Las luces del club parpadeaban mientras el ritmo de la música vibraba a través del suelo. Después de unas cuantas copas más, todo comenzaba a parecerme una gran idea.
Miré hacia la barra y vi a Jayden hablando con una chica. Sentí una oleada de osadía mezclada con el calor del alcohol y decidí intervenir. Me acerqué, interponiéndome entre ellos con una sonrisa provocadora.
—Amor, ¿qué haces con esta chica? —vacilé, mirándolos a ambos con una ceja levantada.
La chica se giró hacia él con una expresión de incredulidad. —¿Tienes novia? ¡Imbécil! —le gritó antes de darle una bofetada y marcharse furiosa.
No pude evitar reírme ante la situación, disfrutando del caos que acababa de desatar. Pero cuando me giré para irme, Jayden me agarró del brazo, atrayéndome hacia él. Sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y desafío, y me dejó a escasos centímetros de su rostro.
—¿Por qué hiciste eso? —su voz era baja y peligrosa, pero también había un destello de algo más, algo electrizante.
—Es divertido —susurré, sin apartar la vista de sus labios—. ¿Qué más te da? Seguro que tienes una fila de chicas esperando por ti.
Antes de que pudiera responder, Jayden cerró la distancia, presionando sus labios contra los míos. El beso fue intenso, lleno de una lujuria que no esperaba sentir, pero que me envolvió completamente.
En pocos segundos, la realidad de nuestra situación se desvaneció, dejándome solo con la sensación de su boca sobre la mía y el calor que se acumulaba en mi interior. Nos dirigimos apresuradamente hacia el baño, empujando la puerta y cerrándola con un golpe.
Jayden me levantó en sus brazos, sus manos firmes alrededor de mi cintura. Me besó con una pasión que parecía inagotable, y yo respondí con la misma intensidad, olvidando por completo quién era él y por qué estaba realmente allí.
La lujuria del momento se apoderó de mí, ahogando cualquier pensamiento racional que pudiera haber tenido. Con un movimiento rápido, Jayden lavanto mi vestido, y sus manos recorrieron mi piel con una urgencia que me encendió aún más.
Estaba consciente de lo peligroso que era esto, pero el alcohol y la adrenalina me empujaban a seguir. Cada caricia, cada beso, me hacía olvidar momentáneamente que este hombre era un enemigo, alguien a quien debería estar investigando y no follando.
Me desperté en una cama enorme, a un lado de Jayden. Mi cabeza daba vueltas y, por un momento, traté de recordar los detalles de la noche anterior.
La lujuria, el alcohol, los gritos y los orgasmos. ¿Cómo es posible que dos simples cubatas me hayan llevado a semejante locura? Me levanté rápidamente, buscando mi vestido, tratando de recuperar algo de dignidad. Jayden seguía dormido, su figura se delineaba con la luz que entraba por las cortinas de los grandes ventanales.
Mientras él dormía plácidamente, me puse a buscar sus pantalones. Necesitaba algo que pudiera ser útil para mi misión. Al revisar su cartera, encontré una tarjeta que parecía algún tipo de pase. Sin pensarlo dos veces, lo metí bajo la suela de mis converse.
Me vestí lo más rápido posible y miré a mi alrededor; la casa era increíblemente grande y moderna, con una vista espectacular de los edificios de Nueva York. Me dirigí hacia las escaleras, esperando encontrar una salida, pero solo encontré más habitaciones y un ventanal que daba a un jardín en un ático. Perdida, decidí bajar de nuevo y esperar en la cocina, ya que no quería arriesgarme a saltar desde un probablemente trigésimo piso.
Mientras buscaba un vaso en los cajones, Jayden apareció detrás de mí, acercándome uno. —Buenos días —dije, sintiéndome incómoda bajo su mirada.
—Buenos días —respondió con una voz calmada.
—Perdón por haberme quedado, pero no encontraba la salida, la casa es un poco confusa para mí —reí nerviosa.
—La puerta está allí —señaló una pared que ocultaba la entrada. —Arriba es el ático, y el resto son habitaciones —asentí con la cabeza, tratando de mantener la compostura.
—No, gracias, prefiero irme sola —dije mientras bebía un poco de agua.
Jayden, vestido con un chándal y mostrando su torso lleno de tatuajes, me miró con una expresión que no pude descifrar. Asentí rápidamente y me apresuré a salir.
Una vez en casa, me duché y traté de organizar mis pensamientos. Berta me llamó, pero no le respondí. No podía contarle nada de lo sucedido, aún no.
En la empresa, caminé por los pasillos con un objetivo claro: encontrar algún receptor de la tarjeta que había robado a Jayden. Después de un rato, encontré una puerta metálica blindada. Pasé la tarjeta y entré en silencio.
El lugar estaba lleno de celdas, algunas con hombres dentro y otras simplemente ensangrentadas. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Retrocedí, chocando con alguien. Al girarme, me encontré con Jayden.
—¿Es esto lo más interesante de mi carrera? —dijo con una mezcla de burla y seriedad. Mi corazón latía a mil por hora.
—Devuélveme la tarjeta, por favor —dijo, extendiendo la mano. Tragando saliva, se la devolví sin decir una palabra.
—Sal de aquí y vete a tu oficina, tienes trabajo —me ordenó, sin darme oportunidad de replicar.
—Sí... —murmuré, sintiendo el peso de su mirada mientras me alejaba. No sabía qué iba a pasar ahora, pero una cosa era segura: había tocado un tema muy peligroso.