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Donde crece el amor
ᯓ ay, envejecer y plantar tomates en tu granja juntos... ᯓ
personaje : umemiya hajime
etiquetas : envejecido (pero solo porque envejecer y estar enamorado me hace sensiblero), FLUFF, lector afab
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[🐟]: para el día 1: ¡indicación para el jardín!
Llevas un rato gritando su nombre, pero no has recibido respuesta. No hay duda de que estaba allí, cuidando de las plantas. A veces se concentra tanto en ello que no se da cuenta del calor que hace. La tarea de recordárselo y arrastrarlo de vuelta a la casa te ha sido asignada.
Había que tener cuidado, sobre todo a esa edad. Sufrir un golpe de calor y desplomarse en medio de un calor abrasador sería terrible después de todo.
"¡Hajime!", gritas de nuevo. ¿A qué distancia estaba de la casa?
Si hubieras sabido que sería tan irresponsable, le habrías impedido comprar un terreno con una finca tan grande. O tal vez no... nunca podrías encontrar en ti la fuerza para rechazarlo, no cuando te sonríe con tanta sinceridad.
Chasqueas la lengua, sintiéndote cansado de solo caminar entre las hileras de cultivos que ambos trabajaron duro para cuidar. "¡Hajime! ¿Dónde estás?"
Por fin, ves una cabellera blanca que se asoma a unas cuantas filas de distancia de ti. Sus miradas se cruzan y, a pesar de tu enojo, una sonrisa se dibuja en tu rostro. Era un hombre testarudo, pero ver las alegrías de una vida sencilla reflejadas en su rostro hizo que tu corazón se llenara de alegría.
"¿Ya me extrañaste? Solo llevo una hora fuera", bromea con el familiar brillo en sus ojos.
"Di lo que quieras, cariño. Preferiría que te quedaras dentro por ahora y bebieras un poco de agua".
Se puso de pie y se sacudió el polvo de los pantalones, pero no sirvió de nada porque, de todos modos, se secó las manos sucias en la camiseta blanca. Era un hábito suyo y, a estas alturas, era imposible corregirlo.
—Entraré en un segundo. Solo necesito... —Hace una pausa para estirar la espalda—. Reubicar algunos de estos tomates en otro lugar.
No dijo nada, pero notaste en sus gestos que últimamente le estaba dando problemas de espalda. Te acercaste y pusiste una mano suave sobre su espalda dolorida.
"¿Qué tal si lo hacemos juntos más tarde cuando no haga tanto calor?"
Hajime suspira y mira los tomates que brillan un poco bajo el sol. Preferiría terminar con esto de una vez, pero no podía dejar pasar la oportunidad de trabajar en la granja contigo. "Está bien. Regresemos por ahora".
Aunque sus manos estaban cubiertas de tierra, las apretabas con fuerza cuando él sostenía las tuyas. Había una sensación inexplicable cuando te tomaba de la mano y te guiaba por la granja. Te recordaba a cuando eran más jóvenes: corrían por las partes vacías del campo, riendo como idiotas.
Ahora no era posible porque los dos habían llenado la mayor parte de la tierra con cultivos sanos y hermosos. Por nostálgico que fuera, les encantaba lo pleno que parecía. Era como un testimonio de su matrimonio y de su amor.
"A veces echo de menos ser joven", empieza, como si leyera tu mente. "En aquel entonces no tenía ningún problema en agacharme todo el día y cuidar mis plantas".
Le apretaste la mano una vez más para tranquilizarlo. "¿Toda esa pelea te está afectando ahora, eh?"
Una risa burlona brota de su pecho. "Supongo que tienes razón, cariño. Pero no me arrepiento de nada".
Los dos continúan su camino de regreso a la casa. El sol todavía brillaba con fuerza, pero su cuerpo lo bloqueaba. Todo lo que podían ver era su ancha espalda, la misma espalda que llevaba a Furin y a su familia sobre sus hombros.
Estabas tan absorto en tus pensamientos que no te habías dado cuenta de que ya estabas en la valla que separaba la casa principal de la granja. Hajime abrió fácilmente la puerta con una mano y se abrió con el crujido que has escuchado todos los días durante los últimos 20 años que has vivido aquí.
Esa puerta tenía un efecto Pavlov en ti. Cada vez que la escuchabas, sabías que Hajime había terminado de trabajar en la granja y que tendrías que esperar a su lado en la puerta donde recibiría su beso de fin de día.
Parece que los niños también se han dado cuenta. En cuanto se cerró la puerta, ya estaban allí, corriendo hacia sus queridos padres. Una niña y un niño se acercaron a sus padres y les dieron un abrazo.
Tenías otros hijos mayores que se habían mudado hace algún tiempo. Estos dos llegaron más tarde en tu vida. Al principio estabas preocupada, pero Hajime se deshizo de tus miedos.
"¡Cuantos más, mejor!", decía. Después de todo, a Hajime le encantaban los niños.
Les dio una palmadita en la cabeza a ambos. "Jeje, ¿ustedes también me extrañaron? Su mamá sí que me extrañó".
"Hajime..."
Él finge inocencia. "Mamá me extrañó, ¿verdad? Se puso de mal humor otra vez, ¿no?"
Los dos bribones, que se parecían demasiado a su padre, asintieron con la cabeza. Tú los mirabas con los ojos entrecerrados, juguetonamente.
A Hajime le encantaron tus reacciones ante las bromas de tu familia. Dio una palmada. "Muy bien. Entremos y preparemos un poco de jugo de naranja".
—¡Sí! ¡Jugo de naranja! —gritaron los niños al unísono.
"Vamos todos juntos a la granja más tarde, ¿eh? ¿Qué os parece?", preguntó Hajime a los niños mientras comenzaban a caminar de vuelta a la casa.
Te quedaste a una buena distancia de ellos, admirando a tus hijos y al hombre que te ayudó a criarlos. Él se dio vuelta para mirarte, sonriendo y haciéndote un gesto para que lo acompañaras.
Bueno... realmente has recorrido un largo camino.
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