No es su cara, no es su voz ¡No es Gu Beik!

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¡Si de desperdiciar dinero hablamos, nadie supera a los ricos de esta novela!

Este salon era tan majestuoso y lujoso que superaba con creces a la villa en la que se había casado con el bastardo.

Todo era tan hermoso e irreal aquí...

Si agachaba la cabeza podía ver su reflejo en el suelo y las arañas de cristal que estaban colgadas en el techo. Las paredes estaban cubiertas de paneles azules similares a un espejo, que se extendían varios metros hacía arriba.

En el techo, a parte de las arañas de cristal se exponían hermosas y coloridas pinturas de paisajes utópicos, en los que el color azul predominaba.

Y como si no fuera suficiente belleza, en el centró del gran salón se encontraba un gran piano blanco con bordes dorados. Y como aún no había suficiente belleza junta, a pocos metros se encontraban Soo Youngmi y su gato.

¡El mundo colapsaría ante tanta hermosura concentrada en un solo lugar!

No solo el gato era extremadamente guapo, sino también la dueña que ya no llevaba un maquillaje pesado ni vestidos comunes. Claro, "comunes" en comparación al que ahora Soo Youngmi llevaba puesto, que a decir verdad no tenía nada que envidiar al vestido de Su Zara.

Este era un hermoso vestido de gala, hecho de un rojo intenso que se ajustaba a sus curvas y le daba una silueta aún más seductora de lo normal.

Sus mangas eran largas y abullonadas adornadas con hilos de oro y perlas preciosas. El corpiño estaba cubierto de seda y diamantes los cuales brillaban como estrellas, grandes y pequeñas.

La falda se extendía majestuosamente hacia el suelo, formando una larga cola. En cada pliegue, había pequeñas piedras preciosas cosidas con hilos de plata.

Este hermoso vestido era complementado con la belleza de Soo Youngmi, que tenía el cabello cayendo en largas cascadas onduladas sobre sus hombros.

Su maquillaje era ligero. Sus labios estaban pintados de rojo, tenía un delineado fino que terminaba en una punta filosa, su sombra de ojos era de un suave tono rojizo y tenía un ligero rubor rosa en las mejillas.

Si, estaba hermosa ¡Afrodita se estaba muriendo de celos ahora mismo!

Y Soo Youngmi lo sabía, lo supo desde que se vió en el espejo y pensó: Si la belleza fuera un crimen, su cabeza tendría una recompensa de trece cifras como mínimo.

Ella estaba tan contenta con su imagen que pensó que nadie podría superar su belleza, eso hasta que...vió a su gato con el moño y el peinado de libro abierto y entendió que en este vasto mundo, ella solo podía aspirar al segundo lugar...

De todas formas, se conformaba con eso....estaba felíz con el hecho de que su querido hijo adoptivo sea el más hermoso del mundo, sin embargo, no podía negar que una parte oscura y malvada de ella le susurró al oído: ¡Encuentra un cazador y mándalo al bosque!.

Bueno, mejor olvidemos lo último...

Lo importante de esto era que ahora se veía muy bien, pero está hermosa apariencia que ahora lucía gloriosamente no había salido de la nada. Pues para que el vestido esté listo a tiempo Madre Soo había torturado por días a muchos diseñadores, hasta el punto de convertirlos en mapaches con círculos oscuros debajo de los ojos.

Los pobres tuvieron que hacer su vestido no una...sino ¡Tres veces! ¡Tres!

En tan pocos días madre Soo los obligó a rehacerlo esa cantidad de veces y por cosas mínimas...¡Mínimas!

El patrón de los diamantes no quedó como quería.

"¡Vuelvan a hacerlo!"

El vestido no fue tan largo como quería.

EL ARTE DE SER VILLANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora