y abrí la tapa. Era otro mensaje de la página web: "Dafne Wilson, esperamos tu presencia mañana. No faltes."
Cerré los ojos y tomé una respiración profunda.
Me preparé para dormir, aunque sabía que el sueño no vendría fácil. Me tomé varias pastillas y me puse el despertador.A el despertarme hice varias de mis maletas asegurándome de no hacer ruido y salí con ellas hacia la casa de Berta. Ella vivía a solas con su hermano mayor Ezequiel, lo cual era un buen lugar para confiarles todo lo que quedaba de una wagner.
—Me misaré a alguna casita en varias semanas
—Puedes estar el tiempo que necesites, no hace falta que compres nada.
—La ciudad no es muy grande, mi madre me acabará viendo. Quiero y necesito que piense que me e ido de casa por voluntad propia. Una vez haya llegado a donde tengo que ir la diré que me he marchado de la ciudad, que era lo mejor que podía hacer para no molestarles más.
—Daphne. Hazlo o no lo hagas, pero no te arrepientas —asentí con la cabeza —