Capitulo 23; Ezequiel

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Me desperté al sentir la calidez de Jayden a mi lado, su respiración profunda y constante

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Me desperté al sentir la calidez de Jayden a mi lado, su respiración profunda y constante. Me quedé unos momentos inmóvil, disfrutando de la tranquilidad de la mañana y del aroma a su perfume caro que llenaba el aire.

Era una combinación embriagadora de notas amaderadas y cítricas que, junto con el calor de su cuerpo, creaba una atmósfera casi irreal. Me acomodé sobre su pecho, deleitándome con la sensación de su piel suave bajo mis dedos. Empecé a delinear suavemente los tatuajes en su piel, siguiendo las líneas intrincadas con las uñas, como si estuviera descifrando un mensaje oculto en ellos.

Justo cuando comenzaba a perderme en mis pensamientos, mi teléfono sonó, rompiendo la paz del momento. Lo cogí rápidamente, intentando no despertar a Jayden, y respondí en un susurro.

—¿Qué?

La voz furiosa de mi madre se escuchó del otro lado, haciendo que Jayden se moviera ligeramente, incluso con el volumen bajo.

—¡No estás con Berta! ¡He llamado a su madre y me ha dicho que no estáis! —gritó, llenando la habitación con su tono estridente.

Tomé una respiración profunda, intentando mantener la calma. —Mamá, relájate. Berta no vive con su madre, claro que no estamos allí —. Llámala a ella o a Ezequiel si quieres, que es su hermano con quien vive.

—Muy bien, pásame con Berta ahora mismo —dijo con voz firme. Tragué saliva, sintiendo la presión.

—No puedo, está en la ducha, pero si quieres te paso con Ezequiel, su hermano, y que te lo diga él —tapé el altavoz y sacudí a Jayden para despertarlo.

—Jayden —susurré con urgencia—, hazte pasar por un tal Ezequiel, hermano de Berta, por favor.

Jayden frunció el ceño, frotándose los ojos antes de tomar el teléfono. A pesar de su somnolencia, su tono se volvió serio y convincente.

—¿Hola?

—¿Señora Wagner? Sí, soy Ezequiel, su hija está en mi casa con mi hermana. No se preocupe, están bien. En seguida las echo porque van a venir unos amigos míos —dijo con voz calmada, acariciándome el cabello para mantener la fachada.

—Vale, dile que recoja —respondió mi madre, algo más tranquila, pero aún con un tono autoritario.

—Sí, no se preocupe, no tenía planeado recoger yo —contestó Jayden, pasando el teléfono de vuelta a mí.

—¿Ya? —pregunté, sintiendo un nudo en el estómago.

—No, espero que no me estés mintiendo por tu bien. A las tres te quiero en casa —sentenció antes de colgar.

Suspiré aliviada y me dejé caer de nuevo sobre el pecho de Jayden, quien se había recostado otra vez.

—Me debes una —dijo con una sonrisa perezosa, mientras sus dedos seguían acariciando mi cabello.

Me reí suavemente, sintiendo cómo la tensión se disipaba poco a poco. —No, esa era por la de ayer

—Por la de ayer ya mete a los italianos. —sonrió

Finalmente, me levanté de la cama, sabiendo que debía prepararme para enfrentar a mi madre y todas las mentiras que había tejido para protegernos. Jayden se quedó acostado, observándome con esos ojos oscuros e intensos, una mirada que decía más de lo que sus palabras podrían expresar. Me puse los tacones sintiendo su mirada en mi todo el tiempo

—Ya que estás dormido y majo podrías darme una chaqueta para que mi madre no me llame pura para cuando entre por la puerta —sonrió—

—Ya la gustaría a ella que la quedara el vestido como te queda a ti. —me encogí de hombros — coke la que quieras están dentro de esa habitación.

Entre por la puerta viendo un vestidor gigante. Cogí una sudadera negra básica haciendo que lo único que se viera era una falda roja por abajo.

Antes de salir de la habitación, me volví hacia él una última vez. —Nos vemos más tarde —dije, intentando sonar casual.

—Vale.

Asentí y salí, cerrando la puerta detrás de mí. Mientras caminaba por el pasillo, no pude evitar pensar en lo complicada que se había vuelto mi vida en tan poco tiempo.

Pero una cosa era segura: estaba en un camino del que no había vuelta atrás. Y por primera vez, no me importaba.

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