Hace siglos, la humanidad, asolada por interminables conflictos y discordias, tomó una drástica decisión: dividirse en cuatro grandes distritos, cada uno regido por el poder de un elemento primordial. Así nacieron Pyrosia, el distrito del Fuego; Aqu...
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Narra ____:
Me senté bajo un árbol, dejando que la brisa acariciara mi rostro y jugueteara con mi cabello al compás del viento. La sensación era refrescante, y me sentí en sintonía con el aire que ahora podía controlar. El sol comenzaba a asomar en el horizonte, pintando el cielo con tonos cálidos de naranja y rosa. Sabía que era hora de regresar al campamento; seguramente las chicas estarían despertando pronto. Con un suspiro, me levanté y comencé a caminar de vuelta, sintiendo una mezcla de calma y anticipación. A medida que me acercaba, podía escuchar los primeros sonidos del día, el crujir de las ramas bajo mis pies y el canto de los pájaros despertando.
Al regresar al campamento, encontré a las chicas ya despiertas, algunas aún estirándose y otras comenzando a preparar el desayuno. Nayeon estaba sentada cerca del fuego, agitando una pequeña olla de café mientras Jeongyeon cortaba algunas frutas.
—¡Buenos días! —saludé, acercándome al grupo.
—¡Buenos días, _____! —respondieron en coro, con sonrisas.
Momo, siempre enérgica por las mañanas, se acercó a mí con una expresión curiosa. —¿Dónde estabas tan temprano?
—Solo fui a dar un paseo y a practicar un poco mi nuevo poder —comenté mientras me sentaba al lado de Tzuyu.
—¿Ya aprendiste a usarlo? —preguntó Chaeyoung, entusiasmada. Asentí con una sonrisa.
—En la noche, Zephyrus se presentó en mis sueños y me estuvo enseñando cómo utilizar su poder —expliqué, aceptando una taza de café que Jihyo me ofreció.
—¿Podemos ver tu poder? —preguntó Sana con un brillo de emoción en los ojos, como una niña pequeña.
Sonreí por lo tierna que se veía y asentí. En mi mano, creé un pequeño remolino de viento, y las chicas quedaron maravilladas al ver que ahora podía manipular dos elementos.
—Eso es genial —exclamó Jeongyeon, impresionada. Apagué el remolino y sonreí.
—Agh —escuché a Nayeon quejarse.
—¿Qué sucedió? —preguntó Momo, preocupada.
—Se apagó el fuego y no puedo encenderlo —respondió Nayeon, molesta.
—¿Por qué no le piden a _____ que lo encienda? Ella maneja el fuego —comentó Tzuyu, recordándonos que tenía ese poder también.
—Yo lo hago —dije, levantándome y acercándome a Nayeon. Creé una pequeña llamarada en mis manos, encendiendo nuevamente la fogata.
—Gracias, _____ —dijo Nayeon, regalándome una de sus hermosas sonrisas de conejo.
—A veces, me gustaría tener tu poder para encender una fogata en cualquier momento. Debe ser tan conveniente —comentó Sana, mirando el fuego.