Navier era la emperatriz perfecta, sin embargo, el emperador quería una esposa, no una compañera. Por lo que dejó a la Emperatriz y puso una esclava a su lado. Eso estuvo bien, hasta que Navier escuchó al Emperador prometer a la esclava la posición...
Sovieshu asintió, y Rashta parecía aturdida. Esta sorpresa le fue dada tan pronto como se despertó. Ella se cubrió el vientre con las manos.
—Estoy embarazada…
—Puede dar miedo porque es tu primer embarazo, pero... gracias.
Sovieshu se inclinó y abrazó a Rashta con fuerza. Podía sentirla temblar en sus brazos, le acarició la espalda y murmuró repetidamente su gratitud hacia ella. Siempre había querido un bebé, y siempre había querido ser padre. Además de simplemente necesitar un sucesor al trono, una familia feliz era su sueño ideal. ¿Cómo es que una concubina que solo llevaba unos meses en su vida lo hizo realidad?
Pero a pesar de su felicidad, albergaba una sensación de inquietud. El mejor plan era tener un hijo con la Emperatriz primero. Los hijos de una concubina no podían ser sucesores, pero la relación entre padre e hijo no se puede cortar tan fácilmente. Los hijos bastardos inteligentes eran las semillas de muchas disputas. Sovieshu nunca quiso que eso sucediera entre sus generaciones. Con un hijo ilegítimo nacido primero, estaba feliz e inquieto.
—Su Majestad, tenemos a nuestro bebé aquí...
Pero Sovieshu no podía compartir sus preocupaciones con la madre de su bebé. Puso su mano sobre el vientre de Rashta con una sonrisa, alejando su inquietud.
—¿No es esto increíble?
—Sí, todavía no siento nada... pero es increíble.
El doctor del palacio que estaba de pie a un lado habló con cuidado.
—Señorita Rashta, ¿tenía períodos irregulares?
Ella asintió.
—Sí, así que nunca pensé en quedar embarazada. Siempre fue irregular...
—Le prepararé medicinas y alimentos saludables. Por el momento, concéntrese en seguir la dieta prescrita.
El doctor se fue y Sovieshu se sentó al lado de Rashta.
—Si hay algo que quieras comer, cualquier cosa que quieras tener, solo dímelo.
—¿Cualquier cosa?
—Cuando una madre es feliz, también lo será el bebé.
—¡!
En ese momento, las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos.
—¿Rashta?
Sovieshu la miró sorprendido, pero Rashta se acurrucó y enterró la cara en sus rodillas.
—¿Qué pasa? ¿Estás enferma? ¿Debería volver a llamar al doctor?
—No, eso no…
—¿?
—Siempre quise escuchar esto.
—¿Rashta?
Sovieshu estaba desconcertado por su reacción, y le levantó la barbilla. No estaba llorando tan linda como de costumbre, en cambio, su cuerpo estaba lleno de sollozos como si no le importara como luciera. Después de llorar mucho durante un buen tiempo, Rashta se arrojó a los brazos de Sovieshu.
—Eres el salvador de Rashta, Su Majestad. No sabes cuánto te ama Rashta.
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