Hace siglos, la humanidad, asolada por interminables conflictos y discordias, tomó una drástica decisión: dividirse en cuatro grandes distritos, cada uno regido por el poder de un elemento primordial. Así nacieron Pyrosia, el distrito del Fuego; Aqu...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El amanecer me recibió con una brisa suave y el trinar de los pájaros. Desperté con una sensación de renovación; la presencia del Desconocido ya no era más que un eco lejano en mi mente. Al girarme, noté a Jeongyeon aún dormida a mi lado, su rostro iluminado por la luz dorada del sol naciente, irradiando una calma profunda.
—Buenos días, bella durmiente —murmuré mientras acariciaba suavemente su mejilla.
Jeongyeon se movió ligeramente, abriendo los ojos con pereza.
—¿Ya es de día? —preguntó con voz adormilada.
—Sí, y es hora de ponernos en marcha —respondí con una sonrisa ligera.
A nuestro alrededor, el campamento comenzaba a despertar. Observé a Jihyo, siempre diligente, organizando las provisiones mientras Momo y Sana discutían enérgicamente sobre la mejor ruta a seguir.
—¡Chicas! —llamó Jihyo— El desayuno está listo.
Nos reunimos alrededor del fuego, mientras Aqnis revoloteaba entre nosotras, buscando alguna oportunidad para robarse un bocado.
—Aqnis, deja de robar mi comida —protestó Chaeyoung, aunque su tono era claramente afectuoso.
—No puedes culparlo —rió Tzuyu— Tu comida siempre huele mejor que la del resto.
Dahyun, siempre alerta, intervino con una expresión seria.
—¿Alguien más ha notado lo raro que está todo? No he visto ni una criatura desde que despertamos.
Jeongyeon frunció el ceño, observando el entorno.
—Es cierto, es inusual —murmuró con preocupación.
Jihyo, con su determinación habitual, se puso en pie.
—Deberíamos ponernos en marcha cuanto antes. Llegar al Santuario es nuestra prioridad.
Recogimos nuestras cosas y comenzamos a caminar en silencio. El peso de lo desconocido se sentía en cada paso. Mientras caminaba al lado de Mina, sentí su mano buscando la mía, su toque cálido llenándome de confort.
—¿Estás preocupada? —susurró, sus ojos llenos de ternura.
—Un poco —admití— Este silencio me inquieta.
Mina apretó mi mano con firmeza.
—No importa lo que venga, estamos juntas en esto.
Después de varias horas de caminata, llegamos a una estructura antigua que parecía haber emergido de la tierra misma. Una enorme puerta de piedra bloqueaba nuestro paso, cubierta de símbolos que emitían un leve brillo.
—Increíble —murmuró Chaeyoung, acercándose a examinar los grabados— Parece sacado de un juego de rol.
—Debe ser una de las pruebas del Santuario —recordé las leyendas—Tendremos que superarla si queremos avanzar.