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La Mariposa De La Sociedad (1)

¿Tenía preferencia por los extranjeros? ¿De qué demonios estaba hablando?

Le dirigí una mirada de reproche. Era difícil entender a qué se refería. ¿Fue porque hablé con el Gran Duque Kapmen?

—No impediré que la Emperatriz preste atención a otros hombres, pero esperaba que no fueran extranjeros.

Como sospechaba. Yo estaba a punto de decir que no podía rechazar al Gran Duque Kapmen, pero luego cambié mis palabras.

—No es algo de lo que deba preocuparse.

Seguí involucrándome en extraños malentendidos, especialmente con el Príncipe Heinley, pero fue Sovieshu quien trajo primero una concubina. Era poco probable que trajera a mi propio amante como represalia, pero en cualquier caso, Sovieshu no debería criticarme por lo que hago. En mi opinión, eso era justo.

Sin embargo, Sovieshu, parecía tener ideas diferentes.

—¿Cómo no preocuparme? ¿No eres mi esposa?

"..."

Quería replicar, ‘‘¿Me consultó antes de acoger a la Señorita Rashta?’’ Pero sabía que diría que la mencioné de nuevo porque estaba celosa.

Sovieshu exhaló de manera digna.

—¿Te gusta el Señor Kapmen? ¿Hasta el punto de hacerte suspirar

—No lo malinterprete. Sólo hablamos de esto.

—Sí, bueno, me alegra escuchar eso... pero me gustaría que seas más consciente.

***
Después de eso hubo otra reunión con el ministro de finanzas y los funcionarios de la tesorería sobre el presupuesto estatal anual, que incluía el salario de los funcionarios de la corte, los guardias imperiales, así como el presupuesto para diversos eventos.

—Los ingresos fiscales son casi los mismos que el año pasado.

—Si bien se espera que el sistema no cambie, no sabemos los costos.

—Podemos usar el plan presupuestario del año pasado.

—Bien. En general, no se espera ningún conflicto nacional, así que podemos fijarlo como en los últimos años.

Hasta ahora, todo había ido bien. Sin embargo, surgieron complicaciones cuando se trataba de Rashta. El emperador generalmente le daba a sus concubinas una considerable, aunque no fija, cantidad de dinero cada año. Como no había un estándar y cada emperador pagaba cantidades diferentes, era difícil hacer referencia a casos anteriores.

—¿Tiene un libro de cuentas separado para la Señorita Rashta? Debería ser bastante fácil de calcular.

—Los libros no llegaron a la tesorería. Ya que no hay dinero asignado todavía, debe ser registrado en su cuenta. El Emperador la está manteniendo ahora.

—Es eso así.

Pensé que Sovieshu no me daría los libros de cuentas.

—¿Y si usamos a la condesa Malti como ejemplo aquí, Su Majestad? Ella era una plebeya antes de convertirse en concubina al principio del gobierno del emperador.

—Los precios han subido desde entonces, así que no creo que sean comparables.

—Todavía tenemos que usar algún precedente. Una vez establecida la cantidad, será difícil bajarla, pero si hay una nueva concubina— ah, lo siento.

—Está bien. Tienes razón, deberíamos estar seguros.

La reunión duró más de lo que pensaba, y cuando salí de la habitación con el ministro de finanzas, el aire ya estaba frío. El sol todavía estaba afuera, pero el cielo no era tan brillante.

—Me perdí la hora del almuerzo.

Mi reunión con el Gran Duque Kapmen fue desde la mañana hasta la tarde, y desde la tarde en adelante me perdí la comida cuando me reuní con el ministro de finanzas. Cuando me di cuenta de que no había comido, de repente sentí hambre y aceleré el paso. También me preguntaba si Reina había pasado por allí.

Me apresuré y en la bifurcación que conducía a los palacios del este y el oeste, vi el dobladillo de una falda azul que se asomaba entre los arbustos. Sir Artina, que me seguía, frunció el ceño.

—¿Quién es esa?

—No lo sé.

Respondí sacudiendo la cabeza. Como si me hubieran escuchado, la dueña de la falda sobresaliente salió de los arbustos, revelando que era la Vizcondesa Verdi.

—Su Majestad.

Cuando nuestros ojos se cruzaron, ella desvió la mirada y sus ojos se movieron rápidamente. Después de asegurarse de que no había nadie más, ella me llamó con urgencia. Sin embargo, no me acerqué y Sir Artina la reprendió.

—Grosera.

La vizcondesa Verdi sacudió la cabeza vigorosamente. La desesperación parpadeó en su rostro, luego volvió a mirar a su alrededor y se me acercó.

—Tengo algo urgente que decirle. Puede que ya no sea su dama de compañía, pero no puedo estar tranquila hasta que le diga esto.

Sus labios temblaron. Evité que Sir Artina la reprendiera nuevamente y le indiqué a la vizcondesa Verdi que continuara hablando. La vizcondesa apretó las manos.

—Creo que el vizconde Roteschu sabe algo sobre la Señorita Rashta. Una debilidad.

—¿Debilidad?

—No pude escuchar los detalles, pero creo que ella-

El sonido de algo rompiéndose la interrumpió. Me giré hacia la dirección del ruido, pero la Vizcondesa Verdi había desaparecido entre los arbustos de nuevo.

—¿Qué fue eso de repente?

Miré donde la Señora Verdi había estado parada, luego vi a alguien más acercarse a mí otra vez.

Era Rashta.

—Su Majestad.

Parecía más delgada que antes y tenía bolsas oscuras debajo de los ojos. Ella me saludó con una breve reverencia y habló con voz débil.

—¿Quién estaba allí justo ahora?

Sacudí la cabeza y ella miró atentamente los arbustos donde la vizcondesa Verdi había desaparecido. No sabía si vio a la vizcondesa o no, pero estaba claro que sospechaba que alguien había estado ahí.

Rashta suspiró. En lugar de preguntar más sobre la persona desaparecida, me miró con melancolía.

—Bueno... Su Majestad. ¿Está bien si Rashta le pregunta algo?

—Adelante.

—Se trata de la duquesa Tuania.

la emperatriz se volvió a casar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora