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¿Qué pasaría si en lugar de que Togame saltara a salvarte, fueras tú quien entrara en acción por él?
Estás en el konbini que hay al final de la calle de tu apartamento, sumido en un serio debate contigo mismo sobre qué sabor de ramune comprar. El sonido de una voz alzada te aparta de tu contemplación y miras hacia otro lado. El dueño de la tienda está reprendiendo a alguien; tus ojos se centran en la chaqueta amarilla que lleva el joven y en el león bordado que puedes ver desde tu posición. No capta tu atención durante mucho tiempo; no puedes evitar dejar que tu mirada se deslice hacia el rostro del hombre, hermoso incluso de perfil.
—¡Ustedes, los Shishitoren, no son bienvenidos aquí! —Frunces el ceño mientras el dueño continúa rechazando al joven, y vas a dar un paso hacia adelante, solo para detenerte cuando un ojo esmeralda se desliza para encontrarse con el tuyo, casi como diciéndote que lo dejes ir.
No puedes, no cuando ves que sus hombros se encorvan un poco y su rostro se desploma. Especialmente cuando el dueño comienza a hacer acusaciones de robo; en ese momento, sabes que solo está guardando rencor; los Shishitoren tienen reputación, pero nunca han sido ladrones de poca monta. Además, las cosas están cambiando: hay una nueva amistad con Furin y todos los chicos Shishitoren parecen más felices de lo que han sido en mucho tiempo.
Entonces te interpones entre el dueño y el joven, tu voz es más severa que nunca. "¡No tienes derecho a hablarle de esa manera! El hecho de que sea parte de Shishitoren no significa que sea un problema. Además, escuchaste lo que dijo Umemiya-san; los Shishitoren ahora son amigos de Bofurin". Cruzas los brazos. "Le debes una disculpa".
El dueño te mira fijamente por un momento antes de darte la disculpa más poco sincera de la historia. La aceptas. Lo ves alejarse, asegurándote de que está detrás de su mostrador antes de girarte hacia el joven.
Hubieras dicho algo, pero tus palabras se secaron. Él está más cerca de lo que pensabas y no te habías dado cuenta de lo grande que es hasta ahora. Se eleva sobre ti y se ha quitado esas gafas amarillas, revelando esos ojos esmeralda. Se arrugan mientras te sonríe y estás bastante segura de que olvidaste cómo respirar.
—Gracias, cariño —su sonrisa se vuelve burlona—. ¿Te lanzas a defender el honor de todos de esa manera?
La forma en que te mira te hace valiente, y lo miras a través de tus pestañas, esperando estar leyendo bien la situación: "Sólo las lindas".
"Supongo que es mi día de suerte, entonces. ¿Cómo te llamas?" Le dices y él responde con el suyo: Togame Jo. Lo memorizas de inmediato; no quieres olvidarlo.
Sus ojos recorren tu cuerpo como un rastro ardiente antes de levantarlos para encontrarse con los tuyos una vez más. Te tiende una mano: "¿Supongo que no me dejarás agradecerte como es debido? No es frecuente que una chica tan guapa como tú se arriesgue a defenderme de esa manera".
Tomas su mano inmediatamente y dejas que te guíe fuera de la tienda.
Y así es como terminas en su cama, con la mano enroscada en su cabello mientras él se acuesta entre tus muslos abiertos y te agradece con sus dedos y su lengua.
Ya no vas a esa tienda, pero terminas viendo mucho más de Togame Jo.
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