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Las Lágrimas Que Solo Reina Conoce (2)

Aunque no esperaba a la condesa Eliza, era aún más curioso que Laura estuviera aquí cuando esperaba las celebraciones de Año Nuevo. ¿Estropeé el ambiente? ¿Vinieron a buscarme porque me escapé?

Aun así, no quería que me consolaran, por extraño que sea. Fue mi orgullo el que resultó herido cuando mi esposo mostraba su amor a otra mujer. No había nada malo con mi reacción, pero fueron Sovieshu y Rashta quienes se mantuvieron dignos mientras me encogía. Ni siquiera podía explicar este vago sentimiento, así que no me atreví a hablar de ello.

Sin embargo, la forma en que Sovieshu se apresuró al lado de Rashta no parecía estar en sus mentes. La condesa Eliza rápidamente abanicó su cara, y Laura siguió tocando nerviosamente sus rizos.

¿Que está mal? Ahora que lo pienso, todas parecían estar bastante agitadas.

¿Que está mal? Ahora que lo pienso, todas parecían estar bastante agitadas.

—Su Majestad. Vino un mensajero de la finca de Verdi.

La condesa Eliza bajó su abanico mientras hablaba, y yo me quedé ahí de pie, confundida.

—¿La finca de Verdi?    

—Sí.

—¿El mensaje es de la vizcondesa Verdi?          

—Sí su Majestad. El mensaje decía que la vizcondesa Verdi ya no puede ser la dama de compañía de la Emperatriz.

Vizcondesa Verdi... ¿no le presté dinero hace unos días? En ese entonces parecía que tenía la soga al cuello.

—¿El mensaje es de la vizcondesa Verdi?            

—Sí su Majestad. El mensaje decía que la vizcondesa Verdi ya no puede ser la dama de compañía de la Emperatriz.

Vizcondesa Verdi... ¿no le presté dinero hace unos días? En ese entonces parecía que tenía la soga al cuello.

—¿Estás segura de que era de la vizcondesa Verdi?

La miré con desconcierto. Su hogar estaba endeudado masivamente debido a las acciones problemáticas del esposo y el hijo. La deuda no era suficiente para dejarlos en las calles, pero la mayor parte de sus ingresos se habían utilizado para pagarla. ¿Y ahora la vizcondesa Verdi estaba renunciando a su puesto de dama de compañía?

Laura continuó con ansiedad.

—Ella renunció con bastante prisa ¿Tal vez la vizcondesa Verdi peleó con su esposo o su hijo?

Otra dama de compañía hizo una sugerencia con una mirada preocupada.

—Podría ser una buena idea enviar a alguien para verificar la situación.

—Supongo que sí.

***

Al día siguiente se demostró que nuestras preocupaciones sobre la vizcondesa Verdi eran innecesarias.             

En el segundo día no tenía la obligación de asistir al banquete con Sovieshu, así que me relajé un poco mientras iba al salón de fiestas. Allí había muchas mujeres nobles, entre ellas la condesa Eliza, Laura, y la princesa Soju del Reino del Sur. La princesa Soju era la típica sureña ideal, dulce, generosa y de hábil conversación. Por consiguiente, la atención de todas se centraba en lo que ella decía, cuando de repente miró por encima de su hombro y dijo, ‘‘Es ella.’’

la emperatriz se volvió a casar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora