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¿Compararme Con Quién? (1)

El Emperador presenció cómo Laura insultó a la mujer de la que estaba enamorado. Fue toda una escena.

Laura y otras damas de compañía rápidamente agarraron sus faldas para inclinarse ante él, pero él las miró ferozmente. Ya había visto a Sovieshu unas cuantas veces antes en el palacio, y lo miré fijamente en silencio en lugar de volver a saludarlo. Sovieshu miró a Laura y luego se giró hacia Rashta.

Dios mío.

Sovieshu suspiró. Los ojos de Rashta estaban húmedos, probablemente por la sorpresa, y la amplia mirada que le dirigió la hizo parecer un pobre animal asustado.

—No llores.

A pesar de su intento de calmarla, las lágrimas comenzaron a caer por su rostro.

—Dije que no llores.

A pesar del tono poco comprensivo de su voz, Rashta no se detuvo. Parecía no tener miedo de su infame actitud fría. Seguí mirándola fijamente. Como Rashta continuó llorando, para mi sorpresa, Sovieshu sacó un pañuelo bordado en oro y se lo ofreció. Sus lágrimas no cesaron ni siquiera cuando le ofreció el pañuelo, y él mismo suspiró limpiándole la cara.

—Eres muy susceptible.

Había cierta preocupación en su tono, y un rincón de mi corazón volvió a palpitar. No, era natural... era natural. Me acordé de las palabras de la Condesa Eliza, y me di la vuelta e instruí a mis damas de compañía para que me siguieran.

—Vámonos. Me duelen las piernas.

No podría evitar que Sovieshu tuviera una concubina, pero era libre de apartar mis ojos de ella. Las damas me siguieron rápidamente.

—Espera. Detente.

Sovieshu me llamó antes de que hubiéramos dado unos pocos pasos. Primero Rashta, ¿y ahora él? Sovieshu miró a Laura y la señaló.

—Deja a esa dama de compañía atrás, Emperatriz.

—¿Para qué?

—Déjala.

—Ella es mi dama de compañía. Tienes que decirme primero para qué.

La tez de Laura se puso pálida. También sentí un viento ominoso soplando a través de mis pensamientos.

Seguramente no castigaría a Laura por lo que le dijo a Rashta, ¿verdad? Si bien el comportamiento de Laura no era exactamente ejemplar, seguía siendo una dama de compañía de la Emperatriz. Rashta, por otro lado, no era todavía una concubina, ni siquiera era de la nobleza más baja. Incluso era probable que fuera una esclava fugitiva. Si Sovieshu castigara a Laura, la deshonraría públicamente en la sociedad.

Así como a mí, la Emperatriz.

Lo miré fijamente, y dirigió su mirada hacia Laura.

—Ella es una dama de compañía de la Emperatriz, pero también es mi súbdita. ¿Cómo se atreve a hablar así?

—¿Crees que un regaño arreglará a alguien que llama sucia a otra persona? Seguramente no.

Sovieshu le gritó una orden a un guardia cercano, apuntando su barbilla hacia Laura.

—Enciérrala durante tres días y dale solo agua y pan duro.

La cara de Laura se puso blanca, y las otras damas soltaron un pequeño grito de angustia.

—Eso es ir demasiado lejos, Su Majestad.

Di un paso al frente, pero Sovieshu dirigió su mirada helada hacia mí.

—Llamó sucia a una mujer en silla de ruedas que ni siquiera puede caminar apropiadamente. ¿No crees que eso es ir demasiado lejos?

—!¡

—Bueno, solo mirabas. Probablemente pensaste que no estaba muy lejos.

—Mis damas de compañía solo la detuvieron porque tiró de mi vestido.

La mirada en el rostro de Sovieshu solo se volvió más oscura.

—Estabas alejándote de ella.

—Su Majestad.

—¿Y qué hay de malo en sujetar un vestido? ¿Es el vestido de la Emperatriz más noble que una mano humana?

—Entonces haré que tu sirviente tire del dobladillo de tu capa. Incluso si tu capa no es tan noble como la mano de un humano, ¿eso es aceptable?

Sovieshu frunció el ceño y sonrió.

—Tus palabras no tienen sentido. ¿Realmente crees que es la misma situación?"

—¿Es diferente?

—Lo es.

—Entonces, ¿cuál es la diferencia?

—Rashta no es un sirviente.

Quería preguntarle si podría cambiar mi ejemplo, y qué haría si una concubina tirara del dobladillo de su ropa.

—Encierra a la dama de compañía de la Emperatriz durante cinco días.

Antes de que pudiera decir algo más, Sovieshu aumentó el castigo de Laura. Cuanto más me opuse a él, más severo se volvió.

Vi a Rashta sentada detrás de Sovieshu con los ojos bien abiertos, mirándolo como si fuera una especie de héroe. Las palabras que quería decir amenazaban con saltar de mi boca, pero ni siquiera la emperatriz podía anular las órdenes del emperador. Podría convocar un juicio para impugnar el castigo de Laura, pero para cuando se abriera el juicio, ella ya estaría en libertad.

—Acepto el castigo, Su Majestad.

Mientras sufría por perder contra Sovieshu, Laura se adelantó rápidamente. Mi cara se puso roja de vergüenza e ira.

—Vete.

No pregunté por qué la chica estaba cerca del palacio principal, ni tampoco Sovieshu me felicitó por trabajar duro todo el día.

Sovieshu y yo no éramos una pareja apasionada, pero éramos buenos amigos. Ahora no éramos ni eso. Apreté los dientes y me di la vuelta. Ahora entendía por qué mi madre me aconsejó que no me involucrara con las concubinas.

la emperatriz se volvió a casar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora