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cw: sexo implícito y referencias al mismo, pero no obscenidades en esta ficción. tonterías. terminología tonta. confesión de amor.
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Si Suo estuviera despierto, y si alguna vez fueras más honesto acerca de tus sentimientos, bromearías diciendo que la claridad post-nuez te llegaba, no momentos después del sexo, sino a la mañana siguiente, cuando el crujido de tus párpados te traía su rostro dormido antes que cualquier otra cosa.
Y en ese momento, te diste cuenta de que lo amabas. No un amor en el sentido de adorar o apreciar, sino de la manera en que se te parte el corazón al pensar en estar separados demasiado tiempo o en que su mirada furtiva se dirija a otra persona.
No es la primera vez que duermen juntos y, por Dios, no será la última, pero sí es la primera vez que te despiertas antes, viéndolo en la perfecta paz del sueño, inmóvil y hermoso, mientras yace, mirándote. Algo en esta vulnerabilidad te abruma: Suo nunca es de los que se dejan sorprender, pero puedes notar que no tiene motivos para aumentar la guardia contra ti, incluso si has luchado contra él emocionalmente durante tanto tiempo.
Tal vez siempre supo que llegaría ese preciso momento, tu mano extendiéndose hacia su rostro para acariciarlo antes de siquiera pensar en lo que estabas haciendo. Tus dedos rozan suavemente la curva de su mejilla y él se inclina hacia ella.
Él no está dormido.
"Suo..." comienzas, luego te detienes, preguntándote por qué estás llamando su nombre en primer lugar.
Aún no ha abierto el ojo, pero besa la palma de tu mano y luego se acerca más, una acción que puede ser demasiado tierna para su dulce pero algo seria presencia.
"Buenos días", te ofrece con voz suave antes de sonreír, calentándote con su suave mirada morena. Su mano imita la tuya y luego deja que su nariz toque cariñosamente tu frente. Sin besos todavía, no hasta que ambos se hayan refrescado.
"Gracias por quedarte", dice. Siempre te lo agradece de esta manera, como si fueras tan tonta como para desaparecer en mitad de la noche.
Pero podrías hacerlo si quisieras. Suo sabe que todo lo que le des es totalmente por tu propia voluntad y lo recalca siempre.
Te acercas y él tira de tu pierna con suavidad para que quede sobre su cadera. Tus mejillas se calientan y él sonríe, sabiendo que ya te ha puesto nerviosa.
Es demasiado temprano en la mañana para esto.
"¿Dormiste bien?", pregunta.
Duermes bien cada noche que estás con él, quieres admitirlo, pero en lugar de eso asientes.
Pasan los momentos y luego añades algo más: "Sabes, me di cuenta de algo".
Interesado, Suo levanta las cejas y sus dedos golpean suavemente la curva de tu muslo.
"¿Qué?"
"Un poco de claridad post-nueces, por favor", dices en voz alta. Él parpadea un segundo y luego se ríe, como esperabas. Es gracioso pensar que en algún momento te preocupaste por ser demasiado vulgar para él, pero siempre es mucho menos inculto de lo que crees.
Él te sorprende constantemente.
"Me alegra oír eso. Concédeme tu nueva sabiduría, mi amor", responde. Una risa que sale de ti también te hace sonreír.
"Realmente, realmente te amo."
Es prácticamente una granada que le lanzaste; él hace una pausa y puedes ver el fantasma de un rubor, que desaparece tan rápido como el destello de una luciérnaga antes de que responda con paso firme.
—Eso espero, a menos que todo esto sea muy incómodo. —Se mueve ligeramente y la sonrisa maliciosa del zorro regresa, pero sigues adelante, sin permitirle que mantenga sus sentimientos a la superficie.
Para alguien tan seguro de sí mismo, suele ser demasiado juguetón y ligero; quieres dejarle sentir algo profundo por una vez, dejar que lo que yace en el agua turbia suba a la superficie, sin miedo a lo que revelará. Vuelves a ahuecar su mejilla y lo miras con atención, asegurándote de que está claro que lo dices desde lo más profundo de tu corazón, desde lo más profundo de tu estómago.
"Te amo, Suo. Quiero esto... y lo quiero otra vez y lo quiero más, y creo que podría quererlo por tanto tiempo como pueda prever".
Se puede escuchar como su respiración se detiene por un momento.
Él esperaba que dijeras que lo amabas algún día, pero nunca esperó decirlo primero.
Radiante, se da la vuelta para quedar encima de ti, presionando sus labios contra tu frente.
"Yo también te amo."
Otro beso en tus párpados, luego te acaricia el cuello.
"¿Te gustaría ver qué más puede mostrarnos la claridad post-nuez?", pregunta, usando tu propia terminología. Te ríes y colocas una almohada entre tus caras, con la voz amortiguada.
"¡Tenemos lugares donde estar!"
Él te quita la almohada y sonríe. "Está bien", acepta mientras extiende su mano para levantarte de la cama.
Pero su sonrisa ya no es la sonrisa del zorro; es su verdadera sonrisa, y su amor por ti es claro como el cielo azul.
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