Era el Año Nuevo y, como de costumbre, estábamos cenando en casa, pero había un aire de tensión en el ambiente. Mi madre decidió romper el silencio con una pregunta que no esperaba.—El otro día te vi montando en un Ferrari, ¿quién es ese amigo? —preguntó con una mirada inquisitiva.
—Nadie. —respondí, sintiendo la mirada de mi padre clavada en mí. Era mejor mantener las cosas bajo control—. ¿Por qué no dejáis de meteros en mi vida? Tengo casi 19 años.
—Invítale a cenar —insistió mi madre, como si no hubiera escuchado mi respuesta.
—Él sí celebra las cosas, no como vosotros. Estará con su familia. —respondí con un tono cortante mientras picoteaba la comida.
—Bueno, pues otro día. —No parecía dispuesta a soltar el tema.
—No, mamá. No lo voy a invitar. Lo siento, pero te vas a mantener al margen de mi vida privada. Por cierto, esta noche salgo, hay una celebración en el centro. Y no es una pregunta, voy con Berta.
La noche llegó y me puse un vestido negro con lencería roja, me hice una coleta y me dirigí a la casa de Berta. Desde allí, fuimos a la fiesta en el centro, donde la Torre iluminada servía de telón de fondo perfecto para recibir el Año Nuevo. Entre risas y copas, Berta y yo nos dejamos llevar por la música, bailando sin preocupaciones. Después de un rato, decidí salir a tomar aire y me senté en el bordillo.
De repente, una voz familiar me sacó de mis pensamientos.
—Hola, Daphne, cuánto tiempo.
Miré hacia arriba y vi a Daniel, mi primer ex, el que me dejó por estar "demasiado delgada y ser inestable".
—Imbécil, vete a la mierda. —le solté, pero él se acercó más.
—Podemos arreglar las cosas, aquí entre tú y yo. Nadie mira, todos están a lo suyo. —dijo, intentando agarrarme.
—¡Que no, subnormal! ¡Que me sueltes! Tengo novio. —forcejeé, pero él me agarró con más fuerza.
—Se puede marcar un gol con portero. —dijo con una sonrisa cínica—. Venga, anda, vamos.
Antes de que pudiera decir algo más, escuché una voz familiar y reconfortante.
—¿Te ha dicho que no, lo has oído? —Marcos apareció con los brazos cruzados—. Y si la ve su novio, probablemente te mate, así que aire, hay como un trillón de mujeres más aquí.
—¿Tienes novio? —Daniel se rió con incredulidad—. ¿Alguien te aguanta? Pensaba que bromeabas
—Sí, ¿y a ti? —respondí, sintiendo una mezcla de rabia y vergüenza.
—En diez segundos aparecerá para ir a la barra a por algo de tomar. Si fuera tú empezaría a correr. —dijo Marcos, mirando hacia un lado.
—Que no me dais miedo, pringados. —Daniel siguió con su actitud altanera.
—Cinco, cuatro, tres, dos, uno... —Marcos contó con calma y justo entonces, Jayden apareció.
—¿Tú no ibas a ir a la puta barra? —Marcos le hizo un gesto con la cabeza a Jayden, quien miró hacia Daniel con una frialdad que no había visto antes. Daniel soltó mi brazo rápidamente, la valentía se le evaporó al instante.
Jayden se acercó lentamente, sus ojos fijos en mi muñeca enrojecida.
—Dame dos motivos para no matarle. —dijo con una voz tan calmada que daba miedo.
—Que hay un montón de gente y que tú no me has avisado de que estabas aquí. —dije, agarrándolo del brazo y alejándolo de Daniel—. Estoy bien, ¿no estabas comiendo con tu familia?
—Sí, pero me enfadé con mis tíos porque no dejaban de bromear y me largué. Te dejé un mensaje, pero estabas muy ocupada. —Jayden respondió, su voz suavizándose al mirarme. Pero mirando hacia atrás.
—¿Podemos ir a otro lado a estar solos?
—¿Estás borracha? —negué — anda recto.
—Jayden deja de ser tan controlador por favor, yo también tengo derecho a disfrutar y pasármelo bien. Además te recuerdo que la primera noche que te acotaste conmigo también iba así así que no es excusa. —dije mirándolo a los ojos —
Me dio un beso corto en los labios se terminó en vaso de vodka y le dio una última calada a el cigarro que tenía en la mano antes de tirarlo.
—Vanos. —sonreí victoriosa —
Tiro de mi mano por una calle hasta llegar a un lugar donde había menos gente. Se sentó en una esquina y se desabrochó el pantalón. Subí el vestido un poco más.
Me senté en su regazo, sintiendo cómo el aire frío de la noche se mezclaba con el calor de nuestros cuerpos. Jayden me miró a los ojos mientras deslizaba mis bragas a un lado, dejando que su erección encontrara su camino. El roce era intenso, y el hecho de que estuviéramos en un lugar público añadía una capa de excitación que nunca había experimentado antes.
Comencé a moverme lentamente, sintiendo cada centímetro de él dentro de mí. La adrenalina y la mezcla de emociones me hicieron perder el aliento.
Jayden apoyó sus manos en mis caderas, ayudándome a mantener el ritmo. Cada movimiento era una mezcla de placer y peligro; el miedo a ser descubiertos se desvanecía con cada gemido ahogado.
—Más rápido —murmuré, agarrándome a sus hombros para mantener el equilibrio. Jayden me obedeció, aumentando la velocidad y la intensidad. Sentí sus manos apretarse en mi cintura, guiándome, mientras nuestros cuerpos se movían en sincronía.
La cercanía, la sensación de su piel contra la mía, y el hecho de que todo podía desmoronarse en un instante si alguien nos encontraba, hacía que cada segundo fuera más intenso que el anterior. Cerré los ojos, dejándome llevar por la oleada de sensaciones que me atravesaban. Jayden bajó una mano para acariciar mi clítoris, llevándome al borde.
—Jayden... —gemí, sin poder contenerme más. Mis piernas temblaban mientras el orgasmo me envolvía, un torbellino de sensaciones que me dejó sin aliento.
Baje chupando cada gota de semen. Me agarro de la coleta para levantarme.
Nos quedamos allí, recuperando el aliento, mientras la realidad volvía a nosotros lentamente. Me bajé de su regazo, ajustando mi vestido y tratando de arreglarme el cabello desordenado. Jayden hizo lo mismo con su ropa.
—¿Volvemos?
Asentí, incapaz de encontrar palabras. Tomó mi mano y con el alcohol y el temblor de piernas el andar de vuelta a la fiesta se hizo más difícil de lo que parecia.