Capitulo 2; Castigo

12 2 0
                                    

La sala de estar estaba llena de una tensión palpable

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La sala de estar estaba llena de una tensión palpable. Varios hombres de aspecto serio, todos asociados con mi padre, estaban reunidos, hablando en tonos bajos y preocupados.

Yo me quedé a un lado, observando, con el corazón latiendo desbocado. Sabía que todo esto era mi culpa, que mis acciones habían desencadenado algo grande y peligroso. Mi madre entró, con una expresión tensa, y me miró con una mezcla de decepción y frustración.

—¿Qué van a hacer? —pregunté, tratando de no sonar tan aterrorizada como me sentía.

Mi madre se volvió hacia mí, sus ojos llenos de una furia contenida.

—Daphne, por tu curiosidad estamos en esta situación —espetó, su voz baja pero cargada de emoción—. No solo has puesto en peligro a tu padre, sino a toda nuestra familia. De momento, no tienes derecho a saber nada más. Sube a tu cuarto, estás castigada. Y, por favor, estudia para tu examen del lunes, al menos intenta ser útil en algo.

Sus palabras fueron como una bofetada. Me quedé paralizada por un momento, luego asentí lentamente y me dirigí a las escaleras. Cada paso era pesado, como si el peso de mis acciones me arrastrara hacia abajo.

Apenas pude contener las lágrimas hasta llegar a mi habitación. Una vez allí, cerré la puerta detrás de mí, me dejé caer en la cama y finalmente permití que las lágrimas fluyeran.

"¿Cómo pude ser tan estúpida?", pensé. "Todo esto es culpa mía". La imagen de mi madre mirándome con desprecio se repetía una y otra vez en mi mente. Ella había dicho que no servía para nada, y en ese momento, se sentía como la verdad más cruda.

Pero algo en mí, no podía aceptar simplemente quedarme ahí, castigada y en la oscuridad. Me sequé las lágrimas, me levanté y comencé a planear.

Nunca había sido buena para seguir órdenes, y esta no sería la excepción. Removí el edredón de mi cama y metí varias almohadas debajo, arreglándolas para que pareciera que estaba durmiendo. Luego, abrí la ventana con cuidado.

La noche era oscura y fresca, y me deslicé por el marco de la ventana, aferrándome a la repisa. Mi corazón latía con fuerza, pero me obligué a mantener la calma. Bajé por el árbol cercano, algo que había practicado en mis escapadas anteriores, y una vez en el suelo, me escabullí hacia la calle.

Caminé rápidamente, con el miedo y la adrenalina corriendo por mis venas. No estaba segura de a dónde ir, pero pronto me encontré en la puerta de la casa de mi amiga Berta. Toqué el timbre, esperando nerviosa. Berta abrió la puerta y, al verme, su rostro se llenó de preocupación.

—¡Daphne! ¿Qué te pasa? —preguntó, sin esperar una respuesta, y me abrazó fuertemente.

No pude contener más las lágrimas. Me aferré a ella, llorando en su hombro. Berta me guió adentro y me sentó en el sofá.

—¿Qué ha pasado? ¿Por qué estás así? —insistió, sus ojos llenos de preocupación.

Tragué saliva, tratando de encontrar las palabras. Pero, ¿cómo podía explicarle todo? ¿Cómo podía decirle que mi padre estaba involucrado en cosas peligrosas y que yo había empeorado todo?

—La he cagado con mis padres —murmuré, bajando la mirada—. Hice algo... y ahora me odian más que nunca.

Berta frunció el ceño, sin entender del todo, pero me abrazó de nuevo, dándome un consuelo silencioso. Me quedé allí, sintiendo una mezcla de alivio y culpa.

Mientras Berta preparaba algo de té para calmarme, me sentí atrapada entre el impulso de huir y la necesidad de arreglar las cosas. No podía evitar sentir que había cruzado un límite que no debía haber cruzado, y ahora estaba en aguas profundas, sin saber cómo nadar de vuelta.

Los minutos pasaron, y mientras sorbía el té caliente que Berta me había dado, comencé a pensar en qué hacer a continuación. Sabía que mis padres no me querían involucrada, pero ya estaba dentro, hasta el cuello. No podía simplemente ignorar lo que había descubierto, no después de haber visto lo que vi.

—Berta, necesito tu ayuda —dije finalmente, mi voz apenas un susurro.

Ella me miró, sus ojos llenos de preguntas y preocupación.

—¿Podrías hacerme un DNI falso, uno en el que ponga que tengo 20 años y me llamo de otra forma?

—Daphne, tienes 18, legalmente ya puedes hacer lo que quieras —negué con la cabeza — Esta bien. ¿Como quieres llamarte?

—Daphne, solo cambia el apellido por favor, es lo único que se me ocurre para ayudar a mis padres.

—Daphne, deja las cosas como están, no las compliques más, ademas tus padres no merecen que los ayudes, has hecho muchas cosas por ellos que no te han agradecido.

—Son mis padres. No puedo darles la espalda después de haberles empujado en el pozo.

—Lo haré, pero por ti.

7 Pecados Capitales Donde viven las historias. Descúbrelo ahora