7| Los tambores de la selva

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    El denso follaje se convierte en un laberinto verde y vibrante, un escenario perfecto para una simulación que pondrá a prueba el temple y la pureza del alma de un ser místico. Él, un chico moreno y de gran estatura, se mueve con la gracia de un jaguar, cada paso suyo resuena como un susurro entre las hojas de las palmas reales.

    Su piel, de un tono caoba profundo, brilla con el sudor del esfuerzo y el calor tropical, reflejando la luz del sol como si fuera un guerrero de bronce esculpido por manos divinas.

    Sus ojos, oscuros y penetrantes como pozos de misterios antiguos, escudriñan el entorno, siempre alerta, siempre calculando el próximo movimiento en este juego de supervivencia y honor.

    En este retablo natural, donde la naturaleza despliega su esplendor y su crueldad por igual, el joven enfrenta desafíos que no solo prueban su destreza física, sino también la nobleza de su espíritu.

    Los tambores de la selva, compuestos por el canto de las aves y el murmullo del viento entre los árboles, marcan el compás de su travesía.

    Los peligros acechan como sombras entre los matorrales: serpientes venenosas, jaguares hambrientos y trampas naturales que podrían paralizar al más valiente.

    Sin embargo, su atractivo no radica únicamente en su apariencia física.

    Su verdadera belleza emerge en los momentos de calma, cuando su determinación y su valentía revelan un corazón puro y una mente aguda.

    En medio de una tormenta tropical, sus músculos tensos y definidos luchan contra la corriente de un río embravecido, demostrando no solo fuerza, sino también una voluntad férrea de superar cualquier obstáculo.

    En un claro del bosque, rodeado de orquídeas silvestres y la melodía de ranas coquí, enfrenta su mayor prueba: salvar a una familia de campesinos atrapada en un derrumbe. Con la misma delicadeza y firmeza que un escultor trabajando el mármol, él rescata a cada miembro, utilizando su tamaño imponente y su destreza con precisión quirúrgica.

    La mirada de gratitud en los ojos de los rescatados ilumina su camino, reafirmando que su corazón, aunque probado por el fuego y el peligro, late con una pureza inquebrantable.

    En este rincón del monte cubano, donde el pasado y el presente se entrelazan en un tapiz de leyendas y realidad, nuestro héroe se erige no solo como un símbolo de atractivo físico, sino como la encarnación de un alma noble y un espíritu indomable, capaz de transformar cualquier adversidad en una oportunidad para demostrar su verdadero valor.

    El sol caribeño brilla intensamente sobre una Habana en sus primeros años, donde las casas de techos de tejas rojas y paredes de adobe se alinean junto a calles empedradas.

    En este mundo simulado, nuestro protagonista, llamado Juan, se encuentra en un viaje constante para descubrir su verdadero yo y la verdad detrás de la simulación. En medio de su lucha, una lágrimas corre por su mejilla al reconocer a una hermosa mulata llamada Isabel, cuya piel dorada y ojos brillantes como esmeraldas lo cautivaron desde el primer encuentro.

    Isabel trabaja como criada en la casa de un rico comerciante español. Juan, en su búsqueda de respuestas, revive nuevamente esa primera vez que la había visto.

    Ella canta una melodía nostálgica mientras barre el patio de la casa.

    La voz de Isabel, como el susurro del viento entre las palmeras, lo envuelve en una cálida sensación de familiaridad y consuelo, alejando por un momento las sombras de la simulación.

    Juan comienza a visitarla regularmente.

    Recuerda con una sonrisa amarga cómo acudía bajo el pretexto de entregar mercancías al comerciante. Sus encuentros iniciales son breves y tímidos, intercambiando miradas y sonrisas furtivas.

Mar Pacífico [Libro I: Cuba] BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora