Capitulo 25; Coincidencia

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La fiesta estaba en pleno apogeo cuando llegué

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La fiesta estaba en pleno apogeo cuando llegué. La música retumbaba en mis oídos y las luces de colores parpadeaban, creando una atmósfera casi hipnótica. Me uní a la multitud en la pista de baile, dejándome llevar por el ritmo, disfrutando del anonimato que ofrecía el tumulto.

Después de un rato, decidí tomar un respiro y me dirigí a la barra para pedir algo de beber. Justo cuando me giré para volver a la pista, sentí mi teléfono vibrar en el bolsillo. Lo saqué y vi varias llamadas perdidas de Jayden.

Mi corazón dio un vuelco. Me pregunté qué tan urgente sería para que intentara contactarme tantas veces. Decidí que le devolvería la llamada en un momento, pero antes quería disfrutar un poco más de la fiesta. Mientras volvía a guardar el teléfono, algo captó mi atención en la barra. Allí estaba Jayden, conversando con una chica que reconocí de mi clase, Andrea. No estaba sola; a su lado estaba Marcos, aunque parecía estar más enfocado en la bebida que en la conversación.

Un sentimiento de celos irracionales comenzó a burbujear en mi interior. Sin pensarlo dos veces, me dirigí hacia ellos, decidida a interrumpir lo que sea que estuviera sucediendo.

—Bonita, Andrea, ¿se te ha perdido algo? —le pregunté con un tono tan cortante como el filo de un cuchillo—. Daniel está por allá.

Andrea me miró con sorpresa, luego con desdén. —Estoy hablando con él, si no te importa —dijo, intentando deshacerse de mí con un simple gesto de la mano.

—No, si me importa y bastante. No suelo compartir a nadie, ¿sabes? Venga, aire —dije, sintiendo las manos de Jayden rodear mi cintura en ese preciso momento—. Fus.

Andrea lanzó una mirada de desprecio antes de alejarse con un bufido. Aproveché para darle un golpe en la pierna a Jayden, quien me miró con una mezcla de diversión e incredulidad.

—Podrías haber avisado de que estabas aquí —le reclamé, cruzando los brazos.

—Te he llamado para avisarte, pero tú ni te has dignado a contestar mis llamadas —respondió, encogiéndose de hombros con una expresión inocente que no le creía ni por un segundo.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, intentando mantener la compostura.

—Marta está con Emmanuel —dijo, como si eso explicara todo.

—Ya me has dado la patada por la secretaria —murmuré, tratando de disimular mi disgusto.

Jayden se inclinó hacia mí, su voz baja y seria. —Más bien te estoy poniendo barras de acero como protección. Si te ve otra vez, te matará. Así que anda con ojo.

Asentí, un escalofrío recorriendo mi espalda. Justo entonces, Brenda, la hermana de Ezequiel, se acercó a nosotros.

—Daphne... uy, perdón, ¿interrumpo? —dijo con una sonrisa, notando la tensión en el ambiente.

—No, no, tranquila —respondí rápidamente—. Ella es Brenda, la hermana de Ezequiel. Y él es, bueno, era mi jefe —dije, sintiéndome algo confusa al tratar de definir nuestra relación.

Brenda le dedicó una sonrisa a Jayden. —Encantada. Pues si me permites, te la robo un momentito porque una amiga está vomitando.

Jayden me soltó, aún con una mano en mi cintura. —Gracias —murmuró, soltándome por completo.

Seguimos a Brenda hacia el baño rápidamente. Una vez dentro, mientras ayudábamos a nuestra amiga, Brenda no pudo evitar comentar.

—Pues sí que está cañón, tía. Y yo creo que le gustas, tenía la mano en tu cintura y la mirada fija en ti —dijo, sus ojos brillando con curiosidad.

Me encogí de hombros, intentando aparentar indiferencia. —¿En serio? ¿No me digas? —respondí sarcásticamente, aunque por dentro sentía un torbellino de emociones.

Brenda se detuvo de repente, mirándome con ojos amplios y expectantes. —¿Estáis saliendo? ¡Tía, nunca me cuentas nada!

Justo en ese momento, el sonido de alguien vomitando en uno de los cubículos nos sacó de la conversación. —Ana está pitando —usé como excusa para evitar responder, agradeciendo la distracción.

—Era una broma, solo quería decirte que estaba cañón pero está claro que tú ya lo sabías y no has perdido el tiempo, una verdadera historia de pelicula.

—Sooo, la historia no acaba nada mas que de empezar, las doscientas páginas que quedan por delante pueden ser de miedo tristeza desagrado asco o incluso de fantasía por que con esto de salir con un mafioso.

—Desde luego que de este mundo no es. ¿Te lo has follado? —rodé los ojos — Vamos. Siempre dices el sexo es una mierda, nunca hay orgasmos.

—Vale ¿pues si te digo que quiero repetir y solo lo hemos hecho una vez?

—Llegaste —dijo con una sonrisa —

—Cinco veces —confirme—

—¿Es coña?

—Ojalá lo fuera. Parezco una niña pequeña visualizando una piruleta. No se si debería hacerme tantas ilusiones.

—Pero el te ha dicho que te quiere

—Que le importó.

—Es lo mismo

—No se yo

7 Pecados Capitales Donde viven las historias. Descúbrelo ahora